Ruinas de la Ciudad muerta debajo del bosque negro
Ese mismo día
La zona de las ruinas no tenía nada de encantador, un aspecto tétrico de construcciones ennegrecidas por el paso de los milenios, mohosas y llenas de recovecos donde la fauna local se mostraba agresiva, debía tener cuidado, el ratón no se quedó con Lion-O, encontrándolo en el camino. En la entrada de la gruta, Cheetara reconoció la marca del guante felino y sus ganchos retráctiles que bajaban por un foso.
Su truco personal consistía en alargar su bastón y controlar la forma de la punta que se enterraba con sus raíces en el suelo y así sujetarse de la larga vara de madera que al contraerse la llevaría al fondo suavemente.
El olor de Lion-O era casi inexistente, pero al compartir tanto tiempo juntos, podía distinguirlo claramente, él estaba evitando ser rastreado, quizás sintió que no estaba solo, ella tomaría las mismas precauciones, el regalo que le dio demostró su utilidad, al tomarlo entre sus manos con su poder de clérigo, la habitación se iluminó solo para sus ojos con una tonalidad monocromática.
-¡Hmm-mm! Alguien le tapó la boca y la arrastró a la pared, « ¡Lion-O!» pensó mirando el grisáceo rostro sin tonalidades de su compañero de viaje, que la abrazó para pegarla más a la pared, evitando que los enemigos la vieran.
-Lady Pumyra necesita el otro fragmento del coloso para que funcione, esos misioneros no desean cooperar.
-No tiene el menor remordimiento hermano, es igual a Lord Mumm-Ra, va a acabar con ellos.
-Eligió al albino de compañero, qué horror, habiendo mancebos mejores y ella elige al defectuoso.
-Shhh, cállate o alguien podría escucharte.
-Ja, en este lugar de mierda ¿quién podría? Ya sacamos lo que necesitamos.
Cheetara reconoció la forma de esos sujetos, eran musculosos tigres con rifles de plasma, Lion-O apretó los dientes cuando ellos mencionaron la palabra amante.
-¿Qué estás haciendo aquí? Lion-O habló en un tono muy bajo.
-He venido a ayudarte.
-Nunca sigues mis órdenes ¿Verdad?
-No pensé que fuera una orden... espera ¿cual orden? En la oscuridad ella sonrió sacando la lengua.
-¡Rayos!, ¡Esta bien, vamos, debemos seguirlos! Cheetara lo agarró de la mano izquierda y se adelantó.
-Yo puedo guiarte.
-¿Es que puedes ver en la oscuridad?
-Tú sígueme.
Persiguieron en silencio a los dos tigres, marcando el camino con una tiza que Cheetara podía ver valiéndose de la magia de ese collar, es por ello que decidió seguir a Lion-O. Cuando salieron por uno de los accesos, ante ellos se erigía un enorme peñasco de piedra, en la cima, antorchas iluminaban el sitio donde seguramente sus enemigos montaron su campamento.
Lion-O y Cheetara siguieron a los tigres por los túneles de la ciudad muerta. |
Le tomó de la cintura y disparó una de sus garras que se enterró en un árbol donde la sombra les protegería, fueron escalando lentamente hasta alcanzar el borde, infiltrándose exitosamente.
No eran los únicos tigres, Cheetara se horrorizó al ver que eran al menos cien de ellos, ningún lagarto.
-¿Qué rayos es esto, pensé que los tigres estaban extintos? Lion-O no sabía que ocurría, fue una suerte que Tygra no estuviera allí para presenciarlo, Cheetara le señaló las naves de combate.
-Yo pondré los anuladores en los de la izquierda, tú encárgate de los de la derecha. Cheetara le mostró su bolsa llena de pequeñas minas modificadas para inutilizar la electrónica de las naves.
Tenían que apresurarse, conforme la luz del Sol alcanzara esa zona, ellos estarían en problemas.
