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martes, 24 de diciembre de 2013

Capitulo 1, Episodio 27: El último clérigo (5 de 5) "La última clérigo"

Fe de errata, en el anterior capítulo se puso Horus con Lion-O y Hammer-Sung, en realidad era un espía subordinado a Horus llamado Vidicus.

Siento muchísimo la demora, pero fue la parte más difícil de realizar de toda la historia.

Dos Días después

Los cientos de cartuchos llegaron con un acabado artesanal, soldados con estaño por cientos de aves que tenían que entretejer de forma primitiva improvisados cintos asidos a sus armas eléctricas, desmontando largas trabes de donde obtenían el cobre y el platino para las conexiones de sus pilas de energía, los cientos de voluntarios que se usarían avanzaron al noroeste y el grupo principal comandado por Tygra al Sur, bajando por el valle, distribuyéndose entre las cañadas por las que el agua desaparecía y donde las entradas a grandes grutas iniciaban.

Habían tenido suerte, el temor de que fuesen descubiertos se disipó, cuando a cien kilómetros el campamento de los lagartos fue observado por uno de los avistianos, necesitaban del combustible con desesperación y eso les movía a poner el máximo esfuerzo, detestaban a los thunderianos, a los perros apestosos que con mechones decolorados de pelo, repartían pulgas y liendres a su pieles antes antisépticas.

El príncipe Tygra no era mejor que el resto, sin embargo su seguridad gustaba más al Concejo, tanto como el hecho de las ganas que tenía por marcharse, estaba expectantes a pesar de lo arriesgado, lo fútil que parecía el objetivo de acabar un paso subterráneo sin una confirmación de su importancia estratégica o de sus supuestas recompensas, como fuera, era el medio idóneo para recuperar el control de su pueblo, tan a disgusto con su clasista régimen igualitario.

La Superiora Scandiacus estaba sentada con una bata mirando los monitores con sus largas piernas amarillas extendidas, únicas partes sin plumas de su largo y enjuto cuerpo de búho, descansando mientras una de las novicias acicalaba las plumas de sus delicadas manos. Los receptores neuronales le permitían ver por breves períodos de tiempo y los usaba para lo que ella consideraba era sumamente valioso.

Orla estaba acostada sobre una amplia cama blanca de forma de melocotón dentro de uno de los edificios de Avista, cubierta por una delgada y preciosa sábana blanca. Las novicias eran bastante ingenuas y desconectadas de la realidad de la gente común y corriente, para Scandiacus era una bendición, como si se tratase de arcilla para moldear a su antojo, había sido una lástima lo que había ocurrido con la mayoría de ellas, las “enormes” pérdidas, pensó, la ventaja sería que tendría el control esta vez para decidir el destino de las guardianas sin intervención del Concejo.

El águila y Consejera en cambio veía su estilo de vida amenazado y temblaba con la idea de que todos esos lujos se esfumaran, observó de reojo como su amante tocó con las yemas de sus dedos el brazo de la novicia, que miró con temor como esta recorría la superficie de su piel, hasta envolver una de sus temblorosas manos con sus largos dedos.

– ¡Gulp! Tragó saliva, Scandiacus sonrió divertida, para desplazar sus dedos por el pecho de la interna y subir por su cuello juguetona, hasta acariciar su pico.

– ¿No es muy temprano para eso? Dijo Orla incorporándose con un terrible dolor de cabeza y sin decidirse a arrojar la botella de vino a los monitores o quejarse de que esos herreros no fueran empleados para arreglar las tuberías de agua de los pisos superiores.

– Nunca es temprano ni tarde para aprender los caminos del servicio ¿no es así pequeña? Sin atinar que decir nada, fuera de su profundo miedo, la novicia afirmó sin dejar salir otro ruido, Orla se levantó de la cama mostrando su enorme cuerpo desnudo sin preocuparse de la situación, o lo que esa pobre ave sería obligada por la Madre superiora, acicalando su plumaje blanco mientras se corregía el rímel, mirándose a un espejo anclado en la pared.

– ¿A dónde demonios se han llevado mis bebidas estas imbéciles? Estrellando las botellas vacías contra el suelo, Scandiacus, que no dejó de ver el monitor, no esperaba que la novicia respondiera.

– Mandora fue todo un reto en su tiempo, me alegra que tú querida puedas entenderme, veo mucho futuro en ti. Dijo mordazmente como una indirecta a la molesta ave obsesionada con su belleza.

– ¡Ja! Es por eso que ama y obedece fielmente cada palabra que sale de tu pico, sólo recuerda esas partes sin plumas de tu cuello…, dijo con una inusitada soberbia, enfocada más en aplastar el incienso hecho con hojas de opio, que detenerse a estudiar sus respuestas.

– ¡Detesto este maldito olor! Parece sacado de una maloliente posada wolo.

Orla se sentó en un taburete peinando el pulcro plumaje de su cabeza, que tenía unas largas extensiones de lo que parecía ser un cabello color castaño, mostrando una imponente pose con sus gruesas y brillantes piernas adornadas por una bata de cuidados encajes blancos y rosas.

– Deberías relajarte más querida, la vida que tanto evocas ya no existe, los pequeños placeres importan más que nunca.

– Es bueno saber que tú también les extrañas. Pese a su odio por esa asquerosa mujer, se veía obligada a alinearse o tener que pasar una noche más en el frío del inmundo camastro que le asignaron, pero eso se había vuelto un arma de doble filo y Scandiacus lo sabía.

– Si pasaras más tiempo mirando lo que sucede afuera, que en el mundo de la alcoholemia, tendrías las cosas más fáciles, ¿qué ocurrió con esa joven ambiciosa que tenía a medio Concejo de Avista a sus pies?

– Dicen que se hizo invisible.

– Hm, decepcionante sin duda.

Orla en su corazón sabía que esa vida ya no era para ella, el alcohol no le daba ningún confort y el dolor de la resaca era cada vez peor sin medicina para contrarrestarlo, no le importaba en absoluto someterse… si fuera placentero, pero no lo era y debía sopesar que su utilidad pronto sería puesta en entre dicho y no sería por siempre joven para encontrar otro mecenas que la guareciese. Haría a su manera lo mismo que Mandora, la vieja guardia tenía que cambiar y este era el momento de que todos tomaran una posición definitiva o lucharan por mantener un Status quo tambaleante, aunque el miedo estaba a flor de piel.

– Me pregunto qué dirá la Segunda cuando se entere de lo que pasa abajo verdaderamente.

– Ella no tiene que enterarse, además, no te querrá tanto como yo lo hago, ni te tratará con tanta benevolencia dado tu pasado. Scandiacus no se preocupaba por el hecho de que sus nuevas pupilas igualaran la belleza de Orla, era una cuestión de sometimiento y eso no lo comprendía esa mujer de maneras frívolas, quien pensaba que era una cuestión de placer malsano.

Orla se maravillaba de lo que motivaba a una ave a semejantes bajezas, no era la ambición lo que les movía, sino estar en una situación tan desafortunada, dejando que otros tomaran las decisiones, pasarían años antes de que se decidieran a dejar el nido asqueadas o terminaran como Scandiacus, cuya inmensa sabiduría se perdía en sus propios deseos personales.

Cuando la otra novicia llegó, bajó la mirada, se podía notar la impresión negativa que le produjo, pronto se acostumbraría a los modos de Scandiacus, suplicaría por ellos.

– ¿No hay un maldito interfono? Orla dijo exasperada, Scandiacus con su refinado porte se reclinó sobre el asiento, la chica hizo una postura de respeto, no se portaban como Guardianas, sino meras sirvientas a los caprichos de un amo sin moral y por eso les trataba con tanto desprecio.

– ¿Qué ha pasado?

– Mi señora, Mandora y Fedora han desobedecido las órdenes del Concejo. Eso no pareció cambiar la actitud, ni el humor de la Superiora.

– Decepcionante… e igualmente previsible, de ser una amiga inestimable acabamos así. Dijo en un tono poco amargo.

– ¿Qué harás? Dijiste que no intervendrías, el Concejo no se lo tomará muy bien, Orla habló en un tono suave jalando las extensiones de su hermoso plumaje que caían hasta la altura de la parte baja de la espalda, acomodándose una compleja y fina vestimenta, a la vez que sencilla y recatada, pero nadie se engañaría al ver a la “Invisible” pasar por su delante.

– Esos gatos únicamente dan dolores de cabeza, una vez que la Nación de las Aves se alinee a nosotros, esa tonta de Mandora no tendrán ninguna oportunidad y después de esto, voy a mostrarle un poco de disciplina.

Scandiacus se incorporó para ser ayudada a vestirse por sus pupilas con ahincó, algo que Orla agradecería con un talante sinuoso y voluptuoso, pero ella no era tan importante en ese punto y salvo sus propias manos, nadie se acercaba a ella, como si no existiese.

– Me da un poco de pena preguntar, aun que me da mucha curiosidad. Luego de unos momentos, Scandiacus desvió sus pupilas grises.

– ¡Habla!

– ¿Qué sucederá con el chico?, es decir, ¿dejarás que Mandora se haga cargo?

– Dudo que ese chico confié en ella así de fácil dada sus experiencias recientes, de momento no nos beneficiaría estar en su contra, si Mandora tiene su momento de gloria no “pasará” demasiado hasta que él reniegue de ella y sus secretos, nuestro único interés es Avista, no la búsqueda de estúpidas piedras que ya sabemos su valor final.

– Pero tú salvaste su vida, por eso pienso que el Concejo va a relacionarlo y los compañeros de ese chico debieron hacer lo propio. Orla intentaba exponer lo que a su parecer era evidente, Scandiacus sonrió.

– Mandora es demasiado inflexible y no piensa las cosas fuera del primer plano, por eso me gustaba su arrogancia inocente, yo no creo que el Concejo vaya demasiado lejos y gracias a ti, él no confiará demasiado en ella y aunque desconfíe de mí, seguramente su grupo le recordará mi hazaña curándole, dado su estado inestable, la única que puede perder su confianza en este momento, será quien la busque con ahínco.

– Lo tienes ya todo solucionado ¿No? Bueno, supongo que será así, Orla caminó al acceso del cuarto que se abrió a su paso.

– Y de ser así podrás recuperar tu vida anterior, no creo que vaya a cambiar en nada tu fama, como sea, lo importante para ti es conservar el status… así que no olvides a quien te debes. Y dándole la espalda, la puerta se cerró.

Orla sabía perfectamente que eso no sucedería jamás, el Concejo no era tan fácil de manipular, por algo habían rebasado un milenio al frente de un gobierno pocas veces justo, por otro lado, no tenía las ventajas de Mandora, que pese a la enorme imprudencia de elegir a Vultaire como Prefecto, su rectitud no podía ser ignorada a la hora de hacer juicios sobre la confianza y ella tenía apoyos por nunca rendirse, a eso le temían, eso precisamente querían destruir.

Calculó todo el daño que había hecho y pese a que lo hizo para sobrevivir, estaba entre la espada y la pared debido a los rencores que acumuló en su contra, tenía que aprovecharse de la situación de alguna manera, conocía cosas que Scandiacus ignoraba del pasado de Mandora con el joven rey, era que no sabía cómo usarlo a su favor y usar el brumoso origen de la guardiana no sería bueno, esa mujer quería saber más de su pasado, no importando si era negativo para su causa y dejaría todo para encontrarlo, así que no era prudente ponerse una soga al cuello tan áspera y rígida.

Cuando llegó a la mitad de la ciudad, se perdió entre un río de gente que recolectaba cosas que podrían reciclarse en la reparación de aparatos muy importantes para el invierno, como calefactores personales, sabía perfectamente como pasar desapercibida y cuando una mano se puso sobre su hombro, se sorprendió, era un ave tan alta como ella, pero con unos ojos severos y fuerte musculatura bajo su capucha.

– La Segunda quiere verte. Un sonoro –¡gulp!- se produjo en su propia garganta como hace un instante con la novicia.

– ¿Sa-sabes para qué? El ave la cercó en una bifurcación llevándola a un oscuro callejón, temiendo su muerte.

– Sólo dijo una palabra, una cosa en la que podrías estar interesada.

– ¿Y qué palabra podría ser? La musculosa ave acercó su pico a su oído.

– Nube.

####

Varios kilómetros de distancia al oeste de Avista

La sorpresiva marcha de Lion-O no afectó el ánimo de los voluntarios que no confiaban tanto en sus habilidades como al principio, a base de las explicaciones de gente dentro del Concejo que ya no veía conveniente depender tanto de los felinos, no todo era mentira, pero había tanta exageración que únicamente las clases bajas lo aceptaban, al poderoso no le gustan los caudillos y eso veían en un pequeño león con problemas de autoestima, como decían las novelas de sus holoproyectores, donde cada felino era caracterizado por un ave en un acto de propaganda.

En el trayecto de regreso de la ciudad de Khan, Tygra pareció odiarla, aunque no se perdió el siguiente capítulo que capturaba su semblante de líder mesurado frente al rebelde pelirrojo de maneras agresivas, a Cheetara no le dio ninguna risa, así que guardó la pantalla en su bolsa de viaje y se conformó con buscar a solas ver las repeticiones.

Los primero signos de las masas de aire frío entrado desde el occidente chirriaron con los cumulonimbos calientes del norte, dejando caer una helada brisa que desató en lluvia.

Tygra indicó que avanzaran envuelto en una larga capucha que le cubría de los pies a la cabeza, la lluvia fue sorpresiva, pero les ayudó a avanzar contra el viento, que llevaba su olor lejos de los bosques que se extendían al interior, la marcha fue frenética y participarían la mayoría de los guardias, voluntarios, perros y unos cuantos elefantes, los wolos se quedarían y pese a la insistencia de los berbils, ni siquiera el Concejo permitió su participación, en eso todos estaban de acuerdo, eran muy valiosos para dejarles sin protección.

Uno de los wolos que miraba el cielo, presentía que era el aviso de las grandes nevadas que se aproximarían en ese inusual ambiente nublado, las carretas de suministros vacíos se internaron en las grutas que dividían los valles bajos de los vastos bosques que rodeaban las cordilleras, mismas que delimitaban el desierto.

Cheetara se puso a la derecha de los cachorros y hablaba en voz baja repasando una lista de precauciones, besando a cada uno en la mejilla, la clérigo no parecía de muy buen humor, una triste Wily Kit y un serio Wily Kat afirmaban en silencio con la cabeza cargando sus deslizadores sin apenas esfuerzo, arreándolos con una cuerda, ella les animó a no distraerse.

Panthro y Dobo no supieron demasiado de la pelea que tuvieron dos noches atrás con el joven rey, Dobo prefería quedarse neutral y no estaba interesado en discutir lo que pasaba en la vida inmediata de su amigo de armas, prefiriendo recordar las mujeres que una vez pasaron por sus vidas, todas ellas muertas en diversos hechos trágicos, pero que les arrancaban una sonrisa, para volver a brindar por ellas a la menor oportunidad.

Señalaron al frente cuando sintieron que las vibraciones aumentaban, Tygra, quien subió en silencio por el largo tronco de un abeto rojo mirando con su rifle, observó parvadas de pájaros-sapo alzando el vuelo tres kilómetros al suroeste, Panthro miró los datos en su holopantalla.

– Es un contingente más grande de lo esperado, como si no les importase que nadie les notara, hacen tanto ruido que sus vibraciones se sienten a kilómetros de distancia. Panthro y Dobo parecían estar de acuerdo esta vez, no era común que los lagartos fueran tan poco precavidos y en tan gran número luego de lo que ocurrió a las faldas del desierto.

– Tal vez es que se han confiado demasiado General o se han visto orillados por el invierno, aún así, no es como si fuésemos a alcanzarles en lo profundo del bosque, una vez pasen las grutas les encerraremos completamente del otro lado y si sólo hay una salida… espero que se deshagan de sus cargas lo más rápido posible, porque van tan llenos que no podrán despegar.

– ¿Debemos creer que se sacaron una ciudad nueva de debajo de las piedras? Y yo pensé que Lion-O era el príncipe con la cabeza en las nubes. Panthro hizo un dejo de burla.

– Pienso que están transportando lo que acumularon durante el año.

– ¿Lo piensas o es únicamente una corazonada?

– Estuvimos todos de acuerdo General, no es momento de ponerse a dudar, si les paramos aquí, les asfixiaremos en el invierno, tú mismo lo dijiste, necesitamos tiempo para reparar Avista y regresar con los refugiados de Thundera, ésta es la manera. El príncipe Tygra dijo con seguridad engarzando la espada y el guante de los augurios sobre su brazo, el lugar que él pensaba debería estar desde un inicio, tuvo una momentánea sensación que le hizo dudar, un brillo rojo que apreció en la piedra espiritual, pero al observarla fijamente, esta se encontraba con su usual color rojo oscuro, negando con la cabeza.

– ¡Dejemos de discutir! Tygra ya lo ha dicho, decidimos a quien apoyar y así lo haremos esta vez. Cheetara se expresó ásperamente, lo que era poco habitual en ella, apretó su bastón que dejó caer en la tierra, Tygra agradeció el apoyo, aunque no era lo que ella quería decir con su actitud, intentó acercarse pero la clérigo se alejó, ignorando el desaire, la agarró del brazo.

– Sé que estás molesta, pero no tenemos otra opción, él no nos ha dado ninguna. La clérigo lo reflexionó y él supo que estaba de acuerdo, no hizo un intento por besarle, le abrazó con mucha ternura, sintiendo su cuerpo caliente y que respiraba copiosamente producto de su enojo y preocupación.

– Está bien, no estoy molesta contigo. Sin aclarar con quien lo estaba, aunque era evidente, desde su perspectiva un nombre cruzó por su mente.

– Una vez que esto termine debemos hablar seriamente, esto no puede seguir así. Cheetara mantuvo su expresión ante la declaración del tigre que se moría de ganas de juntar sus labios a los suyos, la clérigo no tenía ese ánimo e hizo un gran esfuerzo para contenerse, con un ligero gesto asintió dejándole libre.

– Voy a avisar a los demás de que estén preparados.

– Podríamos usar los comunicadores ¿sabes? Dijo agitando el suyo con un guiño.

– Si nosotros escuchamos, los lagartos igual, no los subestimes.

– Muy bien, no lo haré, yo sí aprecio tus Concejos Cheetara. Y dicho esto a su amante, la clérigo dio un poderoso arranque avanzando a gran velocidad hasta perderse en las veredas donde otras aves ya estaban esperando la señal.