Cheetara fue muy precisa y rápida, esperó lo mismo de Lion-O, por desgracia, este se quedó mirando al fondo del claro, ella se acercó, apreciando un monstruoso cuerpo de piedra blanca que estaba sobre una plataforma flotante.
-¡Es Pumyra!, dijo Lion-O, cuyos ojos se clavaron a la felina con una armadura nueva en la que una serpiente de dos cabezas se mostraba en su corona dorada.
La clérigo detuvo al chico interponiéndose en su camino, quien inconscientemente quiso ir al encuentro de la acólita de Mumm-Ra.
-¡¿Donde está el disco?! ¡Habla! mi paciencia se agota. Pumyra azotó brutalmente a cada uno con una vara.
-Por favor mi señora, no lo sé, nosotros somos vagabundos errantes, no sabemos nada, no poseemos ningún disco.
-¿Vagabundos? ¡Ja! Tú, viejo despreciable, no te atrevas a mentirme, ¿qué clase de vagabundo viaja con collares ceremoniales de oro puro?
Ella le mostró un puñado de collares relucientes que azotó contra su cabeza, derrumbándose en el suelo.
-¿Cómo puedes hacer esto a tu propia gente, trabajar para ese monstruo?
Una felina le habló con enojo, ni Lion-O, ni Cheetara pudieron verle el rostro.
-Yo seré la nueva soberana de Thundera, la nueva reina y no esos inmundos leones, mi Señor me dará el control sobre todo el Tercer Mundo, si ustedes se arrodillan y juran lealtad, incluso podría perdonarles la vida, pero primero, díganme donde está el disco.
-Tú no eres nuestra reina, ni lo serás nunca, eres una adoradora de ese maldito ser, nadie en su sano juicio te dará esa legitimidad que buscas, incluso si usas las dagas para convertirlos.
-Ja, y ustedes piensas que Lion-O los vendrá a buscar, él los abandonará como a mí, pero si viniera, no sería capaz de hacer nada, recuerdo su estúpida cara cuando le entregue la piedra a mi señor, él me dio esta fabulosa oportunidad y te lo aseguro, no le voy a defraudar.
-¿El rey Lion-O está vivo? Uno de los felinos con una voz ronca habló con sorpresa.
-Cómo si no lo estuviera, pronto de él no quedará más que un triste recuerdo.
-¡Grrr! ¡Me das asco!, podría aceptar que traicionaras a tu patria, pero... ser la mujer de una momia..., no tienes dignidad.
-¡Maldita insolente, ¿cómo te atreves hablar así de mi Señor?!
¡Blazzzt! Se escuchó el sonido de un arma de plasma que atravesó el cráneo de la felina de largas orejas, que se recostó sobre sus piernas. Fue la primera vez que Cheetara vio una mirada de tristeza y pena tan grande en la cara de Lion-O.
-Voy a hacer de Thundera un lugar digno y puro, si me deshago de algunos de los seguidores de ese león, nadie les extrañará y verán como la gente se arrodilla ante su nuevo rey y amo en un cerrar de ojos.
-No… esto no puede estar pasando, ella nunca lastimaría sus propia gente, no puede... debo detenerla, Lion-O quiso sacar la espada, pero Cheetara se lo impidió al entender que con el abrumador número de enemigos no sería diferente de un suicidio, le abrazó con fuerza.
-Lo siento, no puedo dejar que hagas eso.
-Ella va a matarlos.
¡Blazzzt! disparó nuevamente dejando sin vida a otro de los felinos, mientras los prisioneros se lamentaban, pero ninguno gritó salió de sus bocas.
Pumyra dijo algo divertida a un tigre albino a su lado, dándole un beso apasionado en la boca que al parecer le había tomado por sorpresa, un impacto emocional aún más grande para Lion-O, que no podía evitar el dolor en su corazón al ver la verdadera cara de una persona que quería proteger con todo su corazón, ella regresó la cabeza para dar una orden.
-¡Mátenlos, mátenlos a todos, me son completamente inútiles!
Cheetara arrastró a Lion-O que se resistía, hasta cubrirse bajo el amparo de las sombras.
Pumyra se internó al interior de una de las tiendas con ese sujeto riéndose burlonamente.
Cheetara esperaban el sonido los sonidos de los disparos que inundarían el claro del peñasco donde sus naves esperaban la supuesta señal para lanzar un contraataque si los lagartos eran emboscados, sin embargo, se dio cuenta que no era así, tenían otro propósito, resguardar su propio cargamento.
-Debemos seguir con nuestra misión Lion-O, te lo suplico, él no le escuchó haciéndola a un lado, sin mediar el riesgo, lanzó el señuelo al centro de la plaza, corriendo a toda velocidad hacia los prisioneros, con su espada desenvainada rompió el barandal de la nave donde estaban atados y lo deshizo de un golpe.
Al voltear y encarar a sus enemigos, estos habían desaparecido.
La guepardo tomó la bolsa donde Lion-O guardaba el resto de los anuladores, apretó los puños y corrió hacia donde el resto de las aeronaves se hallaban varadas, colocando los demás dispositivos intentando despertar la menor atención posible, maldijo a Lion-O por no atender a razones, tenía que terminar el trabajo sola.
Cheetara puso los anuladores a cada nave enemiga. |
-¡Mi señor Lion-O! Una de las felinas habló cubierta por su capucha totalmente soreprendida.
-Corran, yo los entretendré.
-Pero qué pasará con ellos.
-Han muerto, si no quieren seguir el mismo destino corran, yo luego me encargaré de recuperarles.
¡Plank! Lion-O desvió un hacha de acero, pero no había nadie desde donde pensó la habían lanzado, entendiendo inmediatamente la fuente del problema.
-¿Saben por dónde podemos huir? Lion-O preguntó, pues él mismo no sabía cómo salir de ese lugar, salvo por el mismo sitio por el cual habían entrado, su problema era que esa entrada se encontraba a decenas de metros, en la base del peñasco y para acceder a él solamente escalando, o usando los corredores donde los guardias tigres se encontraban apostados.
-Allí, si llegamos a ese conducto podremos irnos, pero si ellos nos siguen nos alcanzaran muy pronto. Dijo una de las felinas.
Sin mediar palabra, Lion-O apuntó su espada y con la fuerza de su furia la espada brilló.
-¡OHHHHHH! Un chorro de luz roja con un enorme bramidos que cimbró el peñasco surgió de la hoja de acero, de pronto ya no eran solo hachas, sino lanzas y disparos de plasma que desvió con su escudo de luz.
-Magnifico, es la espada de los Augurios, usted ha aprendido a dominarla, un viejo dijo.
-No es momento para halagos, rápido, yo les cubriré.
-Mi señor Lion-O, nosotros seremos los que nos quedemos, usted escape. Otra felina dijo en voz alta.
-No sé quiénes son ustedes y no tengo tiempo para discutirlo, pero una cosa es segura, yo escaparé más fácilmente si no tengo que preocuparme de ustedes, así que háganme caso, no voy a dejar que mueran aquí, estamos a las afueras del valle del bosque negro, en las ruinas de la ciudad de Avista, nos encontraremos allí.
El primer golpe que lo alcanzó, casi lo deja inconsciente, pero lo soportó con suma entereza, dando un lance que no hizo blanco, su invisible atacante caminó lejos retrocediendo.
-¡Rápido!
El grupo de sobrevivientes corrió hacia el túnel pasando un puente que conectaba la entrada al peñasco, que viéndolo bien, parecía un edificio antiguo de algún tipo, algo que negó porque era prodigiosamente enorme.
-¡OHHH! El rayo de luz roja destruyó el puente y luego colapsó la entrada, evitando a sus perseguidores seguirles.