– ¿Estás segura de que podemos ir en esa bolsa? Wily Kit afirmó con un gesto bastante triste.

– No te preocupes panterita, les llevaremos, el aire está un poco enrarecido dentro, pero siendo tan pocos...

– ¡Perfecto! No tenemos un tanque, pero con esto bastará por ahora. Dijo Tygra en un tono de líder seguro de sí mismo.

– Ranquin-bass, dijo la chica sin apenas ganas, absorbiéndoles en la bolsa y acto seguido, comenzó a llorar, Wily Kat que tenía una actitud seria, se conmiseró de ella.

– No llores hermanita, todo se arreglará.

– Ya lo sé, es que me agarró un sentimiento. Partiendo en sus deslizadores a gran velocidad, se internaron igual a lo profundo del bosque negro.

####

Una vez seguro de que se hubieran ido, unos puntos rojos aparecieron no muy lejos del abeto rojo donde Tygra divisó a los lagartos, hasta hacerse un par de enormes ojos saltones que se movían independientemente uno del otro, volviéndose visible una figura reptiloide. Khamai sonrió y con chasquidos hizo que Kask emergiera del lodo donde estaba escondido.

– Di a Sauro que esté listo con su gente... el chico no va con ellos, es perfecto. Dijo con una expresión metódicamente estudiada para dar confianza, la breve lluvia que se aproximaba podría ser una aliada traicionera para quien confiara en ella, pensó.

– ¿Estás seguro de que Slithe no se enterará?

– No atacaremos a sus preciosos gatos, si eso te preocupa, el teniente convenció a ese monstruo mecánico de ayudarnos a cambio de las rocas, si quieres morir en el invierno es tú problema, yo pienso vivir, si Slithe se entera tampoco es como si fuera a mover un dedo, es un perro de Mumm-Ra.

– Al menos tú puedes hacerte invisible si las cosas se ponen feas.

– Te he mantenido con vida hasta ahora ¿no?

– Y es por eso que sigo aquí en la línea. Kask se hundió de nuevo sin dejar rastro, se notaba el miedo en su voz, pero a Khamai no le importó en absoluto, su objetivo era la venganza y eso había calado hondo en su espíritu, quería que Slithe sufriera y eso sería un buen primer paso.


Ese mismo día
En las entrañas de la ciudad muerta 32 kilómetros al Noroeste de Avista
170 metros bajo tierra

Lion-O trató de iniciar una conversación con Unrick intentando cambiar su actitud interpretada erróneamente como hostil, lo que pareció incomodar aún más al herrero que aparentemente no deseaba ir con ellos, aunque luego de discutir con Hammer-Sung cambió de opinión y parecía finalmente un poco celoso, el joven rey tenía que dar la impresión de que no estaba interesado en ser golpeado nuevamente por una falsa sonrisa.

– Y-yo… tenía un amigo llamado como tú, bueno, se llamaba Emrick… era una flor, una muy buena y honorable.

– ¿Una planta? ¿Me comparas con una estúpida planta? Refunfuñó.

– Ey, no tienes por qué ser rudo, era una buena persona… planta quiero decir. Lion-O pareció ofendido, aunque el herrero no se intimidó, Cougara le dio entonces un puñetazo en uno de los costados del abdomen para que se comportara y apretándose a él, comenzó a golpearle repetidamente con puñetazos cortos.

– Muy bien, no tienes que… ¡ugh! Sí… “Unrick el tonto no aprecia demasiado que tengamos un nombre inspirado en la naturaleza” ¿Satisfecha? Cougara cabeceó en silencio para de nuevo hundir su puño.

– Ah, no sé por qué me molesto, nunca he sido muy bueno haciendo amigos entre los felinos. Y no faltaba a la verdad, pues su aspecto demacrado daba más lástima que risa, a la vez que mostraba un aspecto serio y eso no le ayudó a fraternizar con una persona de carácter huraño, Cougara no se molestó, dedicándole una sonrisa que él interpretó condescendiente, lo que le crispó los nervios.

– Lo que no me extraña… Cougara apretó el puño de su mano y cada músculo de su brazo y antebrazo haciendo que el herrero temblara con el crujido de los huesos de su puño.

– ¡Gulp! M-Me refiero a que… los reyes no son el tipo de personas que tengan amigos, fuera de las relaciones de compromiso… ugh. Cougara le soltó otro puñetazo -...quiero decir, en eso te entiendo perfectamente, sí… yo… ah, tampoco soy del tipo dado a las charlas y los amigos, aunque he encontrado la lectura muy apasionante y actualmente prefiero estar solo…, quiero decir, disfruto de la soledad en silencio... Cougara se llevó la mano a la cara.

– No te preocupes, la intención es lo que cuenta... creo. Respondió el pelirrojo que al final prefirió no tomárselo demasiado en serio.

– Lo que quiero decir es; cuando éramos los sirvientes del Gran maestro y dador de la vida, para conservar sus secretos nos quitaba la lengua al nacer, hoy que tenemos una en nuestra boca… pues las usamos para cosas muy banales.

– ¿Por qué sigues llamándole maestro si sabes de las cosas horribles que le hizo a tu gente? Por no hablar de lo que le hizo a tu prometida.

– Un buen hijo no odia a su padre porque este se porte mal, sé que es horrible, sin embargo...

– ¡No somos sus hijos! Lion-O gritó apretando los dientes, para darse cuenta del eco de ese sitio.

"¡Unrick, cállate de una buena vez!" Cougara pareció decir retorciendo la piel de su brazo con sus dedos y tapando con la mano la boca del herrero que gritó ahogadamente, pues lo que menos quería el rey era saber que en algún lugar del Tercer Planeta existían adoradores de Mumm-Ra que añoraban la época en que le servían, a la vez odiaban a Thundera, culpando a los leones de sus desgracias.

– ¡¿Qué?! Tú eras quien quería que hablase en primer lugar, protestó sobando su adolorido brazo.

Lion-O desvió la cara, parecía que existían razones de peso para que ambos desconfiaran el uno del otro y tratar de cambiar esa apreciación de las cosas podría ser poco cauto, también estaba el problema de que al intentar comunicarse con Unrick, recordó lo mucho que le costaba entender a otros felinos, y si Unrick parecía lánguido para complacer al Patriarca, Lion-O mismo daba la impresión de estar un tanto desesperado por conectar emocionalmente con alguien y no mediante un juego de miradas y expresiones como las que le dedicaba Cougara cuando dedujo que él pasaba por una crisis emocional seria.

Se preocupaba de que por esa falta de empatía con los propios felinos y su evidente estado depresivo, los herreros decidieran abandonarle si el conflicto con los lagartos se agudizaba, pese a que les cautivó con la idea de obtener comida suficiente para su gente y una escolta para transportarla, Hammer-Sung le había revelado que al igual que los herreros, la tribu de los leones poseían habilidades mágicas que a la vista de todos era un signo de la maldición dada por el que Unrick definía como “creador de las cosas vivas”.

Una cosa que pudo entender entre líneas, era que Hammer-Sung no le rendía culto al señor oscuro, ni a sus cuatro deidades, pero su odio a los leones le desbordaba, pues según él, los leones se justificaron en esa adoración para expulsarles del continente y llevarles a una vida de nómadas en unas condiciones miserables, ya que sentían que la legitimidad divina obtenida por el manejo de la espada de los augurios, era puesta en duda.

Se enteró que los tigres intentaron igualmente divinizarse, lo que no sirvió para nada cuando ninguno logró el dominio de la espada, se aliaron a varios grupos, pero su temperamento y orgullo natural a desear el mando, destruyó cada oportunidad que se les presentaba y los pocos que se quedaron del lado de Thundera, fueron emigrando a las tierras exteriores a lo largo de los siglos, los sin tribu, mejor conocidos como Wilys o Silvestres, al menos podían poseer una casa destartalada en las planicies salvajes, los herreros en cambio, eran reprimidos severamente cuando intentaron formar ciudades o hacer pueblos.

Así entonces, cuando el derecho de gobernar de los reyes de Thundera, el legado de Lion-O, se ponía en duda, él mismo era cuestionado y no podía permitirlo, cuando Hammer-Sung le insinuó la deslealtad, Lion-O se agarró de las manos presa de una ira que no creía poseer, mordiendo sus labios indignado, únicamente la sabia intervención de Cougara pudo apaciguarle, el origen de esos intensos sentimientos hacia la corona no le parecían naturales, esa mujer odiosa le dijo que era un títere... ¿lo era?

Hammer-Sung y Lion-O en ese momento se sentaron, llegando a la conclusión de que ver en las heridas del pasado no ayudarían a su presente y así se distendió el ambiente con promesas de una relación mejor, lo que lleno de humor al patriarca de los herreros, quien pareció contento una vez probó el exageradamente dulce licor que las aves fabricaban, que ningún felino sano debería consumir, debido a que el azúcar podía intoxicarles, pero Hammer-Sung era de alguna manera inmune o no le importaba.

Regresando a su inmediato presente, miró los ojos de Cougara titilar, apuntando con su mano por uno de los túneles estrechos al noroeste de su posición. Ella se tambaleó para ser tomada entre Lion-O y Unrick que inmediatamente la recostaron.

– Si deseas podemos esperar un poco.

– Se requiere de una habilidad mágica muy poderosa para sortear la protección del sortilegio de los bolkins, Cougara se ha acostumbrado desde pequeña al uso de los mapas lunares protegidos, es la única forma en que Hammer-Sung mantiene su negocio de...

Cougara le dedicó una mirada de reprobación aún más intensa que le atemorizó de una manera diferente, por lo menos para Lion-O, la idea de Hammer-Sung hurgando en los mapas lunares de otras familias para tomar parte de su alimento se sumaba a la lista de avisos que no podía dejar pasar por alto, Cheetara fue un caso especial, Pumyra una osadía, pero Hammer-Sung... sería imperdonable si se permitía una confianza plena.

– E-El agua sagrada no es más que... la fuerza espiritual imbuida de mi tribu, la usamos para la forja cuando somos pocos herreros y nos quedamos sin poder... pe-pero sirve igual para hechizos comunes, eso evita los efectos adversos de la magia espiritual.

Unrick asumió una postura más cauta y pasó su mano sobre su cabellera amarillenta, la felina, que de pedirle que hablara para entretener al rey, no dejó de mirarle con reprobación, aunque luego de una larga exhalación dejó que su enojo se fuera a otra parte, Unrick se relajó hasta ese momento de incómodo silencio, Lion-O un poco sorprendido por el lenguaje mudo de ambos, no podía estar más asombrado por esa compenetración que le era misteriosa.

– Ustedes parecen llevarse muy bien en el fondo, serán sin duda una gran pareja, les envidio. Unrick y Cougara hicieron una mueca de absoluta incredulidad y Lion-O se vio frente a otro callejón sin salida ¿se había equivocado?

– No es como si tuviéramos opción, los primogénitos tenemos esa “obligación”, sí una doncella está disponible durante el viaje bianual, en especial si es la hija del Patriarca es un deber... Dijo en un tono de desánimo.

– ¿Acaso no se quieren? Cougara puso una expresión difícil de leer, pero no era únicamente eso, Unrick le dedicó una mirada en busca de su aprobación y ella aceptó.

– Verás... Cougara ya estaba prometida a otro de nuestros hermanos herreros, por desgracia, cuando los lagartos nos atraparon...

– Ya veo, vi a mi padre ser asesinado a traición por ese sujeto que tanto veneras… es por eso que no comparto tu apreciación de la historia.

– Me imaginaba que era una cosa por el estilo, sin embargo no lo comprendes, una vez su primer prometido fue... como la única doncella otro primogénito la tomó inmediatamente. Debido a las reglas de nuestra tribu, el nuevo prometido se encargaba de dirigir y ayudar a defender al grupo por ser ella la hija del patriarca y cada que uno de sus prometidos era... por el enemigo, otro le reemplazaba y así sucesivamente, pues bien, yo soy el último que quedó, comprenderás que no me siento halagado por el “honor”.

Cougara hizo varios gestos y habló en su extraño idioma, Lion-O quiso saber que decía.

– Ella dice que eso no le importa, no me considera un sobrante y que finalmente la peor tragedia es que no conoció a ninguno de sus prometidos... nosotros vivimos apartados los unos de los otros en aldeas muy distantes, así que nos vemos únicamente cuando se forma una partida para recolectar comida y es cuando se hacen los arreglos matrimoniales.

– Aún así... te molesta. Unrick tenía una voz flemática muy chillante, explicaba todo sin emoción, pero eso parecía dolerle.

– Me halaga ser pareja de Cougara, aunque la verdad es que de todos sus prometidos era el único que provenía de su misma aldea, el Patriarca nunca siquiera me consideró para su hija, se vio forzado por las circunstancias, obligado por la gente, de haber tenido la posibilidad me hubiera rechazado como ya lo había hecho hasta entonces.

– ¿Así que has venido conmigo por pura rebeldía? Lion-O suspiró y entendió que desde cierto punto de vista, compartían una experiencia particularmente parecida, la obligación de la sucesión nunca obedecía al mérito, quizás su padre habría elegido a Tygra y no a él de haber tenido la oportunidad, pero sabía que su padre le quería y pese a todas sus diferencias, deseaba que le sucediera en el trono.

Para su desgracia, esa mujer le había hecho dudar de lo que realmente pasaba y estaba temeroso de averiguarlo, si el guante manipulaba sus recuerdos, si las piedras de alguna manera estaban o seguían conectadas pese a la distancia y si por eso mismo ambas eran parte de un instrumento tendiente al control de su usuario, podrían cambiar los recuerdos de un padre que odiaba a su hijo y eso le estremeció, la idea de que esos deseos de su padre fueran producto de un engaño ¿y si como pasaba con él, existía alguna clase de rebeldía? Una oposición a ese control, eso explicaría muchas cosas.

El sueño que tuvo el día anterior, ese sueño que hizo decidirse a venir a una búsqueda fútil por una traidora que no lo merecía, era lo que le impulsaba a seguir.

Recordó a su vieja amiga de juegos Pamhela, pensó en ella tanto que le maravilló lo mucho que alguien tan importante para él se había vuelto un recuerdo brumoso, de cuando su madre comenzó una aventura con el rey Claudus que le puso en peligro de muerte.

Sin embargo, no podía culpar al guante y la espada de hacerle perder esas memorias, en ese entonces vio la espada de los augurios una sola vez y nunca estuvo entre sus manos, le costaba recordar el incidente, como muchos otros en su vida que se miraban borrosos y si no había sido la espada, el otro responsable bien podría ser el mismísimo clero, con sus poderes legendarios.
Fue pensando en esas cosas, que vino a su memoria un breve periodo de su historia reciente en el que vomitaba sangre por nariz y boca, esa época en la que estaba constantemente enfermo y que culpaba de su pobre estatura, en comparación a la de su enorme padre o de su propio hermano.

Era bastante curioso de que al alejarse de la espada de los augurios se sintiera así, envuelto en una cobija de recuerdos, toda vez que pensó mal de su maestro Passer, expulsado de Thundera cuando se le juzgó como el más probable responsable o únicamente era un chivo expiatorio, de todas maneras, aquellas personas que le hicieron más daño en su vida, fueron precisamente las que le demostraban alguna clase de afecto injustificado.

Pamhela era una de esas personas, aunque no se portaba todo lo dulce y afectuosa que esperaría de un falso amigo, de hecho, le humillaba constantemente, se burlaba de él a sus espaldas, era una persona horrible a la que se aferraba porque le mostraba un poco de afecto y calidez, un sentimiento al que había sido ajeno toda su vida y le amó por ello, fue una desgracia que ella no tuviera esa misma impresión de él.

Su enfermedad comenzó varios años después, cuando la madre arribó a palacio, le trataba tan bien que nunca consideró que fuese tan peligrosa, enfermó lentamente ante su cuidado.

Cuando encontró a los dos en los aposentos reales, estaba furioso, al ver ese rostro que ella mostraba, la corona de la difunta reina puesta sobre su cabeza, comprendió que era una mujer intentando iniciar desde cero, con un heredero propio y él estaba en su camino, nunca le preguntó a su padre si lo sabía o si participó... era improbable, dado que el destierro de esa mujer a la que Pamhela odiaba, era demasiado patente... Unrick dijo algo que repitió hasta que él volvió en sí, limpiándose las lágrimas.

– ¿Qué? Respondió con una voz entrecortada, Cougara y Unrick se miraron.

– He dicho... que lo veas positivamente, al menos no has tenido que buscar un minero bolkin, esos sujetos son peores que los wolos de montaña, una vez cavan sus pozos, no salen hasta que ven el brillo de sus cuentas de diamantes.

– Oh... alcanzó a decir desinteresado.

Cougara nuevamente se puso el pendiente lunar y los tres se internaron en la gruta en una total oscuridad, misma que se convirtió en una monocroma imagen que no miraban con sus ojos.

Les dolía la cabeza debido a que sus ojos intentaban enfocar en la oscuridad de un lugar que solamente estaba impreso en sus mentes, como un mapa que se conoce de memoria, era que ellos nunca habían estado en ese lugar, ese era el efecto del pendiente lunar que imbuido del poder del agua que usó Cougara, un gran espectáculo fue trasmitido a sus mentes.

– ¿Qué es esa luz? Lion-O soltó el brazo de Cougara, para regresar a la completa penumbra.

– Es una representación del lindero de los Lemurianos, como una pintura ritual, sólo que a lo grande, nunca lo había visto a esta escala. Unrick lo dijo como conociendo perfectamente el efecto de luz fantasmagórica que no se reflejaba en sus cuerpos, cuando pasaban bajo una de esas luces, sus cuerpos se tornaban de un gris apagado a una masa negra.

– ¿Lemurianos?

– Así apodaban al pueblo que existió antes de nuestra llegada a este mundo o al menos eso dicen las crónicas antiguas.

– ¿Has visto algo parecido antes?

– ¿Bromeas? Estas cosas están por todo el continente Thuriano, aunque son más reducidas, deberías ver la ciudad abandonada bajo las ruinas prohibidas de Thundera, es una experiencia asombrosa, con un mapa lunar puedes verlo perfectamente, el sextante en cambio te dirige hacia el sitio marcado sin necesidad que hayas estado personalmente o hayas heredado el collar, claro, si conoces el hechizo, los bolkins y los wolos de montaña desde hace años saben usar magia oscura para proteger sus mapas, si el patriarca lo supiera acabaría con cualquier contacto con los wolos y eso sería un golpe muy duro para todos.

– No pareces preocupado por los efectos que esa hechicería oscura tenga sobre ti o los tuyos.

– Si usar hechicería oscura fuese más dañino que usar hechicería blanca hace mucho habríamos desaparecido, la magia espiritual afecta por igual a las personas, la usen para el bien o la usen para el mal, te va drenando las emociones y tu voluntad va menguando, debiste conocer a Cougara antes, su carácter conmigo es muy agresivo en comparación a la persona dulce de unos años atrás, por eso ya no tiene permitido participar en la forja por sí sola… por eso le afectó tanto la tortura mágica de los lagartos.

– ¿Y cómo lo evitan? Si las reliquias mágicas como el pendiente lunar te quitan la voluntad y las emociones ¿Cómo pueden seguir usándolas?

– Ya te lo dije, no podemos por nosotros mismos, pero usamos agua que imbuimos con nuestro poder espiritual como tribu, eso te llena de las emociones de los demás, buenos recuerdos que nutren la voluntad.

– ¿Pero eso no afecta tu personalidad? Habías dicho que ella tenía una personalidad diferente.

– Para usar un gran poder debes dar algo a cambio, la magia elemental se basa en la tierra o las cuatro puntas que representan los cuatro elementos de la naturaleza, devuelves exactamente lo que tomas, la magia espiritual y la hechicería en cambio, ofreces algo de ti para obtener un poder que no recuperarás jamás.

"Entonces es verdad" Pensó el joven rey, recordando la sensación extrema de usar la espada de los augurios mas allá de su resistencia, casi al punto de perderse en un río oscuro y caudaloso, el guante y la piedra asida a su brazo evitaban que pasara de esa línea, por esa razón los elefantes eran casi idiotas desmemoriados, para compensar su poderosa magia espiritual, la piedra les cambiaba, evitaba que pensaran en usar sus poderes, los limitaba para que estos no se tornasen en seres malignos.

No fue la única razón por la que le permitió a Tygra llevarse el guante y la espada, más que otra cosa, su cuerpo le pedía hacerlo, quería descansar de la presión de ser un rey.

– Es otra de esas estatuas, dijo Lion-O al ver una escultura de piedra tirada en el suelo arcilloso con el rostro roto. -¿Tienes idea de lo que significa?

– No lo sé, en otras grutas no hay nada parecido, los petroglifos en las paredes son iguales a algunos que he visto en las ruinas debajo de Thundera, parecen ser de nuestra historia antigua, bastaría con poner la mano y leerla pero...

– Pero no pasa nada. Lion-O colocó sus manos sobre la pared, era una textura desdibujada que brillaba como la luz que se reflejaba sobre su mente, sin claridad y difusa.

– No, desde luego, todas las caras y muros fueron tratados igual, esta es la mano del clero de Thundera, los profanadores de nuestra historia, pero como en todo crimen, partes sobreviven. Unrick notó que el rey no se molestó en defender a los clérigos, sabía de lo qué eran capaces y por tanto, no eran personas de fiar.

– ¿Y qué dicen?, ¿es sobre estos lemurianos?

– Algunos, no todos, describen una ciudad muy avanzada que sucumbió por un enemigo llamado El río de las sombras, curiosamente, ese río que rodea al bosque negro tiene ese nombre hasta nuestros días, por no decir que "Bosque negro" es otra manera de llamarle oscuro o de las sombras.

– ¿Así que la ciudad estaba en este lugar?

– Lo que pienso, es que esta era su capital y una cosa muy peligrosa que superó sus progresos los llevó a las entrañas de la tierra, estas grutas, que tienen el efecto de bloquear cualquier energía o poder que provenga del exterior, les sirvió de refugio y pudieron vivir el suficiente tiempo para desarrollarse a pesar del inconveniente de vivir bajo tierra. Lion-O creía que decía la verdad, de otra manera no se sentiría así, sin esa opresión que le acechaba en el bosque negro, como habían afirmado los habitantes de las raíces y más aún, sin esa energía surgida de la espada o el guante en su mente.

Unrick apretó la empuñadura de su mazo de herrero mientras el rey estaba retraido, Cougara le jaló del brazo y negó.

– Aún así, no fue suficiente, pues no sabemos nada de ellos.

– Eso pienso, crearon una interminable red de túneles para confundir a esa fuerza que les acechaba y viajar entre sus otras ciudades, de alguna manera se escabulló y romper el lindero fue su último recurso.

– ¿Qué es el lidero?

– No lo sé a ciencia cierta, se describe como una barrera entre realidades, ellos encerraron Lemuria en algo parecido a un plano astral y rompieron la unión entre el mundo real con su ciudad dentro, así, ese poder que les iba atrapando ya no pudo encontrarles porque no formaban parte de la realidad.

– ¿Y cómo escaparon? Lion-O recordó lo sucedido con Grune, no sería extraño que les estuviese haciendo compañía a quienes quiera que fueran los lemurianos.

– Si te soy franco, no creo que lo hayan logrado, estas crónicas debieron ser de aquellos que se quedaron atrás.

– ¿Por qué estás tan seguro?

– Nunca se ha escuchado nada más sobre ese pueblo ¿o sí? Debieron quedar encerrados y su ciencia no les ayudó, desesperados, quisieron volver. Muchos sabios dicen que intentaron atravesar el lidero, pero nada físico puede, fueron partidos, separados de sus cuerpos materiales y lo que regresó… sólo diré, que sigue pululando las profundidades del bosque negro, aunque claro, yo jamás he estado aquí para comprobarlo, la historia es bien conocida debido a que bolkins y wolos han pasado gran parte de su historia en estas grutas, la última vez, fue la invasión de Ratilla siglos atrás, sin olvidarnos de la leyenda de la maravillosa fortuna de la cofradía wolo-bolkin.

– Pues sí que es una historia aterradora, aunque imagino que debe ser una historia atrapa-bobos típica de los wolos.

No parecía que Unrick se tomara bien la insinuación de que era un bobo, aunque Lion-O se refería a él mismo.

– Ya he hablado lo suficiente ¿no? Cougara parecía satisfecha, así que en su extraño lenguaje gutural, hizo que Unrick preguntara abiertamente a Lion-O una duda que tenía.

– Aún no nos dices la razón de que no participaras en la emboscada de ese hermano tuyo. Lion-O supo que Cougara, como toda buena mujer, tenía una fascinación nata por el chisme y se preguntó si esa había sido la razón de haberle acompañado tan lejos, aunque bien se decía que los gatos eran curiosos por naturaleza.

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Dos días antes
Lion-O le dijo a la pareja de herreros que tuvo una fuerte discusión con los cachorros, los pequeños Wily Kit y Wily Kat, omitió decirles que fue noqueado por una mujer que le quería precisamente allí para que buscase a Pumyra, lo que logró el efecto opuesto, terminó por aceptar que proteger a una traidora era una locura, por quien pondría en riesgo su propia integridad y de la gente que le rodeaba.

– ¡Tú no eres nuestro padre! Gritó con su melodiosa voz Wily Kat.

– Pero lo prometiste, prometiste que no volarían por el bosque negro. Tygra, Cheetara y Panthro, que recién habían llegado de ver a Soul Sever fueron atraídos por el ajetreo de la agridulce voz de su líder.

– Nos dejaron una semana solos en la ciudad de los perros ¿y ahora te preocupas de que pueda lastimarme? Para tu información podemos cuidarnos solos ¡Tú no sabes nada acerca de nosotros!

– Lo sabría si me lo dijeran ¡Sé bien que no me han dicho la verdad todo este tiempo!

– ¿Qué sucede? ¿Por qué están peleando? Cheetara trató de intervenir pero el rey y el niño se miraban desafiantes.

– Les dije que no volaran sobre el bosque oscuro, se los dije, les pedí que no fueran a toda velocidad y me desobedecieron,

– ¿Es por eso que armas todo este escándalo? No es como si tú fueras un gran ejemplo a seguir, dijo Tygra atizando el fuego de su propio rencor, Lion-O sólo le dedicó una mirada intensa.

– Pero casi se matan, sus deslizadores explotaron en el aire, si no es porque caen en una de las enredaderas de camuflaje, no la libran.

– ¡No pasó nada! Dijo Wily Kit exasperada.

– Sólo mira como quedaron de piernas y brazos, no he cuidado de ustedes para que mueran ahora.

– Si no mal recuerdo nos ibas a abandonar en Thundera.

¡Plaf! Lion-O le dio una bofetada al chico, Tygra agarró a Lion-O del brazo, quien inmediatamente se arrepintió.

– Kat perdóname, yo no quise… en respuesta Wily Kat le tiró una piedra que tomó del piso, echándose a correr seguido por su hermana.

– ¡Es suficiente!, le dijo su hermano.

No recordó los detalles de lo que pasó después, fue confuso, estar en ese lugar había hecho mella en él, portarse erráticamente tenía sus límites y abrió aún más las heridas que estaban sin cerrar.

Se enojaron por no haberles contado la verdad, pero él les dijo que no pensaba que fuese necesario comunicarles cada cosa que deseaba hacer, era un rey de cualquier manera, Tygra le espetó que no se portaba como uno.

Decirles que cuando fue a ver a Soul Sever fue días después de que despertara y que había sido para una inquietud relacionada a los berbils, no parecía tener sentido, ellos lo relacionaron con lo que ocurría con la maquinaria, que él sabía cosas por adelantado que no tenía la confianza de contar.

Luego estuvo el tema de las cajas de armas que hubiese sido un escándalo innecesario revelarlo en Avista, pues seguramente con el asistente de Horus pegado a ellos para vigilarles todo el tiempo, les habrían negado la posibilidad y Tygra, a pesar de Dobo, tendría en parte la culpa por su necesidad endémica de discutir cada orden, únicamente estaba haciendo las cosas que él consideraba correctas y necesarias, pero ellos se sentían engañados.

– No has tomado las mejores decisiones, por eso debes preguntarnos antes.

– He hecho lo que creo conveniente, no te debo ninguna explicación.

– Ya no solo pides a la gente que muera por ti por un capricho, ahora quieres que lo hagan a ciegas.

Para cuando las cosas se calmaron, se echó en la primera tienda que encontró, sin creer que estuviese mal, se durmió malhumorado, esa vez Wily Kit no vino a desearle felices sueños como acostumbraba, no se sentía bien, pues de cierta manera estaba harto de todos ellos.

Sin probar bocado concilió el sueño, estaba cansado y adolorido por el golpe de esa mujer alada y la pedrada del pequeño cachorro, que sólo cedió de esa manera.

Soñó que se encontraba dormido en una cama confortable, un ligero ronquido sonó en su pecho, la malhumorada cara de Pumyra, que en sueños refunfuño acercándose más a él, hasta que hundió su cara en sus ropas abrazándole con ambas manos, no recordaba que hacía allí, pero le era muy natural, sintiéndose la persona más afortunada del mundo.

Esta era la clase de vida que imaginó en su corazón adolescente vivir con Pumyra, se había hecho realidad.

– ¡No seas tonto!, que las apariencias no te engañen, Pumyra no es más que un callejón sin salida que no te llevará a ningún lugar, es tiempo de que despiertes, escuchó la profunda voz de un felino viejo presuntuosamente sabia.

Al regresar a ver, ya no era Pumyra lo que estaba abrazándole en esa cama, en cambio un monstruo negro y frío con un lado de su cara destrozada, quien sostenía una larga daga que le acercaba para luego abalanzarse, él no gritó y fue cerrando sus ojos esperando lo peor.

Un golpe en la nuca le hizo caer en otro lugar, uno que bien recordaba. Pumyra le daba un beso al guante de su amo.

– ¿Por qué Pumyra, por qué? Su voz se quebró sin ser capaz de levantar la espada, su vida se había reducido a eso; ver a Pumyra intentando matarle para cumplir su venganza por haberle abandonado, se sentía como ella, pues las personas en quien más había confiado le dieron la espalda sin dudarlo un instante.

–Pero tu hermano te salvó ese día.

– Tanto como me querrá matar en otro, respondió a la voz.

– Aún así lo hizo.

– ¿Y qué?, ¿me enviarás a otro laberinto para que Pumyra me diga que he equivocado el sendero? ¿O me enviarás a la pirámide de ese montón de huesos para que entienda el valor de poseer la espada?

– Lo haría, si eso te hiciese entrar en razón.

– Ya lo había aceptado. Lion-O mostró su ira al viejo Jaga.

– Pues no me lo parece.

– ¡¿Qué es lo que le has hecho a mi mente?!

– Nada que no te hayas hecho tú mismo.

– Yo no me estoy haciendo esto, eres tú quien me ha manipulado, no debí confiar en ti nunca. Sentía furia, una furia irrefrenable contra esa cosa que se hacía pasar por el viejo clérigo. La tenue oscuridad se convirtió en luz de día, al regresar la vista sobre su cama, el cuerpo de Pumyra o en lo que se había convertido, no se encontraba más, siguiéndole el rastro hasta la puerta que ella abrió en su huida, corriendo en dirección a la cordillera donde estaban esos picos, el lugar en que se suponía deberían emboscar a un enemigo que seguía siendo inmensamente poderoso.

El pendiente lunar brilló en su cuello, sabía a donde se dirigía perfectamente.

– ¡Pumyra! Gritó desesperado.

– ¡No Lion-O! Si vas allí no podré protegerte, la verdad no siempre te lleva a la luz, únicamente estando en calma y con tus objetivos claros podrás ser abrazado por ella, en el estado en que te encuentras sólo te llevará a la ruina, ¡regresa insensato!

– Tú nunca me has protegido de nada, ahora lo recuerdo, aunque pudiste hacer algo, siempre dejabas que sufriera sin intervenir, llegabas a darme un Concejo para hacerme ver mi error, pero como si no te importase si sufría en el proceso. Sin importarle que no fuera Jaga el sabio, quiso desquitar su ira en él, culpándole de las cosas por las que sufría.

– ¡No puedes salvarlos a todos! Debes dejarle ir.

– Sólo intenta detenerme, amenazó.

De súbito se levantó y al observar el guante, cuya piedra brillaba intensamente, comprendió rápidamente su propósito, quería destruir su pendiente lunar, única manera de encontrar a Pumyra, cuando Cheetara y Tygra fueron a verle para hablar más relajados, el guante y la espada salieron despedidos cayendo a las piernas de Tygra. Un agitado Lion-O salió con una mirada furibunda, respiraba atropelladamente, presionando una cosa que brillaba con una luz blanca en su mano derecha.

– Si alguien pensé que no me subestimaría serías tú, pero veo que me he equivocado, le dijo a la espada y al guante, que perdió ese color rojo intenso.

No se detuvo a mirar que intentaban, dejando la espada arrumbada ante los pies del tigre que la recogió, se dirigió hacia la parte interior del campamento, apartando a los vigilantes que le recibían de mala gana, aunque evitaban una confrontación directa.

Regresó al campamento con una montura a sus espaldas que cargó con provisiones, seguido por dos encapuchados que parecieron embelesados al ver al príncipe Tygra, uno de ellos saludó a Wily Kit que estaba en una situación incómoda, jalando de la mano a su hermano.

– ¿Qué pasa, por qué has tirado así la espada?

– Tú quieres dirigirlos, ¡hazlo!

– ¿A dónde vas?

– ¡A buscar a Pumyra!

– ¡Lion-O! Tygra le agarró a su montura de las bridas, este amenazó con echarle encima el animal.

– ¿No piensas luchar con nosotros? Panthro se quedó pasmado.

– Ya lo dijo Wily Kat, pueden hacerse cargo de sus problemas solos.

– No puedo creer que hagas esto. Dijo Tygra.

– Ya somos dos. Alzando la fusta, obligó a su montura a avanzar, soltándose del tigre que asumió una cara desencajada como el resto del grupo. Sin esperar a que Cheetara saliera de su estupefacción, Tygra no la dejó ir, aunque ella parecía más confusa que dispuesta a seguirle, los dos encapuchados, quienes se delataban por sus pies, no dijeron una palabra, siguiendo al joven rey obsesionado con una chica muerta que le había sido desleal, por eso es que había puesto la vida de tantos en un peligro inmediato, por un capricho.


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En algún lugar del bosque negro
Tiempo después

Querer mirar el rostro de Pumyra, incluso a esa distancia, hizo que latiera su corazón con fuerza inusitada, pero no estaba a la vista y sintió un poco de alivio, Cougara le jaló del hombro para sacarle de su estado, estaba tan nervioso que aferraba con fuerza la espada de madera que Hattanzo le había dado, luego de que la hecha de acero fuese destruida.

– Nos quedaremos aquí, el patriarca no estará de acuerdo en que nos involucremos, esto va más allá denuestras posibilidades. Cougara le ignoró, pero Lion-O se negó.

– Unrick tiene razón, involucrarse en este conflicto sólo les pondrá en la mira de ese monstruo. Cougara bajó la mirada haciendo señas, indicando que le esperarían.

– Te lo agradezco, si no lo logro regresen sin mí, no pongan su vida en peligro innecesariamente. Ella le dio un beso en la mejilla, haciendo un gesto, Lion-O hizo que Unrinck le llevara de la mano para bajar por una de las enredaderas por las que habían subido, la lluvia comenzó de imprevisto y no fue fácil descender para Unrick y Cougara, que continuamente resbalaban de una asombrosamente dura pared, que daba la apariencia de ser de un material más suave.

Una de las razones por las que no deseaba ir a esa batalla absurda, era que sus garras no parecían ser capaces de asirse a la superficie y si no lograba mantenerse de pie ni maniobrar, una espada, por muy poderosa que fuese, no le serviría de nada y eso pondría en riesgo a otros que estarían pendientes de cada paso que diera y por lo que veía, no sería la única persona que tendría esos problemas.

Por fortuna, Tygra pensaba realizar un ataque limitado a derribar un cruce entre el desierto y las tierras interiores, eso podía hacerse desde las laderas lanzando bombas con un tino adecuado, dado que era un puente muy estrecho, si tenían problemas podrían usar a las aves para poner las granadas sin apenas riesgo, fuera de tener que cubrirles y revelar su posición, cosa que no era un inconveniente, pues a sus espaldas los bosques les protegerían, siempre y cuando no fueran en gran número.

Había una incertidumbre creciente en su interior, pero tenía que confiar en la asombrosa capacidad de su hermano para no fallar, para hacerlo todo en el primer intento sin apenas esfuerzo, a diferencia de él, que no lograba entender una verdad aunque la tuviese a un palmo de distancia

El lugar era un peñasco cuya parte superior se delimitaba una superficie circular casi perfecta, como un madero de bambú rodeado de un cono invertido. Multitud de entradas excavadas en la roca daban a un surco en espiral que subía todo el camino, donde instalaron andamios y sistemas de poleas con cargas para levantar una gigantesca mole de piedra blanca que yacía recostada en uno de los transportes de suministros.