Un potente disparo de plasma que explotó al tocar su espada, hizo que fuera lanzado violentamente contra el suelo, pudo observar una figura femenina entre el espeso humo, repitiendo el acto, disparó varias veces, para luego, sacando una espada, corriera hacia él a toda velocidad... era Pumyra.
####
El señuelo que indicaría que el trabajo estaba hecho estalló con mucha potencia, por un lado informaría a Panthro y Tygra que las naves estaba desactivadas, por otro, les haría creer a los aliados de Mumm-Ra que serían atacados por aire, por desgracia el primer punto estaba inconcluso.
Cheetara colocó los anuladores lo más rápido que pudo, escuchaba el sonido de la batalla y los gritos de Lion-O disparando con la espada a diestra y siniestra a la nada.
Se dio cuenta que algo no marchaba bien, al no percibir la presencia de ninguno de los atacantes que disparaban a Lion-O, se dio cuenta que les estaban rodeando por ambos lados, pudo sentir un olor característico que ella bien conocía, corrió a toda velocidad revelando su posición en dirección hacia Lion-O, que en la bruma peleaba con una persona que ella muy bien conocía, desatando su capucha que voló libre al aire, la cual, fue capturada por algo invisible que le perseguía, mismo que acabó golpeándose contra el suelo rocoso.
Se lanzó con todas sus fuerzas hacia su rey y lo tomó entre sus brazos, arrastrándolo con el poder de su velocidad, hasta dejarse caer del peñasco intencionalmente.
Todos los tigres habían desaparecido en un abrir y cerrar de ojos, seguramente tenían la misma habilidad de Tygra para hacerse invisibles.
Lion-O alzó su espada al ver el movimiento de los rifles de plasma de sus enemigos, desvió el rayo que surgió de la muñeca de Pumyra, quien fijó sus penetrantes ojos en él, se había dado cuenta de su olor e intentó emboscarle usando a los prisioneros como señuelos, por esa razón le había distraído con ese beso.
-¡Huye pequeño rey, pero recuerda, voy a matarte y lo voy a disfrutar, mi Señor Mumm-Ra, mi único señor, lo va a disfrutar! Pumyra gritó intentando lastimarle con sus palabras cargadas de ponzoña, pero su rabia le hizo fallar todos sus disparos, mientras decenas de tigres sacaron sus armas, el foso era profundo y oscuro, tanto, que sus disparos no fueron lo suficientemente ágiles, obligados a apuntar y disparar al azar, tal vez debieron lanzar granadas, pero se abstuvieron, eso podría provocar un derrumbe en la base del peñasco donde se encontraban estacionados.
Cheetara apretó el botón del detonador que activó los anuladores, se giró y lanzó su bastón que se deformó absorbiendo la fuerza de la caída. Lion-O recuperó la compostura y valiéndose del guante y la piedra espiritual, generó una bola de luz roja tomando entre sus brazos a Cheetara, para al aterrizar, huir entre los pasadizos en ese lugar donde decenas de entradas estaban cavadas en la sólida roca por una antigua civilización.
-¡Han puesto bombas en las naves, al suelo! Gritó un enorme tigre de voz ronca que observó uno de los paneles abiertos de su nave de combate con una objeto extraño pegado a su superficie, el cual comenzó a emitir una luz roja que parpadeaba.
El tigre albino cubrió a Pumyra con su cuerpo, ella lo apartó de una patada, sabía lo que sucedería.
Los tigres se cubrieron desperdiciando valioso tiempo, después de la explosión del señuelo y el ruido que provocó, su posición estaba al descubierto. Aún así, las naves no corrieron con la misma suerte, no estallaron, sino que dejaron escapar un leve sonido eléctrico y un humo blanco de un olor oxidado salió de cada una de ellas.
-¡Ja!, él nunca me lastimaría, es un tonto sin remedio.