Se esmeraban en sujetar las pesadas correas de cuero, sopesando la intensidad de la lluvia que a momentos arreciaba, uno de ellos se resbaló mostrando parte de su cuerpo escondido por gruesas ropas... era un felino, más que eso, un tigre.


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Camino entre el desierto de las arenas movedizas y el bosque oscuro

La explosión del transporte de los lagartos les tomó con la guardia baja, tanto, que entre el humo y las estelas dejadas en el aire, mostró a quienes quisieran ver su llegada, una señal muy clara del lugar, la lluvia amainó, así que la vista era franca a cada lado de los riscos y los disparos cayeron indiscriminadamente sobre ellos tal si fuera una lluvia secundaria a la primera.

Tygra supo que se había roto la línea ofensiva cuando las aves soltaron los explosivos por el miedo de estrellarse y estos rebotaron por las paredes hasta caer al vacío sin tocar los vehículos que estaban sobre un puente de roca natural, mismo que parecía frágil, pero que soportó la explosión que acabó con la vida de varios perros y aves que bajaron al fondo para robar el cargamento de rocas de fuego, eso había conmocionado al comandante Tygra, que en un movimiento desesperado, inutilizó uno de los vehículos cercanos a la entrada de la gruta con su rifle, esperando que los enemigos no se precipitaran hacia ellos en cascada, aunque los transportes del convoy se habían detenido solos a opinión de Panthro.

Cheetara corrió para buscar una manera de auxiliar a los heridos, al saltar un gran boquete, mismo que fue abierto con explosivos para extraer la primera nave con combustible a la vista, resbaló para caer derrapando sobre la durísima roca anaranjada que le lastimó la pierna, se empujó con su báculo que se extendió violentamente generando pliegues de madera que se rompieron sin hacer mella en la superficie, hasta que descansó sobre una punta, Panthro logró asirla con su brazo neumático que se estiró varios metros de distancia.

– ¿Estás bien? Panthro la recibió en sus brazos.
– No hay nadie manejando los vehículos.

– ¿Cómo que no hay nadie? Tygra se giró alcanzándola. No hubo palabras de respuesta, inmediatamente estuvo sobre la colina, una lluvia de ráfagas de plasma convirtió el lugar en una humadera.

– ¡Dobo! Panthro vio a su amigo recibir un disparo en uno de los costados que atravesó el estómago de Bejira, quien yacía como muerto.

– ¡Kit, Kat, lleven a los heridos de regreso a Avista en su bolsa!

– ¿Y las bombas?

– ¡Olvídenlo! No tenemos tiempo que perder, debemos salir de aquí. Panthro ordenó.

– Pero... no podemos, debemos... continuar o será una derrota. Tygra se quedó enmudecido. Los elefantes fueron los únicos que se quedaron para ayudarles, lanzando pesadas piedras al otro extremo de los profundos cañones que rodeaban los riscos, los gladiadores, al ver caer a su líder, se desbandaron con las demás aves.

– Vive este día para pelear otro. Aburn señaló a los vehículos en el fondo, que apilaban centenares de falsos soldados construidos con palos y paja, cubiertos de telas usadas para guardar granos de alimento.

– Déjalo chico, es claramente una trampa.

¡KABOOOM!

Un sonido terrorífico provino a sus espaldas y de los gritos de los fugados pudo reconocer los chirridos de los pasos de bestias mecánicas que se alzaban varios metros sobre los árboles, derribándoles como palillos, esos robots de batalla de los lagartos que de alguna manera habían sido ocultados frente a sus narices.

– ¡CORRAN! Alcanzó a decir uno de los pocos perros que se habían quedado a luchar, disparando su rifle para cubrir la retirada de sus compañeros, una mole metálica se alzó sobre la pendiente, surgida de uno de los vehículos estrellados y un momento después, accionó su arma de plasma, vaporizando al perro en una luz verdosa intensa.

– ¡Nooo! Tygra gritó lanzando una granada y disparando con su rifle a uno de los nidos de enemigos que era ocupado por una nueva tanda de lagartos.

El Warbot retrocedió con la fuerza de la explosión hacia atrás, pero parecía ser inusualmente resistente, sus largas manos se agarraron de la piedra, escalando lentamente.

En un esfuerzo enorme, Cheetara concentró su poder hasta el límite de sus capacidades, empujándole por el risco, hasta que se formaron centenares de hebras de madera que le inmovilizaron temporalmente, pero donde había uno, otros dos se levantaban lentamente de las plataformas de transporte que se distribuyeron por el puente.

– Todavía puedo hacer mucho, dijo la clérigo.

– ¡Ve con Wily Kit si no puedes moverte...! Con determinación se reincorporó sola.

– No iré a ningún lado sin ustedes.

– Pero... y mirando a los otros felinos, ellos estaban de acuerdo, pelearían juntos. Tygra no podía hacerse invisible en ese estado de conmoción y Panthro se hizo cargo de dirigirles.

– Aburn, tú puedes ayudar a Dobo y Bejira, será mejor que entres a la bolsa con los demás elefantes.

– Necesitarán nuestra ayuda amigo Panthro.

– Les será difícil el camino de regreso, por no decir que son un blanco lento y grande demasiado apetecible.

Estaban en el centro de una batalla, Panthro debía tomar una decisión, aunque se volvió para intentar hacer que Tygra regresara a sus cinco sentidos, agarrándole con fuerza de los brazos y zarandeándolo de los pies a la cabeza.

– ¿Qué hacemos ahora príncipe? Preguntó al felino que estaba completamente sobrepasado por la situación.

– Yo...

– Él quiere decir que debemos recomponer las líneas, agruparnos, yo iré a avisar a los que pueda, seguramente muchos se han extraviado, dijo Cheetara asentando su pie, haciendo ver que no sentía dolor, separándose de Tygra para probar su velocidad.

– Eso es razonable ¿qué dices príncipe, tal vez es tiempo de usar esa espada para variar?

– Sí, hagamos eso. Wily Kit y Wily Kat prepararon su deslizador.

– Nosotros ayudaremos también ¿puedes aguantar amigo Dobo?

– ¡Hazlo! Yo estoy bien, no podemos preocuparnos por un muerto. Dijo señalando a Bejira que no daba signos de vida

– ¡Ran-kin-bass! Ladeó la bolsa para mágicamente jalarlo dentro.

– Es su turno Aburn. Wily Kat llamó a Aburn que no parecía muy convencido, pero tenía sus propios heridos y las otras opciones eran peligrosamente arriesgadas.

– Muy bien.

Huyeron por los bosques para evadir el encierro que querían lograr los lagartos, Cheetara no había llegado, como tampoco los niños, pero sabían que estaban vivos, pues las aves eran claramente dirigidos por ellos a un punto donde las rocas les cubrirían.

Cheetara ordenó a las aves que no dispararan si no tenían el objetivo en la mira, Panthro reunió bajo su mando a los perros y lanzó varias minas en un cerco semicircular, habían perdido a más de cien personas y tenían decenas de heridos. No había lagartos en tierra, lo más extraño, aunque nadie se quejó, los armatostes disparaban indiscriminadamente evitando que regresaran a Avista, pero no se esmeraban en ser eficientes, evitando lanzar los proyectiles de sus hombros.

– Tal vez nos quieran capturar con vida. Dijo Tygra.

– Eso o quieren concentrarnos en un único punto, pero me preocupa otra cosa.

– ¿Qué?

– Y si en realidad no quieren que regresemos a Avista.

– ¿Por qué querrían hacer eso?

– Si lo supiera, no estaría en este embrollo.

Cheetara brincó las rocas para salir ilesa del fuego de un disparo.

– He llamado a las naves para que me sigan a este punto, necesitamos cubrirlas. Eso significa que tendrán que exponerse, pero no nos queda otra opción, Tygra lanzó una bengala de humo rojo.

– Bueno, podemos agradecer que esas cosas sean tan lentas para hacer nada, las rocas nos darán la suficiente cobertura.

Y era cierto, los rayos daban con las sólidas rocas que apenas si eran afectadas, como hecho por el efecto de un sortilegio, lo que fuese, no eran rocas normales.

– ¿Sabes cuantos no han vuelto?

– Los cachorros están del lado contrario General, nos dirán eventualmente. Pero los cachorros no trajeron más de unas cuantas aves, algunos llenos de pánico de salir a la luz del claro, a donde los sacarían para juntarles con el resto.

– Creo que casi perdimos la mitad entre heridos y muertos, fue un error querernos llevar ese vehículo, fue un error traer a tantos voluntarios. Panthro se llevó las manos a la cara.

– ¿Un error? Es su culpa… Tygra no parecía tener su mente en otro lado, atribuía su fallo a Lion-O. Panthro y Cheetara intercambiaron miradas y no dijeron más.

– ¡Ya vienen las naves!, dijo sonriente Wily Kit que descendió del deslizador que estaba lleno de hoyos al no poder pasar el fuerte cerco de los atacantes, llevando a su hermano en su deslizador, pero la cara de Wily Kat decía otra cosa, todos ellos giraron al lado contrario, escuchando el sonido del aire romperse frente a docenas de proyectiles que hicieron blanco, elevándoles por los aires, mientras sus naves de evacuación se convertían en virutas de fuego, las aeronaves de los lagartos habían arribado para sumirlos en un estado de desesperación, que Tygra ya padecía.

El olor de una derrota y posiblemente, su fin, se mezclaba en el ambiente frío de la región.

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Momentos antes a varios kilómetros al Oeste

Era indudablemente un felino de aspecto corpulento, pero lo que más le sorprendió era de hecho el pelaje de sus brazos, uno de sus compañeros le ayudó a incorporarse.

– Estúpidos felinos, no hacen nada bien, apesta tanto a gato que puedo sentirlos a un palmo de mi nariz, dijo un lagarto que asomó su cabeza justo arriba de donde Lion-O estaba refugiado.

– Lord Mumm-Ra parece preferirles, ya sabía yo que no era de confianza, una vez esos gatos inicien el ataque dejaremos caer las bombas incendiarias sobre ellos.

– Khamai dijo que únicamente los mantuviéramos alejados.

– Me importa un bledo lo que diga, además, esa momia no se molestará, sólo quiere que no lastimen a su precioso león, te lo digo, desde un principio el maldito ha jugado con nosotros, por eso no dejó que usáramos los aviones en Thundera, por eso le dejó escapar.

– A mi únicamente me interesa mi parte del botín, estas semanas he pasado tanta hambre que las tripas se me están pegando.

– Después de hoy tendremos lo suficiente y ese perro faldero de Slithe tendrá que aceptarlo.

El joven rey no podía comprender a qué se referían con que Mumm-Ra no quería lastimarle, Ro-Bear-Beebo se movió en su bolsa de viaje y Lion-O que esperó pacientemente, preparó los explosivos, pero al ver que su pequeño amigo no podría llevarlos sin ser descubierto, señaló las tapas de las aeronaves.

– Me encargaré de los explosivos, tú has lo que puedas, pero no te arriesgues, Ro-Bear-Bill me cortará la cabeza si algo te pasa. La boca del berbil se iluminó como respuesta, convirtiéndose en pelota.

No fue difícil poner los explosivos, pues los lagartos no tenían un entrenamiento militar muy rígido, constantemente estaban hablando entre ellos o intercambiando su guardia para ir a buscar alimento, supuso que el lugar más idóneo, era el sitio donde los misiles estaban dispuestos sobre su tándem, no tenía un temporizador como las granadas de los lagartos, que podían pasar varios minutos antes de que estallaran o en modo de espera hasta que detectaran a un enemigo aproximarse, en cambio se ajustaba el tiempo con una perilla y se jalaba el perno para lanzarse, tuvo que pensar una manera de usarlo, la solución fue una pequeña cuerda unida al perno, para que en el momento que el mecanismo que liberaba el misil se activase con el tiempo puesto a cero, el explosivo volaría la parte inferior del avión.

– ¡Maldita sea!, estas ratas me van a dar diarrea, dijo uno de los guardias que tiró al suelo un pedazo de carne cruda que cayó muy cerca de su posición, tenía un olor desagradable.

-Si tuviera dinero me iría a Lizarnia, el único que se lo pasa en grande es ese obeso general. Otro espetó con la panza vacía que de un berrido miró con buenos ojos el resto de carne que en un momento de descuido desapareció del suelo sin que nadie se diese cuenta, salvo Lion-O, que lo vio diréctamente.

– ¿Iremos? El guardia se aproximó dejando libre el camino a la otra tanda de naves.

– Una hora, si no alcanzamos un transporte nos quedaremos sin nada y no es como si pudiésemos quejarnos con nadie.

– Tomaremos las naves de esos tigres.

– ¿Y esa cosa que llevan? Parece demasiado importante.

– Supongo que tendremos que "extraviarlo" por ellos, ja, ja. Se rieron al unísono.

Lion-O bajó haciéndole señas a Ro-Bear-Beebo para que le esperase, la enredadera estaba mojada y temía caerse, se detenía cuando los lagartos miraban hacia arriba, lo que no servía demasiado, pues la lluvia les impedía ver claramente.

Aquellos sujetos que trabajaban sobre esa mole de piedra no estaban por ningún lado, no se podía detener a pensar, bajó para colocar el resto de los explosivos, sin señales de Pumyra no había necesidad de contenerse.

"Lo que sea que quieras con esto Mumm-Ra, vas a tener que desearlo en tus sueños, porque no lo tendrás nunca." Pensó para sí, las diversas carpas puestas en el lugar estaban vacías de igual manera.

No tenía por objetivo asesinar a nadie o provocar heridas de consideración, deseaba darles la oportunidad de escapar. Ya fuera un noble pensamiento o su asco por ver más muertes, se detuvo a buscar un aditamento que los lagartos tenían en abundancia.

Su acto final sería provocar la confusión entre las tropas enemigas si estas usaban sus bengalas, como usualmente hacían para indicar la posición de un enemigo o enviar señales a otro grupo, no usaría una granada, en cambio un pequeño truco que aprendió de niño al caer en el.

Encontró el par de bengalas recorriendo los restos de una de las naves de los lagartos, no pensó que las fuera a usar de alguna forma, así que las pintó a placer y si picaban o no lo hacían, nada perdía con intentarlo.

Amarró el carrete al interior de la caja y en medio de decenas de bengalas rojas, resaltaba una de ellas en un amarillo chillante.

Ya no tenía explosivos, así que decidió volver para recoger a Ro-Bear-Beebo y descender por las enredaderas, hasta que oyó una voz conocida a sus espaldas.

– ¿No creíste que te desharías de nosotros fácilmente? Le dijo un felino muy alto de cabellera amarilla grisácea.

– ¿Unrick pero qué...? ¡ARGHHH! Sintió una marea electrizante que le recorría la piel, su cuerpo, subiendo hasta su cabeza, siendo tomado por unos brazos de mujer cuya seriedad no cambió mientras perdía la consciencia lentamente, era Cougara, quien le había aturdido con el cargador de una pistola de plasma.

– Ahora dime inmundo animal ¿Dónde has dejado la espada? Él desde luego no pudo responder a ninguna pregunta que el herrero formuló.

####
Tiempo después

– ¿Este es el poderoso león que tenía amedrentado a todo el ejército? Visto desde aquí el maldito no parece ser nadie. Lion-O despertó con la brutal patada de un lagarto sin recobrar la consciencia, sus ojos se abrieron levemente.

– Estos eran todos los explosivos, parece que no se esmeró mucho en ocultarlos, de haber explotado, el motor habría volado en pedazos, dijo el subalterno del primero.

– Así es mi atolondrado y enamoradizo rey Lion-O, compasivo con sus enemigos, por esta clase de tonterías nadie le respeta. Una voz que él reconoció, producida por esa única persona capaz de arrastrarle hasta ese apartado lugar en su búsqueda, ella desplazó su mano recorriendo su rostro.

– Pumy… Pu… ngh.

No podía articular palabras, intentó alcanzarla, pero los ojos fríos de Pumyra se mostraron, soltándole.

– ¿Son todas?

– Ya lo he dicho miserable thunderiana. El sonido atronador en el horizonte de la valla no pareció importarle a Pumyra, ni el sonido de las naves de los lagartos despegando.

– Parece que alguien ha hecho planes por su cuenta, dijo encañonada por el lagarto. Al fondo, Lion-O pudo a ver a Ro-Bear-Beebo, cuyos ojos parpadearon, dirigirse discretamente hacia él.

– Es tiempo de que las cosas cambien por aquí, no serviremos más a los malditos gatos, mi gente y yo tomaremos las naves, haremos cosas más productivas con ellas.

– ¿Gente? ¿Cual gente? Uno de los lagartos se dio cuenta que sus compañeros de armas tenían una postura anormal, hasta que observó que eran levantados por seres invisibles.

– ¡Es una trampa! Corrió hacia las carpas para desaparecer luego de un grito ahogado, el lagarto que los dirigía se giró para ver a su gente caer de la orilla del peñasco, él disparó multitud de ocasiones y al regresar a ver a la felina, una daga se le clavó en el pecho.

– ¿Trampa? Absurdo viniendo de un tramposo, lo siento, pero estos transportes ya tienen un mejor uso. Y dicho esto, llevó al líder hasta la orilla del peñasco, impidiendo que disparase, mostrandole una fuerza inusitada.

– Piedad.

– Debieron pensarlo cuando me dejaron morir bajo las ruinas de Thundera. El cuerpo del lagarto descendió libremente hasta desaparecer entre la oscuridad. Pumyra escupió, limpiando la sangre de su daga.

Una multitud de sombras aparecieron frente a ella con capuchas largas y grandes rifles de asalto en sus manos.

– Lady Pumyra, hemos eliminado a todos los lagartos en la zona, hay uno que se esconde en la tienda de suministros, nada que sea de importancia, los lagartos rebeldes están atacando las posiciones al Este.

– Asegura la estatua, es lo único que importa, si se destruyen entre ellos, mejor para mí.

– También nuestros guerreros han asegurado a ese monstruo mecánico en las grutas ¿qué hacemos con él?

– Nuestro amo decidirá, llévenlo con los demás prisioneros, transportaremos la espada ya este imbécil con nosotros, claro, si es que tenemos una, Pumyra lanzó una indirecta al herrero que no se atrevía a regresarla a ver.

– ¿Sabes algo de ese mapache ladrón?

– Me temo que no, su rastro desapareció en la ciudad de Khan donde le quitó la daga a ese albino imbécil, los pueblos y posadas aledaños están bajo nuestra vigilancia, si asoma la cabeza lo tendremos, le mataremos.

– ¡No!, tráelo ante mí, será un perfecto voluntario y no seas muy duro con el chico, el amo tiene planes para él.

– Como desees.

Pumyra con una actitud fría, observaba el collar que llevaba Cougara en su cuello, uno de los felinos que le susurró algo al oído, hizo estremecer de los pies a la cabeza a la herrera.

– Lo sé, déjame eso a mí. Le respondió para hacer que sus otros compañeros abordaran sus naves.

– ¿Y bien mis leales aliados? ¿Donde está la espada? Unrick vaciaba la última bolsa y no encontraba lo que él imaginó era el contorno del guante felino.

– Estaba seguro, lo palpé esta misma mañana en el campamento, al no encontrarlo regresé, lo juro, debió de esconderlo en alguna parte. Pumyra sonrió como si no le importase.

– Te creo, sólo quiero que me respondas algo, acariciando el collar en el cuello de Cougara, Unrick intentó alcanzar su mazo, pero fue golpeado brutalmente por uno de esos sujetos que podían hacerse invisibles a voluntad.

– Así qué dime mujercita, ¿cómo obtuvieron el collar? verás, uno de mis soldados fue asesinado, dejado sin su cabeza y precisamente le faltaba un collar.

– Nosotros no sabemos nada, el rey, fue él quien nos lo dio. Respondió Unrick

– Alguien está diciendo mentiras, cambiando su rostro por uno furioso, pateó a Unrick ya Cougara, que solo se cubría con las manos.

– Lo juro, no sabemos nada.

– ¿Piensas que no hemos estado vigilándole? Él no traía ningún collar cuando les encontró.

– No, le aseguro que él lo llevaba.

– Y la espada desde luego no la han escondido, porque estos tigres han escuchado que ustedes piensan que les pertenece. Eso hizo que Unrick abriera el iris de sus ojos blanquecinos en todo su diámetro.

– No es verdad… Unrick no sabía que más decir.

–Sabes herrero, te creo, por lo menos la última parte, aunque mis amigos están realmente dolidos, así que tu trato… no sirve más, tampoco puedo protegerte de su furia. Los encapuchados alzaron el mazo del herrero.

– E-esperen, dicen la verdad... dijo casi inaudiblemente el joven rey que yacía en el suelo con unas esposas en sus manos por la espalda, no le fue sencillo levantarse, arrastrándose hasta que se interpuso protegiendo al felino que se sorprendió.

– ¡Tú le mataste maldito león!, el tigre le agarró de manera violenta, las lágrimas empezaron a brotar de las cuencas de sus ojos, mirando a Pumyra.

– No seas tonto, el chico miente para protegerles, no sería capaz. Se burló ella.

– Déjales ir, ellos no tienen nada que ver con esto, el collar lo tenía yo y la espada la tiene mi hermano Tygra, al escuchar el nombre de su hermano el musculoso felino le soltó, miró igual a Pumyra que estaba en silencio, apuntando una pistola hacia Cougara.

– Por favor Pumyra, tú no eres así.

– ¿Y tú qué rayos vas a saber sobre cómo soy yo? ¿No eres capaz de ver que estos dos te entregaron sin dudar un instante? Cielos, eres patético, al menos yo era un topo desde un principio, se ve que no aprendes.

– No tienes que desquitarte con ellos, sólo quieren comida, no son tus enemigos. Esa intensidad en su mirada, el fuego de sus convicciones le hizo dudar de si matarle o dejarle vivir como su amo y señor solicitaba, su poder no era tan fuerte para controlarle en ese momento, podía decidirlo, para resolver esta confusión no tuvo que esperar, a lo lejos se escucharon unos ruidos atronadores.

– Creo que ha comenzado el bombardeo, uno de los tigres que tenía unos binoculares, hizo una seña con alarma y Pumyra miró a los ojos del que antes había llamado rey.

– ¿Qué demonios? A sus espaldas, el lagarto que se había escondido en la tienda esperando con su arma a que se introdujeran los soldados de Pumyra, estaba afuera sosteniendo una pistola de bengalas con un cartucho amarillo del que un largo hilo sobresalía, el tigre sólo vio a Unrick proteger a Cougara, mientras Lion-O, tomando por sorpresa a Pumyra que no disparó en ningún momento, la envolvió con sus brazos, libre de sus esposas, al darse cuenta el lagarto, supo que no debió haber agarrado el cartucho amarillo, supuso que era el más importante, para una ocasión especial, pero finalmente ni siquiera se disparó.

– ¡Protejan el cargamento, hagan...!

¡BROOOOOM!

La potente explosión llenó de fuego y cientos de bengalas a gran velocidad que daban golpes directos a los encapuchados que se quitaban sus prendas en llamas, el ensordecedor ruido cubrió las advertencias del soldado que era testigo de la manera en que las naves de los lagartos ardían en llamas y se venían al suelo, ni de como su cabeza se desprendía de su tronco y se precipitaba al vacio con un corte perfecto de espada, cuyo dueño se introdujo en la nube de humo, donde cegaría la vida a más de uno.

Pumyra en su interior, por el arte de la magia que le dominaba, supo que de alguna manera ese estúpido león lo había conseguido, ese maravilloso y astuto rey lo había logrado, superando sus expectativas, haciendo que su corazón latiera salvajemente, Lion-O no se preocupó en pensar porqué Pumyra le rodeó con sus brazos, ni si temblaba o respiraba atropelladamente, lo único que deseaba era protegerle con cada fibra de su ser, él solo sabía que le amaba y eso merecía cualquier sacrificio.

####

En ese momento a varios kilómetros

La aeronave comenzó a dar de vueltas sobre su eje y caer describiendo espirales, erró su blanco que se desvió varias decenas de metros, descendiendo sobre el bosque y no sobre el claro rocoso donde los perros, los avistianos y los thunderianos, se cubrían de los disparos de enormes robots de guerra que fueron envueltos en las llamas.

Fue muy extraño y sembró confusión entre los lagartos que avanzaban.

– Por los ancestros ¿qué rayos fue eso? Panthro agradeció su suerte, con todos los transportes destruidos por el fuego de metralla de los aviones enemigos, ese impacto pudo ser fatal, pero su suerte no detendría lo inevitable, quedaban decenas y decenas de aviones para terminar el trabajo, quienes descendían en picada para repetir la acción del segundo avión derribado, parecían empeñados en no dejarles ir, el destino de la alianza estaría marcado con el impacto de la primera bomba incendiaria que les diera de lleno.

Wily Kat tenía la pierna llena de profundas cortadas y las manos de Wily Kit estaban terriblemente quemadas, el deslizador en el que iban se desintegró cuando el motor se convirtió en una bola de fuego, parecía estar en perfecto estado, dado que no lo repararon no supieron claramente el motivo, aunque la evidencia apuntaba a que debió ser producto del golpe cuando casi se matan al sobrevolar a baja altura el bosque negro.

Tygra estaba en shock, Cheetara intentaba lo que fuera para mantener a los cachorros cómodos hasta que el final se acercara.

Horus había sido abandonado por sus guardias, su ayudante Vidicus se escondió lo más lejos que pudo de los thunderianos, pero no había ningún lugar a donde marcharse, el chirrido de los aviones descendiendo marcaban el fin y las explosiones fueron espeluznantes.

– Giran indistintamente al lugar que hacen la picada, una vez apuntan al blanco el avión se desvía. Panthro decía cosas sin sentido riendose.

– ¡Maldito chico idiota, eso ha sido genial! Cheetara y Wily Kit miraba al general sonriendo, mientras otra atronadora tanda de explosiones se sucedía.

– ¡¿General?! Cheetara preguntó desconcertada.

– ¿No te das cuenta? Ellos apuntan hacia nosotros, pero el avión entonces se desvía indistintamente al lado opuesto y se estrella, por tanto cae cerca de los que no estén en el punto del ataque, que no son otros que los lagartos, es magnífico, no se me habría ocurrido ni en un millón de años.

– Estás delirando. Su cara llena de hollín fue poseída por una risa rayando la locura.

– Pero que va, este es el momento que estábamos esperando. Tomando un rifle llamó a los perros que no se movieron llenos de terror.

– ¡General, general! ¿A dónde va? Pero Panthro estaba histérico.

– No lo ven, se están retirando, saben que algo está mal con sus naves, lo ha conseguido. El humo era tan intenso que no se podía ver u oír nada, no supo cuantas naves cayeron, por lo menos la mitad hasta que el resto desistió regresando por donde vinieron.

Cheetara lo supo cuando al acercarse a la orilla de las piedras, las llamas que consumían parte del bosque formando un círculo casi perfecto, alejaban a los lagartos y sus máquinas, sonrió y supo que todo estaría bien.

Tygra desprevenido de los efectos que el guante pudo tener sobre él, salía de su confusión, Cheetara iba a besarle a decirle que era un milagro.

– ¡Maldito seas, maldito! Tygra se agarró de la cabeza en un rictus de dolor, no se culpaba a sí mismo, le culpaba a él, al hermano que al salvarle la vida, le había nuevamente arrebatado la gloria y eso decidió muchas cosas, mientras ella le miraba con profunda desilusión.

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En ese mismo instante
Cougara a pesar de su negativa, fue arrastrada por Unrick, que tomó una de las naves anillo de los soldados de Pumyra, él sabía manejar la tecnología y su traición no era un acto tan inocente o dictado por las circunstancias como se podía apreciar en una primera instancia, pero a Lion-O no le importó, intentaba con todas sus fuerzas arrebatar de la oscuridad a una persona tan preciada para él.

– Ven conmigo, te prometo que será diferente, te prometo que jamás dejaré que otro felino sufra por mi culpa, si tu regresas no habrá quejas, te necesito, necesito que entiendas que puedo ser el rey que esperas.

– ¿Y piensas que será tan fácil como eso, que nadie se quejará por ti?

– No me importan los demás, solo sé que sin ti no puedo. Pumyra no parecía pensar con claridad, parecía confundida, Lion-O le abrió su corazón a base de expresiones cálidas y acciones héroicas y aunque ella podía apreciar la sinceridad de sus palabras, eso no cambiaría en nada su determinación, ni el profundo odio que por él sentía.

– No habrá perdón.

– No hay necesidad de perdonar, yo no te culpo de nada.

– Mhm, hm, aja, ja, ja... Pumyra comenzó a reírse de una manera terrible, como si estuviese demente, agarrándose la barriga, doblando su cuerpo, hasta el punto que parecía llorar envuelta en desesperación, Lion-O fue empujado como respuesta.

– ¿Pumyra?

– Dime Lion-O, me devolverás aquello que he perdido.

– Lo que sea, incluso si mi vida va en ello, pero por favor, regresa a mi lado.

– Me devolverás al bebé que llevaba en el vientre.

– ¡¿Qué?! Eso que dijo Pumyra pareció no poder ingresar en los oídos de Lion-O que comenzó a temblar, ella avanzó con seguridad.

– Si lo haces lo consideraré… pero no puedes ¿Crees que he hecho todo esto por ti? ¿Que he dado la espalda a Thundera por un chico idiota que se deja engatusar por cualquiera?

– Pero dijiste...

– ¡Yo siempre he estado dispuesta a morir por mi patria, estúpido imbécil! Lo he hecho porque al momento de morir, al momento de caer en batalla, estaba embarazada...

– ¡No…! la expresión del rey era difusa, incapaz de controlar la impresión que se apoderaba de su cuerpo.

– ¿Quieres saber el nombre del padre? La impresión de Lion-O, era que estaba relacionado a la familia real, no podría ser su hermano, hasta que la imagen clara llegó a su mente.

– Sí Lion-O, era de tu padre, el rey Claudus.

Lion-O dio dos pasos hacia atrás, su quijada temblaba, parecía saborear un objeto metálico oxidado en extremo desagradable.

– No, tu estas mal, mi padre no...

– Estaba preñada de tu padre, ese padre que me prometió convertirme en reina, el padre que me tomó por mi belleza cuando descubrió que era una mujer disfrazada de varón, una mujer que pasó varios años en el ejército sirviendo fielmente.

– ¿Entonces tú...?

– Fue una actuación, lo que demostraría mi valía, la persona que buscas nunca ha existido, no me gustan los niños, pero Mumm-Ra consideró que sería la manera adecuada de agradecerle a tu padre por su traición.

– ¡No! Mí padre no te traicionó, fue muerto por Mumm-Ra.

– Él dijo que anunciaría al mundo nuestro compromiso, ¿y sabes por qué?

Lion-O se quedó en silencio, sin hablar.

– Él no te quería como rey, pensaba que no lo merecías y como no podía ser el príncipe Tygra, su favorito, una nueva reina y un nuevo heredero de una mujer fuerte harían la diferencia, te habría hecho lo mismo que al general Panthro, le expulsaría del reino, pero para mi pesar, regresó Grune y eso levantó las expectativas de mucha gente, yo fui expulsada de palacio sin misericordia, desconsolada, iba a tomar mi vida ese mismo día, fue cuando el ataque ocurrió.

– ¿No te importó nunca servir a ese monstruo? Él fue responsable de la destrucción de nuestra nación, nuestra capital.

– Él no me abandonó, ni lanzó a la calle cuando puse mis esperanzas en su honorabilidad, ni me embarazó para luego repudiarme. Mi amo y señor Mumm-Ra me ha dado el lugar que merezco, Con lágrimas en los ojos ella continuó torturándole con sus emociones deshechas.

– ¿Crees que podría hacerlo con un niño como tú, alguien que da pociones mágicas a las chicas, un amigo de los lagartos? Él me tomó desde el primer día Lion-O, sabía quién era y cuáles eran mis ambiciones, tú en cambio no ves a un palmo de tu propio ego, ¿o sigues pensando que derrotaste a su Sycorax con las pociones de ese viejo wolo?, él ve a través de mi, es por eso que nunca hubo nada que él no quisiera entre los dos, es por eso que yo le amo ya ti sólo te desprecio.

Pumyra le estaba diciendo una gran verdad, una que siempre supo, peor, que se negaba a aceptar, la daga de Pumyra relucía fuera de su cinto, él no iba a defenderse.

– Una vez acabe contigo Lion-O, instauraré un verdadero reinado que vaya acorde con el honor y la rectitud, no la podredumbre de los leones, ustedes deben desaparecer.

Lion-O había dejado de escuchar a Pumyra, ahora las cosas tenían sentido, estaba en un estado de absoluta ingravidez, ella alzaba su cuchillo y decía muchas cosas más, no supo quien hasta que pasaron unos segundos, los secuaces de la felina decían que veían de regreso a los lagartos, que al no poder comunicarse con sus compañeros las cosas serían difíciles para ellos sin naves de combate propias.

Pumyra nada de eso parecía importarle, únicamente la sangre que salía del pecho de Lion-O, quien miraba a un encapuchado, un tigre albino no más grande que él, que al asomar su cara con una expresión que expelía un odio muy puro y sin pensárselo dos veces, volvió a disparar.

– ¡Bengali!, fueron las palabras que salieron de su boca haciendo que su asesino titubeara, no sabía cómo, pero conocía su nombre sin siquiera conocerle, en vez de sentir enojo o miedo, le dio mucha pena.

Su cuerpo se sumergió en la oscuridad de un foso, era como caer de una torre, unas alas blancas pasaron frente a él.

-¿Por qué no me dejaste caer en ese entonces, por qué? Dijo en un tono quebrado y poseído por la desesperación. Esa mujer, no respondió.

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Grutas bajo la ciudad muerta

Se despertó en su campamento, había una fogata y en su armadura estaban las marcas de dos disparos, no le había protegido, como su padre nunca lo había hecho. Las vendas de su cuerpo estaban muy apretadas, evitando que se reincorporase, estaba vivo, si a eso podía llamársele así.

Ro-Bear-Beebo estaba a su lado, caminaba para traerle una compresa de agua fría con sus cortos brazos. Habría sido un milagro que él fuese el responsable de que estuviese en ese estado, le había liberado de las esposas, pero cortar madera y montar un campamento iba más allá de sus posibilidades.

Supo de donde había procedido el collar, un misterio menos, recogió el campamento cuando se sintió mejor y sin saber cuánto tiempo había pasado, se sumergió en una oscuridad tan llena de penumbras como su propia alma.

La verdad no era dulce, era amarga como la hiel, aunque no tenía un estado de ánimo particularmente agrio, sólo estaba en el hastío de una vida llena de sinsabores.

No le molestaba la oscuridad, era incluso reconfortante, ese lindero parecía ser un lugar magnífico para olvidar, no supo como perdió la consciencia, pero nuevamente despertó en un campamento con una fogata encendida, Ro-bear-beebo le miraba comer y él bebiendo una especie de combustible producido por las frutas dulces que sembraban en sus tierras.

Así pudo contemplar cosas en las que no había reparado en un inicio, como esas estatuas blancas con las caras destrozadas, muchas de ellas en una postura en que parecían llorar, las que estaban reclinadas sobre sus rodillas y aquellas que parecían tener un objeto en sus manos que se les había arrebatado, representaciones de madres llorando a sus hijos o celebrando su nacimiento.

Bases de casas, restos de pórticos y escenas fantasmagóricas del pasado del mundo se alzaban por conductos que pudo categorizar según las dimensiones de la entrada, como avenidas, barrios y palacetes.

Unrick dijo que el clero destruyó todo eso, no podía fiarse de las palabras de un mentiroso, pero destruir cada una de esas numerosas estatuas suponía una tarea suprema de odio, una muy dedicada.

Al escalar por uno de los ductos donde habían dejado una cuerda para el descenso, Lion-O se abrió las heridas de las vendas y al salir del pozo empleó casi una hora en reemplazarlas, perdiendo la fe en que Ro-Bear-Beebo se las cambiara.

No había nadie para recibirlo, siendo un sitio tan inaccesible, al apreciar la luz de la luna y del segundo mundo que asomaban por las copas de los árboles, no supo si estaba agradecido de haber conservado la vida, tenía frio y hambre, pero sobre todo un cansancio atroz, quería regresar a Avista a tenderse en la primera tienda que encontrara, pero cambió su rumbo hasta topar con los restos del combate que había tenido uno o dos días atrás, no había ninguna dignidad con ese tipo de armas, se llevaban la vida de una persona tan fácilmente que no podía entender su pasión de antaño hacia esa tecnología.