Pumyra mostraba una mueca de rabia, sabía que estaban en desventaja, como fuese, Lion-O era previsible, jamás lanzaría un ataque donde ella pudiera salir lastimada, como una carta de amor a una ingrata que no le respondería, le había dejado una advertencia, aunque se abstuvo de burlarse de las inocentes intenciones de su "Rey", un remanente de lealtad que quedaba enterrado en su corazón, produciéndole un profundo asco al serle inevitable.
¡Kabooom! Muy a lo lejos se oyeron los sonidos de explosiones y disparos contra un largo contingente de suministros de los lagartos que seguramente empezaba a ser atacado por los aliados de Lion-O.
-Al parecer nosotros no somos el objetivo. Dijo el tigre albino sorprendido por el ataque.
-Nunca lo fuimos, debieron pensar que estábamos aquí para resguardar a esos asquerosos lagartos. Pumyra respondió con total frialdad.
-¿Y qué hacemos ahora Lady Pumyra, los seguimos? Un tigre que al parecer era el líder del contingente apareció frente a ella.
-No Tigus. Ya tenemos lo que queríamos, del disco nos encargaremos después, además, sería peligroso si el hermano de ese imbécil nos ataca y él no tendrá piedad alguna, usen los aerodeslizadores dejaremos los caza.
-¿Y qué pasa con los lagartos? dijo el tigre.
-¡Que se vayan al diablo! Si ellos desaparecen, nosotros seremos los únicos beneficiados, sentenció Pumyra, algo que los tigres secundaron.
La felina miró su espada ensangrentada y por un momento, al tigre albino le pareció ver a la mujer tras el disfraz frío y calculador, cerrando sus ojos pasó la lengua por la hoja hasta que la sangre estuvo dentro de su boca, suspirando abrió su ojos mostrando una vivacidad que cautivó a su compañero de armas.
-A fin de cuentas, ya eres mío "pequeño" león. Dijo al viento con total seguridad, como si ya tuviera con ella la carta que le daría la victoria en ese juego de cartas en el que se había convertido la guerra contra Thundera.
####
Cheetara supo que nada pasaría cuando escuchó a las naves de transporte de Pumyra partir, sabía que no podían regresar a casa por ese camino donde se refugiaron, tenían que volver y tomar otro de los accesos donde había dejado sus marcas.
-Al parecer se han marchado, deberíamos seguir Lion-O.
Él no le respondió sentado en el suelo conmocionado, parecía que haber perdido la voluntad de luchar. Ella le arrastró y lo guió a la salida, internándose de nueva cuenta en una gruta.
-¡Aquí está!, pasó sus manos por la tiza tranquilizando su espíritu, caminaron por los intrincados conductos de lo que parecía ser un sistema de drenaje demasiado elaborado, incluso para Thundera, por lo que asumió que no era realmente su función, posiblemente gente llegó habitar en algún momento esos pasajes.
Jaga le había contado la historia de civilizaciones anteriores a Thundera, tan o más esplendorosas, extintas en los largos conflictos que asolaron el Tercer Mundo.
Habían puentes y pasos a desnivel en aquel sitio, imaginó que eran los caminos bajo tierra que conectaban los edificios abandonados en la superficie, uno de esos edificios, era de donde Pumyra y los tigres que le servían, habían sacando esa enorme estatua de piedra.
-Vamos, no puedes rendirte ahora, nuevamente jaló a Lion-O, pero esta vez con brusquedad, se estaba impacientando por ese comportamiento indigno de un rey, hasta que se dio cuenta de la razón de que él no le pudiera seguir el paso, cojeaba de la pierna izquierda.
Pasó su mano por la superficie de la pierna herida de Lion-O, podía ver en un monótono color gris claro su propia palma, que inmediatamente asumió un color negro intenso manchándose con la sangre de la herida que sangraba profusamente.
-Descansemos un poco. Ella dijo sentando a Lion-O mientras le atendía.