El camino y la gruta no habían sido destruidos, se mantenían intactos, abandonados, como un objetivo olvidado. Se arrepentía, no debieron siquiera considerar en caer en una trampa tan obvia, el mismo engaño empleado en Thundera, demasiado bueno para ser cierto, lo gracioso era que la misma trampa que su hermano le enseño cuando niños, era precisamente en la que había caído.

Un enorme robot de guerra, más avanzado que aquellos usados para seguirles, fue dejado varado, su metálico pie estaba clavado deformado en la roca dura, impidiendo que avanzara, bajó por sus extremidades hasta pisar la superficie de la vereda de piedra anaranjada.

Los vehículos eran viejos modelos en los que se habían basado las naves de los lagartos, construidos de metal forjado y no con las técnicas de fibras orgánicas de los berbils, Ro-Bear-Beebo alzo sus manos y Lion-O le cargó para dejarlo en el suelo, convirtiéndose en una pelota, para meterse entre los escombros.

Las cajas que abrió estaban vacías y caían por la pendiente para deshacerse en el fondo, utilería en su mayoría, palos con colas largas talladas de madera y pintados en verde con una sustancia desagradablemente olorosa. Los lagartos se morían de hambre y habían pensado en robar a un ladrón, se preguntó sobre lo que Pumyra transportaba, eso sí parecía de extrema importancia, conocer su origen era vital cuando su destino era tan obvio.

– ¿Qué es Beebo? Preguntó al pequeño berbil, se apresuró a quitar los escombros, era una persona, un gladiador canino que yacía bajo los restos de un vehículo.

– ¡Está vivo! Comprobó con sus manos que tenía heridas y quemaduras en el cuerpo, su pelaje chamuscado, no era el único, varias aves y perros estaban malheridos, otros por desgracia estaban clavados en las afiladas rocas donde sus cuerpos aterrizaron, parecía que no habían regresado para comprobar si había sobrevivientes, un comportamiento que esperaría de los lagartos, no de su propia gente, el desprecio que tenían por otros que no fuesen de su misma raza le aterraba.

Disparó con la gran arma del Warbot casi al azar, no tenía idea de cómo se disparaba, fuera de una palanca y un botón de disparo, no sabía operar los controles, Hammer-Sung había dicho que la tecnología se asimilaba con solo tocarla, pero él no sabía nada de esa clase de armas, tocara lo que tocara.

La explosión se escuchó a lo lejos, hizo lo que pudo para liberar la pierna, lo suficiente para poder sacar el vehículo que estaba justo detrás.

El pie crujió, después de un tiempo, comprendió sin necesidad de una información insertada directamente a su cerebro, la manera en que funcionaba el robot, había sido construido para que cualquiera lo controlase y los pilotos lagarto no eran los más especializados.

Disparó tres veces más hasta que la gruta se fue aflojando, creando grietas a todo lo largo. Era ensordecedor el sonido, probó cada control hasta dar con los misiles por deducción, estaban integradas a la palanca de control, con un seguro cubriendo el botón de disparo, a esa distancia sería fatal, incluso para él.

Logró maniobrar el robot para que abriera sus piernas y quedara fijo sobre el camino, bajando para intentar echar a andar el vehículo de transporte. Hubiera necesitado a Panthro para controlarlo, porque chocó casi de inmediato, salir no fue sencillo, no tenía mucha agua para dar a los heridos, así que les subió a la parte de atrás, era muy pequeño para cargar a los perros, improvisando un camastro con ayuda de Ro-Bear-Beebo, que era capaz de crear hebras de acero para soldar fijamente los tubos que lo formaban.

– Están en mal estado, pero sobrevivirán si les llevamos pronto... no, tú eres muy pequeño para cargarlos, sería mejor si me ayudaras a manejar ese robot de allí, si logramos controlar el tiempo de disparo de sus misiles, derribaremos el puente y la gruta, el pequeño berbil encendió sus ojos y se aproximó al robot.

El vehículo pasó por el boquete que hizo con el cañón de plasma del warbot.

– ¿Has tenido suerte amiguito?, el berbil estaba conectado a la computadora del armatoste mostrando un contador, pero estaba dañado de un disparo.

– Bueno, supongo que algo se podrá improvisar. Armar las poleas de manera parecida a las granadas que llevó, no fue tan difícil como supuso, podrían ser lagartos en máquinas avanzadas, pero seguían llevando las viejas y confiables cuerdas y poleas, crear un seguro y una polea era una tarea de lo más simple, deshizo la palanca de control y sacó los cables del disparador, conectando uno de los extremos al perno de madera, al jalarlo haría contacto con el otro polo, cerrando el circuito, no supo como lo sabía, pero eso hizo, mantuvo presionado el botón selector y eligió los misiles, alejándose, la última polea se conectaba a la parte de atrás del aerodeslizador.

– Esto será digno de verse... a unos kilómetros de distancia, dijo con el temor de que algo fallase, pero todo fue como esperó, demasiado, pues luego de una poderosa explosión que rechistó en el cielo, los vehículos ardieron en una secuencia que hacía que se quisiera tapar los oídos, el mismo warbot generó un hongo de color rojo y naranja, con un centro brillante, que se podía apreciar a kilómetros, lo sentía por los cuerpos de los muertos, pero eran muertos y no tenía la intención de regresar jamás.

Parecía que había dado con alguna munición, pues los sonidos de explosiones no disminuyó, tal era el ruido, que parecía la guerra, el olor de los químicos le fue llegando a la nariz.

Fue encontrando las naves achicharradas, los pilotos habían saltado o estaban en sus asientos intentando salir, sus cuerpos ennegrecidos mostraban sus manos pegadas al armazón de los cristales que les protegían del viento.

– Eres increíble Beebo, no has dejado casi ninguna de pie, pero no hagas cosas así de crueles, Ro-Bear-Beebo se escondió en la bolsa de viaje convirtiéndose en pelota, apreciar los actos de los que era responsable no le gustó en absoluto.

– No voy a decirle a nadie, así que no tienes por qué alarmarte, yo sólo quería inutilizarlos, no es necesario parecernos a ellos.

Exploró el trayecto que parecieron seguir los demás, no llevó los cuerpos de los muertos, transportarlos requeriría tiempo, aunque no había por fortuna cuerpos visibles, se habían llevado a la mayoría, con los lagartos pasaba lo mismo.

Nunca más dejaría a nadie atrás por su arrogancia y fue descubriendo los cuerpos de otros heridos, de haber hecho eso desde un principio, Pumyra no habría muerto, su propia furia y dolor le hizo continuar hasta sacar al último.

Esos ojos se reflejaron con la luz de la lámpara que llevaba ese vehículo, le sorprendió más allá de todas sus expectativas, devoraba a un gigantesco jabalí, quien había sido víctima del fuego de los lagartos, el más grande hizo una mueca macabra, mostrando sus puntiagudos dientes, le miró fijamente un tiempo, hasta que un sonido de un aleteo, uno muy fuerte, le hizo cambiar de actitud, aulló para indicar a su grupo que jalaran los restos a la protección de la oscuridad del bosque, era un lobo gris con un lomo azul.

Al girarse, Lion-O vio a ese ser alado que ahuyentó al lobo, ese ángel que tenía una espada en sus manos, ella la arrojó en su contra sin que pudiera moverse, se clavó en la tierra... era su espada, la espada que esa misma mujer había destruido, tenía un aspecto diferente, el aspecto de una espada cuidada en la que se leía:

"Hattanzo te manda saludos y se disculpa por lo ocurrido, no olvides lo que te dije, no confíes en la espada"

– ¡Ahora, muéstrales cómo se comporta un verdadero rey! El ángel emprendió el vuelo, sin decir nada más.

– Hm, salgo de una para encontrarme a otra peor que la anterior. Ro-Bear-Beebo alzó las manos para que Lion-O le cargase, se preocupaba porque Snarf no hubiese comido a sus horas o si los cachorros estaban a salvo, se fue llenando de pensamientos bastante triviales, sabía que no podía estar pensando únicamente en Pumyra, debía enfocarse en lo verdaderamente importante.

La nave despegó lentamente y conforme se elevaba, guiado por la luz de las pocas tiendas de Avista, tuvo un deseo, el deseo de regresar y decir "estoy en casa", pero esa casa, no era Thundera.

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Mandora miraba esto sentada sobre la gruesa rama de un árbol de abedul al lado de Fedora, que no parecía convencida.

– Te lo dije, las cosas se pondrán interesantes de ahora en adelante.

– ¿No debimos destruir esa cosa?

– Lo intenté Fedora.

– ¿Y?

– Ni siquiera le hice un rasguño, lo que sea, debe haber sido lo suficientemente poderoso para soportar un sello clerical, por eso le enterraron en ese lugar infernal.

– Espero que tu fe en ese felino rinda frutos.

– ¿Qué…? Fedora bajó la vista ocultando su larga espada hachi y le dio la espalda.

– ¿Realmente te gusta tanto? Digo, porque me parece un espanto peligroso… quiero pensar… Mandora le miró con la misma extrañeza de siempre, sonrió y le dio un beso en la mejilla, lo que hizo que la guardiana se sonrojase.

– Sólo en tus sueños amiga, sólo en tus sueños.

– Al menos podrías decir que estoy haciendo puntos. Hizo un puchero que arrancó un arrumaco a su compañera.

– ¿Recuperarás la comida?

– No, la Superiora nos dijo que no interviniéramos y obedeceremos.

– Algo me dice que pasaremos algunas noches en esa prisión.

– Es el pequeño precio que pagamos por el cambio. Vamos boba, tenemos mucho que hacer, hablaremos de los puntos luego, dijo en un aire despreocupado alzando el vuelo, pero Fedora hizo una expresión muy triste, mirando a su amiga.

– Lo siento Mandora, no me dejaste otra opción. Dijo en voz baja imitándole.

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En Avista, noche, dos días después del ataque

Los heridos por fortuna podían manejarse con lo poco que habían dejado los lagartos, que se habían llevado la gran mayoría de la comida, destruyendo en el proceso medicinas y productos esenciales para las aves, como jabón y la arena que usaban para matar los parásitos que agarraban en ese paraje, las pérdidas más importantes eran los invernaderos, ese día no habría cena para la mayoría.

Tygra no salió de su tienda, humillado, no había sufrido ninguna herida, no estaba mal anémicamente, su ropa estaba en perfecto estado y eso le trajo un aura que apestaba a cobardía a los ojos de las aves, él sabía que no era su culpa, algo estaba mal, pero el problema no podía ser él, así como llegaron, las aves que le hacían la corte, se alejaron.

La emboscada resultó ser una manera de obtener su atención y atacar en masa por el Este, abrieron boquetes en las bodegas, se llevaron lo que pudieron, y cuando estuvieron satisfechos, se marcharon sin intervención de la guardia que prefirió ocultarse.

El príncipe podía culpar a su hermano, pero Lion-O no había regresado y todos ellos estaban preocupados, Wily Kat tenía una bolsa de hielo en la cabeza y su pierna le escocía, al menos no había muerto y Wily Kit era atendida por Aburn, que le daba amargas infusiones de hierbas.

– ¿No ha regresado aún? Cheetara que leía un libro médico, negó con la cabeza. Panthro entró a la carpa y tenía mala cara.

– Se han llevado hasta el agua, dañaron los generadores y han robado el poco thundrillium que teníamos, sabían dónde estaba todo, ellos fueron los que nos emboscaron a fin de cuentas.

– Y sabes bien lo que significa. Dobo, lleno de vendas hablaba con un cono en la cabeza, para que no se mordiera las heridas, Bejira tampoco la pasaba mejor, completamente sedado y con un cono lleno de su propia babaza.

– El maldito soplón ya debe haberse ido con esos reptiles, aunque eso solamente en el escenario más optimista, se sentó a lado de Cheetara.

– Hemos sido humillados, estoy preocupada por Tygra, es el que peor se lo ha tomado.

– Por lo menos tenemos la espada, si capturaron a Lion-O no podemos hacer mucho, pero con la espada...

– Eso es lo más estúpido que le he oído decir General.

– Hm, si al menos tuviéramos un vehículo podríamos ir de regreso y buscarle.

– Pero no lo tenemos, tengo la pierna hinchada como un globo y tú los brazos destrozados, Panthro se ajustaba la base de uno de sus brazos que tenía una pieza deformada de un disparo, mientras el otro, debido al peso que tuvo que soportar, dejaba ver fisuras en su diámetro.

– ¿Y Snarf? Pregunto Wily Kat.

– Sigue allí afuera, maúlla y corre de un lado a otro esperando una respuesta.

– Volverá, dijo Wily Kat, siempre lo hace, me dará una paliza entonces y yo la aceptaré.

– Pues más le vale, porque nos debe muchas explicaciones.

– ¿Ya te has vuelto una copia de tu novio o no conoces el carácter de ese chico? La clérigo bajó la vista.

– No he dicho eso. Las aves nos ven como unos idiotas, sienten vergüenza de habernos seguido, si él estuviera aquí…

– Claro, le hubieras dicho un montón de palabras bonitas y para cuando se diera cuenta, tirarías tu báculo de clérigo. Ofendida, ella quería gritarle, pero se rindió en llevar más lejos su argumento.

El largo silencio dijo mucho de sus relaciones y de la manera en que se volvían más ásperas, el desanimo rodeó al grupo, forzados a unirse por las circunstancias, unión que fácilmente se resquebrajaba con la presión.

Cheetara usó su báculo, creándole dos extremos sobre los que recargó ambos brazos, a manera de muletas, Tygra tenía un semblante amargado, así que su humillación era mayúscula.

– ¿Qué quieres, vienes a burlarte de mí?

– No seas ridículo, vine porque me preocupas. Le intentó tomar de la mano pero él se negó.

– No es mi culpa, la espada no funcionó, lo intenté, pero parecía... no quererme.

– Tygra, ella puso su mano sobre la amplia espalda del felino.

– No quiero tu piedad, ni tu conmiseración.

– ¿Por qué me apartas, estoy aquí para ti?

– ¿Y qué hay de él? Le dirás lo mismo cuando regrese.

– Soy una clérigo, es lo que se supone... Cheetara giró su cabeza al escuchar un corto pero contundente sonido.

– ¿Por qué te callas? ¿Es que te has quedado sin argumentos?

– ¡Shh! Preparando su báculo miró hacia la salida de la tienda, Tygra igual lo escuchó, algunas voces y chirridos, como susurros se escucharon, tomando su rifle, acompañó a la clérigo.

Las aves se detenían a mirar al horizonte, pare ser precisos al oeste, empezaban a avanzar al lado contrario.

"Destello"

La pelota de luz que se formó provenía de algún punto determinado del bosque negro.

¡BROOOOOOOOM! El creciente sonido de un bramido de explosión,  se escuchó claramente en todo el valle, las aves corrieron en desbandada hacia el interior de su ciudad.

“Cla-clan-clan” Le siguió el bamboleo de una cadena de explosiones que cruzaron la tierra, percibiendo las vibraciones bajo sus pies.

– Por los ancestros, parece como si fuera una batalla. Panthro tomó sus ninchakus, aunque luego de pensarlo un poco regresó por uno de los pesados rifles que le deformaron parte del brazo. Cheetara le alcanzó.

– ¿Acaso quieres que te maten? Pero en sus ojos en cambio se reflejaba el miedo de perder al general.

– Podrían haber supervivientes.

– O podría ser una trampa, dijo Tygra.

– Escucha cuando conviene a sus finos oídos, ¿o no, mi príncipe?

– Si no te gusta... ya sabes a donde te puedes ir. Panthro cerró sus puños.

– Seguro, seguiré ese Concejo, mejor solo que mal acompañado.

– Por lo memos yo no traigo traidores a la mesa. Panthro miró al príncipe con un semblante poco usual en él, Cheetera estaba en medio.

– Genial, no necesitamos ir allí a buscar guerra, ya la llevamos con nosotros.

– No sé porque me molesté en venir con ustedes, claramente no son la gente idónea para esta tarea.

– ¿A dónde vas?

– De regreso a la tienda médica, si quieren pelea, no me esconderé, prefiero pelear solo.

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Tiempo después

Así como las cosas se pusieron en plena noche, acabaron, los sonidos de aullidos de lobo se escucharon a lo lejos, seguido de una paz que siguió al natural chirriar de los pocos insectos que frotaban sus patas, los avistianos y perros que contemplaban la escena, se fueron aburriendo de ver el fuego a la distancia, iluminado por las lunas como un chorro negruzco a uno blanco, indicación de que el incendio estaba menguando.

Nadie quiso remarcar el hecho de que fuera en el mismo sitio donde habían sido humillados por las fuerzas de Mumm-Ra.

Cheetara se quedó sentada con sus manos sobre sus rodillas, Tygra como siempre en su actitud marcial. Cuando ella hundió su cabeza entre las rodillas sobando su pierna, él se acercó para intentar disculparse, después de todo ella era su mujer y no podía tener esa actitud, pero nuevamente esa mirada inoportuna en sus ojos, que le hacía sentirse invisible se mostró.

Panthro, se arrepintió de una actitud tan infantil tan pronto como observó a los cachorros en sus camas convalecientes ya su amigo Dobo incorporándose, listo para la acción, así que tomó un cañón de plasma arrancado de una nave enemiga, adaptado para dispararse manualmente, iba a usarlo con el primero que se asomara, una solitaria nave de transporte era su respuesta.

– ¡General! Gritó la clérigo que sólo pudo desviar el obús con la punta de su báculo, la nave inmediatamente sacó un largo chorro de humo, aterrizando entre la confusión de los presentes, se desplazó golpeando su panza contra el suelo arcilloso.

La tráquea del General regurgitó, el piloto, un chico de cabellera pelirroja y aspecto cansado se tocó la cabeza.

– Oh, muchas gracias General, ahora tenemos un transporte menos, dijo saliendo de asiento del piloto cuya parte superior de la cabina se había desprendido, era Lion-O, el así llamado; Señor de los Thundercats.

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Tiempo después

La sorpresa fue bastante plana, aunque la enorme pantera sostuvo al felino en el aire con sus gruesos brazos, las caras largas de Cheetara y Tygra caminaban junto a él que fue mirando el desastre, el Concejo lo pasaba mucho peor, pues la ciudad estaba en riesgo de desintegrarse, fue cuando parecieron recuperar ese aire complaciente con el chico que les ignoró la mayor parte del tiempo.

Horus el concejal parecía bastante fuera de sí y dado que no tuvo una respuesta, se pegó al séquito siendo seguido por su ayudante y espía.

– ¿Y bien, no vas a decir nada? Tygra dudó, pero su hermano le hizo el desaire de ignorarle como al resto.

El trabajo de los lagartos no era el hecho por un grupo de ignorantes y salvajes, crearon un agujero seguramente ayudados por ese monstruoso taladro que encontraron en la mina de piedras de fuego, la cal blanca y arcillosa era la misma de las grutas por las que él mismo viajó, había sido tallada en un tiempo no muy corto, posiblemente dos semanas.

Los hoyos en el casco de la panza de Avista subían hasta las cámaras donde metales nobles y diamantes eran guardados, el oro no tenía un gran valor por su abundancia, pues fue dejado y los diamantes, especialmente los más grandes, fueron sustraídos, no necesitaban los de pequeño tamaño, así que su objetivo no era la fortuna, sino la utilidad en sí de esos cristales duros como el acero.

La bodega de comida había sido su objetivo principal, debieron pagar con los diamantes el servicio de ese monstruo, así que Lion-O dedujo que la comida la necesitaban porque planeaban cruzar los desiertos y que no lo hacían por órdenes de Mumm-Ra.

Sin embargo, conocían los planos y sin otras fuentes que consultar, Vultaire debió ser el responsable indirecto de su situación, era el tipo de persona que cobraba los favores a precio de oro y el silencio es un precio a veces muy alto.

Cheetara vio al joven rey dejar algo que brevemente se iluminó en el suelo para desaparecer, al notar que le miraba disimuló.

Las aves se quejaban y dado que no todas se tomaron el tiempo de aprender el idioma de los felinos, ni el idioma de los moradores de las tierras exteriores que era una derivación del mismo, su chillidos contrastaban con la extrema calma del felino que no estaba allí para recriminarles nada.

Zira le atendía, vendándole uno de los brazos para ver que el otro estaba igual de magullado, Lion-O le hacía ver con gestos que no debería desperdiciar las pocas cosas que aún conservaban.

La enfermera le dijo que la medicina había sido destruida, aunque la verdad, era que a pesar de que las pastillas estaban fuera de sus frascos, aplastadas por los pies de los lagartos, podían reciclarse, el alto sentido de las aves por evitar tocar la tierra, convertía entonces una medicina perfectamente utilizable en una pérdida total.

– ¡¿Que quiere qué?! Zira alzó la voz.

– Nadie tiene que saberlo maldita sea. Lion-O se dirigió con rudeza hacia ella, apartándola cuando Cheetara se acercó.

– Pero eso es asqueroso.

– Necesitamos la medicina y no voy a tirar medicina en perfecto estado sólo porque se ha caído al suelo.

– ¡Pero eso es asqueroso! Las aves alzaron el pico, Lion-O ordenó a la ingente cantidad que le seguía a las bodegas, a que se quedaran fuera, pues pisaban las pastillas como si se tratase de inmunda basura.

– Necesito que tengas un poco de valor si estas son todas las medicinas, ponte en ello con los médicos, clasifica y limpia todo lo que sirva, no quiero que deseches nada.

– No soy una médico, no puedo... Lion-O le apretó el pico.

– ¡Hazlo te digo! Dijo en un tono más autoritario, alzando la voz. Tygra tenía una expresión confusa y antes de decir nada, se quedó con sus palabras en la boca, casi silbando, pues cuando parecía que su hermano se dignaba a prestarle atención, alzó las manos para dirigirlas a otra persona, Panthro quería reírse, pero lo cierto era, que ambos compartían el sentimiento.

El rey jaló a los pocos médicos que halló y cerró la puerta de la bodega tras de sí. Zira no recibió instrucciones de cómo debía dirigirles, Lion-O señaló con un dedo, como un soldado mandado a atrapar una colina enemiga, mientras el general se sentaba en la mesa a planear sus metas, sin delimitar el cómo.

Cougara estaba oculta tras el gentío, él le dijo varias cosas al oído en un tono que parecía frio, las aves que estaban haciendo un escándalo se callaron, parecían estar interesadas en saber que sucedía.

Como todo el mundo, estaba cansado, por fortuna comprendió que unirse a las voces y gritos en nada le ayudaría, imitando a Jaga, que en su pose meditativa lograba que el mismísimo rey Claudus orbitase su supuesta sabiduría, una cuestión de apariencia pura.

Dado que los lagartos se llevaron los contenedores de agua, comprobó su idea de que todos ellos abandonaría en el frio invierno el sur del continente y dado que no contaban con bombas, debían llevarse lo que pudieran, contaba con que Hammer-Sung pudiera hacer algo al respecto, pues toda el agua que no se llevaron, se filtró al suelo con los boquetes dejados en las tuberías y sistemas de circulación que mantenían el agua limpia.

Eso significa en un sentido estricto, que Vultaire le mandaba un mensaje, parte del precio a pagar, tener Avista sería más difícil de lo que imaginaba.

– General, reúna los voluntarios y forme una guardia por la ciudad, encárguese de que los ingenieros enciendan las luces y restablezcan el suministro de energía, elija a cualquier ave, elefante y perro en buenas condiciones y dedíquelos a ordenar el campamento, quiero que todo esté funcionando en dos horas.

– ¿Qué? Pero Lion-O, tenemos muchos heridos, no podemos poner a nadie... La clérigo movió sus manos sin expresar el enojo que sentía, intentando ser neutral.

– No he pedido tu opinión, cumpla la orden General por los medios que sean necesarios.

– ¿Panthro? Cheetara no podía creer lo fácil que el general reaccionó con docilidad ante la misma actitud que les dejaba de lado.

– ¡General! Gritó el felino.

– ¡Sí majestad! Y salió confundido por las largas bahías a donde una vez fuese una zona de bodegas de las cuales, únicamente unas cuantas contenían alimento.

Les dijo a las aves con ayuda de Horus, de que esperaba su colaboración para reparar y ordenar todo lo que había sido dañado en el tiempo más corto posible, desde luego esperaba la cooperación de sus inventarios personales, insinuando que ya sabía que los mantenían ocultos en los edificios centrales, sabía perfectamente que deberían tener sus propios invernaderos privados fuera del escrutinio del público y otros consejeros, incluso de los ojos de Vultaire.

Dado que los encargados de los invernaderos no recibieron ningún daño, era absurdo pretextar la destrucción de los invernaderos para dejar de trabajar en ellos, pues se podían reconstruir, el sistema de aguas era vital y en eso se llevarían sus esfuerzos, requisando las reservas de los edificios privados, dejó en claro que los berbils no eran sus sirvientes y no les utilizarían como hasta ahora en reparaciones que los técnicos de Avista podían realizar.

Estaba consciente de su precaria situación, sin maquinaria, ni el personal suficiente, pero si querían salvar su ciudad debían pasar por esa clase de problemas sin quejarse.

– Nuestra prioridad principal es reparar las instalaciones de tratamiento de agua que sufrieron el daño más importante.

– Incluso si las reparamos ¿de dónde sacaremos toda esa agua? Tygra intervino.

– Los lagartos han sido muy amables en cavar un túnel que cruza los ríos subterráneos bajo el Bosque negro, lo usaremos, ellos no tienen bombas, así que no pueden transportarla, he derribado los túneles del puente y me supongo que derribaste las demás entradas laterales, tomará un día o dos inundarlos, por lo pronto racionaremos la que tengamos.

– Ya lo tienes todo planeado ¿Y qué hay de nosotros?, ¿te seguirás llevando el crédito mientras nos dejas en el ridículo? El chico pelirrojo le lanzó un pendiente.

– Dáselo a Cheetara, podrá mostrarte un mapa de las grutas, dado que te gusta derribar cosas, sugiero que empieces por las correctas. El puñetazo que le dio, le dolió hasta el punto de casi dejarle inconsciente, cayendo de espaldas al piso.

– ¡Muy bien majestad sabelotodo! Siguiendo la ruta del general ante las atónitas miradas de los presentes.

– Se lo ha tomado mejor de lo que pensé, dijo el chico acomodándose la quijada simuladamente, para seguir arreando a las aves que parecían más confundidas que sus propios compañeros.

La clérigo no se decidía a quedarse o avanzar, estaba enojada y verdaderamente decepcionada, él únicamente le ignoraba, como si no existiera, como si de alguna manera se hubiese vuelto invisible, sin derecho a protestar, una sensación que no era la única en sentirla, pero que Lion-O debería considerar, si es que no quería quedarse solo en esto.

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Horas después

Lion-O no podía alejar sus ojos de la primera tienda con un camastro que tuvo a la vista, Snarf que pareció perderse su llegada, se le encaramó en la cara, tan suave y terso que le dio ganas de tirase en el suelo y usarle de almohada, no se había cambiado el vendaje y la sangre ya comenzaba su largo proceso de putrefacción, seguramente las heridas de su abdomen y estómago estaban sacando pus, aunque era mucho peor, seguía sangrando, lo raro era que no se veían tan mal o eso le decía su intuición y sentidos.

El esfuerzo físico constante había hecho que esas heridas se abrieran, necesitaba de Zira, pero ella tardaría mucho más y sin medicamentos tenía que aprovechar los recursos a la mano, las vendas de sus manos y la poca agua que conservaba fue su solución temporal, por suerte la armadura no mostraba los agujeros en el peto, cubierta de tierra y suciedad.

Necesitaba licor y compresas de plantas que por desgracia no tenía, preguntar a Cheetara por cada planta que llevaba no era lo que buscaba, se guió por el olor y el licor de Panthro del que no pudo pasar un miserable trago, acabó por echarlo a la herida directamente, un grave error, porque el ardor resultante parecía convertir su piel en un pedazo de carne frita a punto de hacerle gritar.

– Majestad, estamos listos. ¿Majestad?

– Un momento.

Por lo menos sabía que esas ojeras que tenía en los ojos no eran producto de un estado inducido de la espada de los augurios o el guante, sino de un cansancio extremo, lo que había hecho ese ángel era separarlo de ese estado de dependencia a una mentira.

Como pudo se recompuso y se puso la armadura, a falta de nada para tranquilizar el dolor, empezaba a sudar y su frente mostraba los efectos de una potente fiebre producto de la infección, no podía pensar claramente, pero su deber no aceptaba esos pretextos.

Fue reconfortante cuando las luces se encendieron, era ridículo rendirse por unos boquetes y el robo de productos que se podían sustituir, era una ciudad después de todo, tenían tantas cosas que podían darse el lujo de hacerlo. Los lagartos no incendiaron sus casas, no se ensañaron con su pueblo, querían comida y eso resumía las cosas para él, ese monstruo no era su principal enemigo, sino el desprecio de Thundera hacia los débiles, los lagartos debieron haber estado saqueando pueblos porque en verdad no tenían comida y una sociedad dedicada a la caza y la recolección no sobreviviría únicamente con un montón de armas de última generación.

Cuando empezó a hablar con los concejales, empezaba a decir cosas sin sentido y supo que el acto de presencia, el fingir una postura más alta que el resto, no se mantendría.

Snarf maullaba y le jalaba del pelaje para que se detuviera, los heridos que trajo estaban siendo atendidos y buscó un lugar donde dormir, no veía a los cachorros y no sabía dónde se encontraban, porque estaba desorientado entre tanto griterío.

El campamento había sido limpiado y los guardias estaban en posiciones para dar una falsa impresión de seguridad, era todo lo que se requería, una impresión, la gente, sin esa bruma de miedo nublando sus sentidos, regresarían a sus cabales para trabajar en salvar su ciudad, viendo el ataque como un mero contratiempo.

La espada de Hattanzo era pesada en extremo y traer otra espada en el cinto no le ayudó, sus escalofríos subían en intensidad y no parecía haber ningún lugar disponible con tantos heridos.

Una conmoción en la parte oriental del campamento era lo que más llamó su atención, porque muchas aves y perros gritaban.

Una escena que no quería ver repetirse, se mostraba frente a sus ojos, un par de lagartos eran aporreados por una muchedumbre de perros, aves, incluso un par de elefantes, fue tortuoso, pero al mirar a Cheetara y Tygra con sus capuchas puestas, listos para irse en sus monturas, sin siquiera molestarse en ello, le hizo arder en furia, incrementando ese sentimiento que traía consigo desde que regresó, esa idea de que ellos no compartían nada, que en el fondo sus corazones no latían al mismo ritmo, lo que para él era natural, criticar la crueldad de Thundera hacia los lagartos, para ellos era la reacción natural ante un enemigo que no merecía ninguna piedad.

– En el nombre de los ancestros ¿qué hacen?

– Los malditos lagartos, los capturamos ocultos en las bodegas, parece que se quedaron atrapados por descuido y esas bestias los abandonaron, queremos que confiesen, pero no quieren decir nada.

– ¿Se les ha ocurrido que quizás no saben nada?

– Si es así no les necesitamos majestad, mataron a muchos de los nuestros.

– Pero nosotros no podemos comportarnos como ellos.

– ¡¿Es que está de su parte?!

– ¡No estoy de parte de nadie!, pero esto es cruel.

– No sabía que se había convertido en un adorador de lagartos majestad.

– Yo no soy un asesino.

– Se divertía matando lagartos hace unas semanas, ¿hoy es un pacifista? Tal vez por eso su reino cayó.

Una bola de tierra pegó con su armadura. Tygra y Cheetara aparecieron para ponerse enfrente.

– Él no está solo ¿saben?

– Como si importase maldito gato, no debimos haberles ayudado. Las aves se dejaban guiar de una manera decepcionante, ver a su hermano y clérigo a su lado le hizo, más que sentirse seguro, molestarse, no llegaría su padre para detener la pelea, no podía permitir una e hizo por primera vez algo desde el fondo de su corazón, siguió su propia voluntad, desde su punto de vista, desde sus propios ideales, no podía estar con gente así, gente que no creía en él, sino en un conjunto de reglas perdidas que no obedecían a la realidad.

– ¡No necesito que ustedes me defiendan!, dijo empujándoles.

– ¿Qué rayos te pasa ahora?

– Usted se ve demasiado enano para decir eso. Le masculló el líder de los revoltosos, -Si quiere pelea adelante, un perro vale más que todos esos lagartos asquerosos. Lion-O buscó un palo y el perro se preparó, pero luego buscó otro y otro más, lo que le confundió.

– ¡Ustedes también! ¡Adelante!

– ¿Quieres que usemos estos palos mientras tú usas esa espada? Debes estar… ¿Así fue como derrotaste a los lagartos? Lion-O no esperó y tiró su espada, pero aún así el perro no se confiaba.

– ¿Es que acaso quieres que te maten? Sin la espada eres prácticamente un saco de arena.

– No te metas Tygra, si no saben por qué estamos peleando, mejor que regresen a sus casas.

– ¿Y por qué estamos peleando? ¿Defendemos a los lagartos que nos atacan y esclavizan? La multitud estuvo de acuerdo abiertamente protestando.

Eso agrió la expresión de Lion-O, no estaban peleando por restaurar un imperio racista y despiadado que se olvidaba de sus viejos aliados, convirtiéndoles en enemigos, sino un mundo para todos.

– ¿A qué están esperando? ¿No es suficiente la espada? Entonces también la armadura, si eso les hace sentirse mejor, puedo hacerlo desnudo si prefieren, se empezó a quitar su armadura. Pero si no se veía claramente con la armadura, la enorme mancha de sangre que bajaba por su pierna izquierda, se mostraba claramente por los agujeros quemados de su ropa azulada, que después de tantos meses estaba decolorada, Snarf se puso delante protegiéndole, pero Lion-O que acabó de rodillas les dejó estupefactos.

– ¡Lion-O! Cheetara se pegó a él para palpar los temblores producidos por una fuerte fiebre.

– Solo necesito un respiro, puedo con estos sin despeinarme.

– Oye muchacho… nosotros no estamos en tu contra, son sólo lagartos. Dijo uno de los perros de aspecto más robusto que no se enfrentaría con alguien que había hecho con éxito solo, lo que ellos fallaron en conjunto y que parecía haber pasado por un experiencia igual de traumática y eso no le había hundido de la misma forma que al resto.

– Si es así, debes saber que yo no ejecuto prisioneros, no los vejo, ni me burlo de ellos. Los perros bajaron sus varas mirándose los unos a los otros.

– Lion-O, ¿estás loco? El muchacho no parecía entenderlo, tampoco apreciaba la preocupación del hermano que le había dado un puñetazo momentos antes, aunque el maldito sueño no le dejaba pensar con claridad.

Cheetara estaba en extremo alarmada al palpar su espalda, se dio cuenta que las heridas atravesaban su abdomen completamente, al pasar la mano sobre su espalda, se manchó de sangre, Lion-O mismo no veía sus heridas tan grandes hasta que observó sus manos cubiertas de su propia sangre, una sangre muy negra proveniente de su estómado.

No supo cómo había sido, ¿la espada intentaba matarlo ocultando la gravedad de sus heridas o era algo más? alguien había manipulado la percepción de sus heridas, desconectándolo del origen de su cansancio, hasta que como ocurrió con Pumyra, había sido liberado por la verdad, el hecho era que se estaba colapsando, se quedó inmóvil en su sitio, cayendo de lado.

"¡Ahora, muéstrales cómo se comporta un verdadero rey!"

Fue lo que dijo ese ángel, "muéstrales", un acto melodramático repetido para reafirmar lo que el rey estaba dispuesto a hacer, con el fin de solidificar su poder mediante una farsa.

Dijo que él era un títere, había probado su punto.

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Se despertó en una cama de la tienda médica y al palparse sus heridas en el abdomen, que pensaron los doctores habían sido hechas por alguien inexperto, que él se las había hecho sin anestesia, contó una mentira que él supo desde el primer momento; le habían manipulado.

Zira había organizado las pastillas y medicamentos hasta que se dio cuenta de que el olor a sangre de sus manos no provenía de sus pacientes, pues llevaba guantes y cuando Lion-O la agarró de los hombros para ordenarle clasificar los medicamente, ella le tocó en la parte del abdomen con sus manos desnudas.

Le buscó por el campamento hasta que llegó al tumulto, salvándole la vida, tratando su shock anafiláctico de una fuerte infección con premura. Eso caló hondo en los presentes, cuando despertó, lo primero que le dijo Zira, era que los lagartos habían sido liberados.