De la bolsa de su espalda, extrajo un rollo de tela usado para vendajes, pensó que se había ocasionado la herida al descender, mientras la llevaba en brazos, no parecía un disparo, pues estos cauterizaban las heridas, sin asumir que fue la espada de Pumyra a quien Lion-O fue incapaz responder, apenas defenderse, la realidad es que estaba por tirar la espada cuando Cheetara le salvó la vida.
Quizás la clérigo lo negó en un principio, pero al caer del peñasco, pudo ver las lágrimas que salían de las cuencas de los ojos de Lion-O, que sufría por la impresión de ver a Pumyra en ese estado.
-Soy una estúpida, perdóname. Dejó caer sobre la herida un poco de agua y la cubrió con la tela que apelmazaba una mezcla de hierbas para desinfectar y proteger la herida.
-Ya no puedo salvarla, no puedo salvar a Pumyra, es una asesina. Murmuró Lion-O amargamente. Cheetara le abrazó quitándole la capa y la camisola negra que cubría sus brazos, dándole un beso en la frente apenada por lo sucedido.
Cheetara vendo a Lion-O que no tenía ganas de pelear. |
Él no respondió, se contuvo a sí mismo para no decir algo hiriente, pero deseaba desahogarse, incluso si ella no lo merecía. Ella recargó su cabeza en el cuello del felino, pegando su fina nariz, Lion-O no se sintió reconfortado, fue dolor lo que el contacto le ocasionó, o tal vez, una mezcla de ambos, aunque con el tiempo se dejó llevar por un calor que recorrió su cuerpo, mientras el dulce aliento oxidado de Cheetara inundó sus pulmones.
-Nosotros somos una familia y tú más que nadie mereces ser protegido. Cheetara lo mantuvo en sus brazos por varios minutos hasta que Lion-O miró hacia una de las entradas de esos conductos, apretando los puños, dio un profundo respiro, como si se obligara a regresar a la realidad, se separó de ella, hablado agriamente.
-¡No! Sigamos, quiero dejar este "apestoso" lugar de una vez por todas. Cheetara reaccionó con sorpresa ante ese rechazo y ese cambio de humor repentino, pero no protestó, siguiéndole sin quejarse.
Caminaron lentamente, la adrenalina de Lion-O disminuía y el dolor de la pierna iba en aumento, prendió una bengala al sentir un relieve, deseaba saber por qué había tantos en los muros de ese laberíntico complejo de túneles cambiando de opinión.
-¿Has perdido el juicio? Esos tigres podrían localizarnos.
-No creo que ellos nos persigan, lo que sea que estaban haciendo ya lo lograron y parece que es más importante que nosotros.
Cheetara no podía ver ningún relieve en la superficie de la pared, pues todo lo veía en un color monocromático, pero cuando la luz de la bengala inundó de claridad el lugar, se quedó maravillada.
-¡Es ese gigante!, Cheetara observó una escena donde aquella enorme estatua blanca tenía un rol central, rodeada de cientos de personas de largas y aplanadas caras.
-Parece que de aquí lo sacaron.
-Ella dijo que estaba buscando un disco, debe ser ese. Lion-O pasó la mano sobre la superficie de la pared en la que el polvo tapaba lo que parecía un chacal dando de tragar un disco a la estatua.
-Me pregunto qué dirá Tygra cuando le contemos sobre los tigres que vimos.
-¡Por los ancestros, no se lo cuentes! Lion-O habló en un tono que hacía pensar que era una orden.
-¿Por qué no?
-Necesitamos saber más antes de decir nada a nadie.
-Pueden hacerse invisibles como Tygra, no podemos ocultarlo por mucho tiempo.
-Hablaré con Panthro, él sabrá que hacer, Lion-O tomó de la mano a Cheetara y la llevó por otro conducto.
-Por aquí no es la salida.
-Lo sé, pero quiero ver el lugar de donde los tigres sacaron esa estatua.
Caminaron cientos de metros hasta que Cheetara empezó a notar la luz del Sol de medio día, había un largo tragaluz provocado –posiblemente- por la caída del techo, aunque cuando se acercó, determinó que se trataba de una excavación dejando una enorme horadación que subía a la superficie.
-¿Sabes quién es ella? Lion-O señaló la estatua tallada en una piedra compuesta de secciones azules y blancas cuyo rostro estaba parcialmente destrozado.
-No recuerdo haber visto nada parecido.
-Yo la he visto el día anterior, pero no era una estatua
-¿Qué... el día anterior? ¿Te sientes bien? Cheetara se preguntó si Lion-O no estaría delirando, la estatua era muy antigua, tanto que los murales tallados en la roca viva estaban erosionados por la humedad y las inundaciones que durante cientos de años pasaron por esos conductos.
-Fue una visión mientras vigilábamos a los lagartos.
-¿Por qué tendrías una visión de ella?
-No lo sé, pero apuesto que el disco que estaban buscando ella lo tenía en sus manos.
Cheetara observó detenidamente, los brazos de la estatua se extendían hacia el frente, faltaba una cosa que sostenía verticalmente, posiblemente un objeto de forma circular.
-Creo que sacaron la estatua de este lugar, pero se enojaron al ver que la piedra en forma de disco no estaba.
-¿Cómo lo sabes? Lion-O le mostró las marcas blancas en la tierra que disimuladamente salían por el conducto que vieron metros atrás.
-Esta cosa parece ser un altar ceremonial de piedra caliza. Lion-O le hizo notar que la base rectangular donde estaban parados, era parte de un altar cubierto de arcilla, depositada por sucesivas inundaciones.
-Tienes razón, lo extraño es que... parece que son dos. Ella apartó un poco la tierra del piso con sus pies y mostró otra superficie blanca.
-Este es más pequeño, como de nuestro tamaño, aunque no hay marcas, tal vez aquí colocaban a la víctima.
Como clérigo no podía dejar de reconocer los elementos típicos de una ofrenda de alguna clase.
-¿Sa-sabes quienes eran esas personas? Lion-O respiraba entrecortadamente.
-Jaga me dijo una vez que existían además de los Clérigos, una orden llamada Monástica, se encargaban del cuidado de los tesoros y… reliquias malignas.
-Sea lo que sea, no debemos dejar que lo tengan. Cheetara asintió, Lion-O avanzó seguido de la clérigo, quien le miraba fijamente, pues en todo ese tiempo él no la soltó de la mano, no se quejó, en cambio la apretó con la misma intensidad.
-Debemos regresar, ya discutiremos esto más tarde Lion-O. Pero él inesperadamente se quedó en silencio pensando en algo doloroso.
-¡¿Lion-O?! Cheetara se acercó a él, quien dio varios pasos hacia atrás soltándole de la mano, hasta que le arrinconó en la esquina de una pared, ella quería hacer lo único que estaba a su alcance, intentó abrazarle muy fuerte, tanto que no pudiese negar que en algún sitio de su corazón hubiese un espacio reservado solo para él.
Sin embargo su reacción fue todo lo contrario a lo que ella esperaba, le miró como a Pumyra, con esa expresión llena de miedo y decepción.
-Lo siento.
-N-no te presiones tanto Lion-O, cuando estés listo yo... estaré allí para ti. Cheetara se sintió incómoda con una desagradable opresión en el pecho, intentando conservar una buena actitud, desde luego ella tenía la misma sensación, esa barrera que se formó entre los dos, no desaparecería tan fácilmente.
####
En la zona montañosa cerca del desierto
Ese mismo día
Tygra y Cheetara habían abandonado sus puestos, Panthro les buscó entre los voluntarios.
-¿En el nombre de los ancestro, donde demonios se han metido?
La batalla fue dura, a pesar de las ausencias y gracias a esas extrañas guerreras de Avista, pudieron doblegar completamente al enemigo. Wily Kit y Wily Kat estaba cubiertos de hollín, una de las guerreras de nombre Mandora les dio cápsulas explosivas y adormecedoras que hicieron blanco en las naves de transporte de soldados.
-Deben estar bromeando, Panthro cargó a los cachorros en brazos cubiertos de una sustancia pegajosa de color rosado.
-Creo que nos emocionamos un poquito coleguita, dijo Wily Kat, mientras su hermana estaba impedida para hacerlo con esa sustancia pegajosa cubriéndole la boca, alzando el pulgar en señal de encontrarse perfectamente bien.
-Ustedes dos necesitan un largo baño.
-¡Noooo! Todo menos eso.
Al fragor de la batalla, Panthro pensó en la excesiva fuerza que uso contra sus enemigos, unas actitudes que Lion-O les hubiera reprobado, ni siquiera tuvieron que huir, la misión planeada por Tygra fue tan exitosa, que no hubo contraataque aéreo alguno.
Dobo intentó sacar junto con sus perros a Horus la paloma, atorado en el conducto de la turbina de uno de los transportes, nadie supo cómo llegó hasta allí o cómo sobrevivió, no quería hablar del tema, mientras los avistianos le hacían sonoras burlas, muchos exhibieron con orgullo los cadáveres de los lagartos, haciéndose fotos, eran sus macabros trofeos y la venganza por sus propias pérdidas.
-Esto se está poniendo cada vez peor. Panthro le dijo a Dobo.
-La moral sin un líder fuerte se deforma, son indisciplinado y crueles, en el fondo son capaces de las mismas bajezas que Thundera y los lagartos. Dobo se montó en uno de los contenedores de thundrillium junto con Panthro, cubriendo la retaguardia mientras observaban como ponían los explosivos para destruir el camino.
-Y que lo digas, Mumm-Ra no tiene que hacer nada, a este paso nosotros nos haremos peores. Panthro se sentó cruzando las piernas.
-Es que ustedes los machos requieren del toque femenino, sin una mujer que los guié están perdidos, incluso si es una fuerte y poderosa pantera o un leal y esbelto doberman, nos necesitan. Fedora hacía gala de su encanto tomando delicadamente una taza de té, Mandora en cambio, agradeció la promoción que su sensei hacía de ella.
-Tal vez tengas razón, como sea, nada lograremos sin un corazón sabio que nos guié, una espada no lo es todo. Mandora hizo una mueca ante el desaire de Panthro.
-Lion-O puede convertir una espada en un símbolo.
-Estoy de acuerdo, ese chico es especial, Dobo asintió y Fedora que observaba a una suplicante Mandora, alzó los hombros rendida.
-¡Puff! No puedo negarlo tampoco, lo siento princesita, Lion-O sigue siendo mi favorito.
-¡Todos son unos tontos ingenuos!, Mandora pateó con dureza el suelo, despegando de un salto.
-¿Qué le pasa? Preguntó la pantera
-Necesita... mejorar su campaña de promoción, o si no, Lion-O le va a hacer morder el polvo, ji, ji.
-"¡¿Lion?! Sí, han dicho Lion-O", una voz metálica salió del contenedor y comenzaron a golpear con fuerza.
-"¡He maldito, déjanos salir, da la cara ladrón!"
-¿Qué rayos? Panthro, Dobo y Fedora se sobresaltaron.
-¡Deténganse!, ladró Dobo a sus guerreros, deteniendo la caravana. Panthro y Dobo bajaron para abrir la puerta del compartimiento, que les mostró a decenas de seres del Tercer Mundo amarrados de pies y manos.
-Oh amigo, esto Lion-O debe saberlo. Panthro dijo con sorpresa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Algunas cuestiones de lógica de la serie original pueden sugerirse en este espacio indicando la página.
Los comentarios serán revisados primero antes de publicarlos.