Cuando Dobo le preguntase la razón de no condenarles por robar la comida, Lion-O le diría que esa lucha era precisamente por comida, debido a ello no habían sido especialmente crueles al asaltar Avista -sin él revelar lo que había escuchado de los lagartos que cuidaban las aeronaves sobre borrarles del mapa con bombas incendiarias-, seguramente querían pasar el invierno y vivían al día, de haber ido a buscar los alimentos con una urgencia extrema de vida o muerte, les habrían barrido de la faz del planeta, eso les mantendría cuerdos y lejos de los extremos, si es que capturaban o tenían prisioneros de cualquiera de las razas aliadas, sabrían entonces que habría un límite al cual asirse y que gozarían de la piedad del rey no rebasándola, por tanto no temerían ser capturados y por tanto no pelearían hasta la muerte.

Quien quiera que le había puesto esa trampa, la mano tras ese ángel, quería que la gente supiera que él era un héroe o alguien de reglas morales lo suficientemente buenas para que ganase su confianza.

Pero además, eso era un golpe para los gobernantes de facto, la élite de Avista, que se tenían que alinear a un felino que había crecido en un instante y la gente entonces ya no consideraría tan mal la idea de tener a un rey al frente o eso supuso desde su punto de vista.

Tygra y Cheetara no pasaban por un buen momento y regresaron con lo que fue finalmente un gran número de aves que seguían desarmando su ciudad para lo que algunos veían como el signo de que nunca partirían.

No se había encontrado con Hammer-Sung esa noche, pero Unrick había sido repudiado por el patriarca de los herreros que deseaba mantenerse neutral y Unrick le había deshonrado, Snarf seguía rascando la entrada presurizada de la carpa médica, saliéndose con la suya, aunque el gusto no le duró al ser bañado por Zira, que tenía sendas marcas de arañazos en cara y manos, dejándole al final fuera.

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En uno de los edificios de Avista

La puerta neumática se separó y crujió hasta caer, Orla tomó sus cristales de información y bajó la palanca de emergencia que liberó una lluvia de un gas que pareció tener un efecto en cualesquiera que fuesen los enemigos, porque se escucharon pesados golpes consecutivos en el piso metálico.

No sería suficiente con un guardián, sabía que sería imposible, aún así, ella, la “invisible”, tenía que desaparecer o ser "desaparecida", sus caderas y cuerpo largo estaban hechos para ser admirados, deseados, no para pelear cuerpo a cuerpo o esconderse, no se suponía que volaría con su tamaño, pero pudo planear dejándose caer por una de las puertas de servicio, hasta llegar a un terraplén y dar de tumbos golpeándose con una puerta acristalada corrediza que se estrelló, la guardiana que no cayó en su trampa, tuvo que retomar el vuelo, lanzándole cápsulas de gas, pudo entonces conocer el nombre de su perseguidor y era malo.

La sangre emergió de su hombro y corriendo para ocultarse, tuvo que soportar el dolor, por si fuese necesario traía una granada y ese chico seguramente investigaría, si llegaba al campamento, en un caso de extrema urgencia, le quedaba buscarle, él no dejaría que nada le pasara, aunque comprendía que había sido manipulado y tendría muchas preguntas, ella estaba dispuesta a decir algunas y quedarse otras para sí misma.

Pero apretó el pico negando con la cabeza, ese chico estaba en la carpa médica y llegar allí sería imposible, como fuese, era una sobreviviente y no dependería nuevamente de ningún varón, ella merecía otro futuro.

Pasó por el área de calderas, que casi en completa oscuridad dejaba pasar los rayos de un radiante sol en las áreas picadas por una rara oxidación, mismas que hacían lucir toda la ciudad corroída y vieja.

Escuchó pasos y contuvo la respiración, no quería ir por el generador, donde el ruido era intenso, pero las puertas estaban siendo cerradas, le estaba atrapando metódicamente.

Gritó cuando la última salida se cerraba, el calor era intenso y cortando su vestido, corrió por los andenes que llevaban a los trenes de carga y descarga de combustible a los generadores de Thundrillium.

Resbaló, dejando caer sus cosas, tuvo que continuar, había un lugar a donde ella con suerte podría escapar, debía dirigirse a la panza de la ciudad y de allí al bosque del este, pero quedaba del lado opuesto al campamento.

A pesar del dolor estaba dispuesta a tomar ese riesgo, esa guardiana estaría esperándole en la plataforma del generador, donde le asesinaría entre el ruido, pero no le daría el gusto.

¡Chunk!

La espada de la guardiana súbitamente se interpuso entre ella y su medio de escape, cercenándole la cabeza o eso pensó Mandora, que no observó ninguna cabeza caer al piso.

– ¿Así que fuiste ordenada novicia? Ya entiendo, así es como lo hacías.

– Mandora, por favor.

– Cuando la primera lo ordenó no lo podía creer, desde luego que acepté, sin ti será más fácil.

– No, espera, no lo sabes todo.

– Te has unido a la segunda y alguien te ha delatado, te has vuelto prescindible, sin olvidar que dicen que fuiste tú la que filtró la información a los lagartos. Orla abrió los ojos con desconcierto, lo que la guardiana no dejó pasar, aún así, hizo el ademán de alzar su espada, Orla se recargó sobre una de las paredes para dejarle un regalo en una frase llena de frustración.

– Al menos no seré la única.

– ¿Y eso que demonios significa? Oh, ya veo, es un patético esfuerzo por usar tu ponzoña, pero no te servirá, no soy alguien de muchas palabras. Mandora le puso el brazo en el cuello y la empujó contra la pared.

–…la primera lo sabía… ugh, sabía lo que harías, ¿piensas que Fedora fue contigo por ser una buena amiga? ¡Aghh! Fuiste engañada, Fedora le cosió mal las heridas y alteró sus pensamientos para que no se diera cuenta...

– Sigue hablando, así es más fácil mi trabajo.

– …el Concejo te retirará su apoyo y ese chico pensará que le usaste, pensará que tú modificaste sus recuerdos, no le has mostrado la verdad como pensabas, sino como manipular a la gente, de la misma manera cómo le manipulaste a él para ir a encontrarse con esa mujer… no debiste aceptar la tarea de esa bruja, ahora estás hundida conmigo.

– ¿Qué quieres decir? ¡Habla!

–…si me matas, él… lo sabrá y no habrá vuelta atrás, si no lo haces… las guardianas te declararán traidora, en ambos casos… Scandiacus te tendrá en sus manos, debe saber donde estoy, por eso nadie viene, por eso se han dejado atrapar por mis ridículas trampas.

Eso hizo que Mandora le soltase.

– Nunca has sido una buena estratega Mandora, eres buena cumpliendo órdenes. Enojada, la guardiana le dio un puñetazo en el estómago, desfalleciendo como una muñeca desmadejada.

– ¿Por qué te quiere muerta? Mandora apuntó su espada en dirección al cuello del águila que tenía las manos arriba temblando de miedo, involuntariamente mojó su vestido con su propia orina, aún así, Mandora no le creyó.

– ¿No es obvio? Sé demasiado y eso no les sienta bien, aunque yo te juro que no he sido la responsable.

– Eso no me dice nada en absoluto, si no tengo opción y dices la verdad, no veo el sentido de mantenerte con vida. Orla lloraba sin poder contener sus emociones, buscando una cosa que rascase en la consciencia de Mandora, de igual manera que la espada de la guardiana en su cuello.

– ¿No quieres saber la verdad de tu pasado? La razón por la cual estás en este mundo, eso no lo encontrarás en la computadora central, pero yo puedo ayudarte.

– Entonces dime.

– Ugh... no lo haré si esto es lo que sigue.

– ¡Vamos!

– Es el prisionero que estabas buscando en la pirámide ¿no es así?, ese que has visto en tus sueños desde que eras novicia.

– ¿Cómo demonios sabes eso?

– Si me perdonas la vida, si me proteges te lo diré. Mandora se quedó pensando unos momentos, pero Orla no parecía entender quien era Mandora y su sentido de ser.

– No creo que eso sea posible, agarrándola del brazo con su enorme fuerza.

– Es lo que estaba en el fondo de la ciudad muerta, es lo que el Señor oscuro deseaba y la razón de que Vultaire intencionalmente estrellase Avista.

– ¡¿Intencionalmente?! Mandora tenía un semblante atemorizante y Orla no podía más que seguir.

– ¿Todavía no lo entiendes? Avista se encargaba de mantenerle oculto.

– ¿Quién es el prisionero?

– Se dice que el creador de Mumm-Ra. Mandora bajó la espada completamente.

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Edificio central de sesiones del Concejo de Avista

Esa noche el vídeo era pasado ante el público presente, como un acto que Mandora tuvo que soportar, Fedora, la interlocutora, quien en un giro de los hechos había sido nombrada tribuna, hablaba elocuentemente, pero el Concejo estaba aterrado.

Orla fue llevada por Mandora, que en vez de usar su espada, la metió en una de las calderas del segundo nivel que aún funcionaban y prendió fuego a la consejera que ardió dentro gritando por piedad, aunque todos los sonidos eran doblados.

– La gravedad de los crímenes de Orla contra la especie de las aves, no debe dejar duda de que Mandora es una guardiana comprometida con la seguridad de nuestra gente, las filtraciones hechas a Vultaire del ataque que nos dio una penosa derrota, son indudables, ¿pero es esta persona la indicada para darnos un cambio? ¿Dejarían que alguien así fuese responsable de la vida de sus hijos? Yo no lo creo. Sé que muchos de ustedes, como yo misma, saben que su dedicación a las aves es intachable y que merece un puesto de honor, pero necesitamos a alguien conciliador que recobre el sentido político del Concejo, alguien neutral, que sepa la importante tarea que tenemos por delante, realista y por eso con el mayor placer, proponemos a…
– Espere un momento. Uno de los consejeros súbitamente se levantó dando un golpe en la larguísima mesa.

– ¿Sí?

– No es necesario continuar, pienso que todos ya lo han entendido, deliberaremos, por ahora les agradecería que salieran, usted también Madre superiora. Dijo un gran papagayo con un enorme pico que se juntaba con su frente, Scandiacus se sorprendió, el consejero Maki Vero, juez del Concejo, no supo tampoco que sucedía.

Mandora se quedó en silencio pasando de lado, ignorando a Fedora que no fue capaz de verle a la cara.

– Mandora, lo hice por... Mandora se apartó, no quería saberlo.

Scandiacus se miraba espléndida con un vestido blanco de un tocado negro sobre su cabeza, hablando con uno de los tribunos, sin voltear a verle, su victoria le emanaba por cada poro del cuerpo, celebrando su victoria y ella estaba obligada a presenciarlo.

– No cabe decirnos cosas que no sentimos Mandora, pero no pensarás que eso cambiará mucho tu situación, aunque no te ocupes, esos labios a mi lado tendrán mejores usos, y extendiendo su mano, esperó a que Mandora le hiciera reverencia, besándole con sus labios en señal de sumisión.

– Sí, madre superiora.

– Bien, porque Orla ha dejado un enorme vacío en mi corazón. En un tono que verdaderamente no sentía.

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Campamento, área médica

Habían pasado tres días desde que esa pesadilla terminó, cada noche fue drogado por el dolor que le arrancaban quejidos involuntarios cuando dormitaba en estertores convulsos que le reabrían las heridas, era magia o probablemente una ciencia maligna, lo que fuera, los médicos lograron controlarlo.

El dolor en el estómago era un daño que tenía que soportar solo, Zira le daba de beber solamente líquidos y sintió vergüenza cuando se enteró de la manera en que sus necesidades eran realizadas, mientras le habían lavado nuevamente el estómago para sacarle los últimos restos de comida y fluidos.

Wily Kit y Wily Kat pasaban el tiempo con otros niños, aves y perros de una escuela. Lo odiaban, especialmente Wily Kat, según le contaba Zira, que estaba bastante estresada, por las tareas que se le encomendaron, sin que Lion-O supiera nada, una venganza de los cobardes doctores, indignados de no ser tomados en cuenta primero por ese rey al que se negaron a atender personalmente por considerarle un bárbaro extranjero, no supo la razón de su enojo, aunque Zira parecía entenderlo tan bien como sus dos amigas que le atendieron la primera vez, una peluquera de un porte delgaducho y otra ave dedicada exclusivamente al maquillaje y el vestuario, dos profesiones de lo más irrelevantes en su situación y se habían enlistado como enfermeras luego de su primer experiencia con el rey, sus nombres eran silbidos.

– Si-bii-fii. Dijo una.

– Ji-rii-di. Respondió la otra, pero al intentar Lion-O decirlo silbando, no lograba la nota.

Zira le dijo que las aves no podían hablar como ellos lo hacían y aunque algunos nacían con la habilidad, la gran mayoría silbaba, de esa manera se sabían los chismes, con chillidos comunicados casi instantáneamente y repetidos hasta que llegaban a los oídos correctos, mismos que descifraban el mensaje.

Panthro ayudaba a Dobo, quien tenía un desgarre en el costado derecho, a dar un paseo para recuperarse lentamente de sus heridas más considerables, Bejira les sequía, intentando morderse el brazo, pero el ridículo cono en su cabeza se lo impedía.

Había visto a Cheetara y Tygra salir de su tienda, ellos ya dormían juntos y su relación pasaba a un siguiente nivel, eso le hizo sentirse aún peor, pero no era como si pudiese hacer nada, lo único diferente en su juego de sonrisas habituales, era que Tygra tenía una molestia que no le dejaba ser feliz.

Tenerlo todo te hace despreciar las cosas más sencillas pensó, cuando Cheetara le miró por la ventana, él se retiró al interior de su dormitorio, supo que ella intentó entrar para preguntar como estaba, pero Zira no lo permitió, haciéndole notar que debía aún guardar reposo y estar en un ambiente aséptico.

Él de todas maneras no le quería ver, prefería aguantarse un poco para no tener una sonda en el estómago como la que le habían colocado un día atrás y hacerlo por él mismo, para que no pensaran en venir a compadecerle.

Tuvo una pesadilla esa noche, veía a Pumyra y Mumm-Ra haciendo cosas que no deseaba ver, asoció ese sueño a lo que había visto en la mañana con Tygra y Cheetara, pero no era imposible que alguien como Mumm-Ra no deseara esa clase de placeres y se moría de celos.
Snarf rascaba la puerta cuando escuchaba ruidos al interior intentando protegerle, se quedó en la entrada a pesar del intenso frio, como un guardia fiel, porqué allí donde todos ellos fallaron, el pequeño nunca lo hacía.

Pero no era la única pendiente de él, extrañamente eran las aves las más comprometidas en preguntar por su salud y fue tal vez el susto más grande que les produjo a todos, lo que le hizo ver que esa preocupación se salía de la escala de lo lógico.

Se despertó con un profundo alarido que cruzó el campamento en plena madrugada, los médicos llegaron de todas direcciones como las enfermeras, Zira se asustó tanto que casi se le detiene el corazón al ver la sangre que le salía de la boca.

Había sido un reflujo, al parecer la acidez había tenido un poco de culpa, a los cachorros no se les permitió acercarse, ni a Tygra o Cheetara que temblaban del susto.

Las caras largas de los doctores le asustaron, no era normal, nada normal, ¿por qué se preocupaban tanto? No era como si fuera el pilar con el que se defendieran en ese momento, él estaba hecho una piltrafa.

La gente fue retornando a sus carpas cuando unos chirridos recorrieron el campamento, había sido entubado y se le dieron sustancias para relajar la acidez y extraer la sangre de su herida, que con medicamentos que llamaban analgésicos, se eliminó el dolor, la reacción fue atribuida a una descuidada práctica médica, que provocó que los cuatro doctores que le atendieron al principio, ya no regresaran nuevamente.

Zira después de varias horas terminó su turno y se preparó para dormir cuando encontró afuera a los compañeros felinos del rey, que estaban en vilo al entender que nadie se tomó la molestia de informarles nada, les explicó la situación, para un avistiano, lo que era un problema médico menor, para un bárbaro sumido en el atraso tecnológico, representaba una situación de extremo riesgo.

Les comentó que no se les permitiría verle en ese momento, pero insistieron tanto, que tuvo que decidir por su cuenta sobre los doctores que la veían con desprecio y esperaban a que se equivocase, pese al susto del alarido del joven león ahogándose por un simple reflujo, su estómago se recuperaba satisfactoriamente, aunque todas las precauciones fueron extremadas.

No fue una buena idea permitirles la entrada, pensó ella, por la reacción que mostraron, estaba entubado de la nariz y la boca con un respirador asido por otros tubos a una máquina, lleno de cables, parecía como muerto, sus ojos estaban semiabiertos, así que Zira le aplicó gotas de alguna sustancia humectante y los cerró con sumo cuidado.

Ellos insistían en quedarse, los doctores les querían fuera, Zira les dijo que no podían hacer nada por él, si realmente se preocupaban, no le verían en una situación como esa, donde no podía ser más que una imagen de fragilidad e indefensión, nada más humillante para un rey.

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Centro penitenciario, viviendas de la guardia

El tizne de Orla la hacía ver como un pedazo de carbón, Mandora reía viendo el desnudo cuerpo de esa preciosa ave, como una masa irreconocible de plumas desordenadas y sin su glamur habitual, lavándole la espalda con un químico que fue eliminando las manchas.

– Has tenido suerte, de haberte dejado más tiempo dentro de la caldera, seguramente tu piel habría resentido lo que tus plumas y sin plumas no creo que te veas tan hermosa.

– No eres más que una bárbara.

– Cuidado muñeca, dejarte viva ha sido muy difícil, si sabes lo que te conviene no me presiones, dándole un pellizco en la nalga y obligándole a girarse para dejarle ir el chorro de agua fría al que estaba acostumbrada, mientras el águila se cubría sus senos.

– Dejarme viva es la decisión más sabia, tú sabes que esto no va a durar, Scandiacus estará como loca en este mismo instante.

– ¿Quién diría que a esa mujer le saldrían las cosas tan mal por una vez en su vida? Puf… no se dio cuenta que si yo no brillaba ella tampoco, eso es ser una ególatra, ¡ey!, parece que funciona. Mandora jugó con Orla, como si lo que hacía fuese un asunto del azar, cuando para un ave sus plumas eran un asunto sagrado.

– ¿Por qué no consideras ser mi aliada? Podemos juntas ir a la puerta de los cielos, tú obtienes lo que quieres y yo soy feliz desquitándome de esos tontos, mientras tanto podríamos divertirnos, como en los viejos tiempos. Mandora sabía que no había sido una buena idea entrar con esa “águila caliente” y experta en técnicas asquerosas a un baño semidesnuda, le agarró del pico y la separó con enojo.

– Que yo sepa lengua larga, tú y yo nunca tuvimos viejos tiempos, así que no me vayas a crear una historia..

– Vaya con la señorita frígida.

– Orla, mira que estoy considerando rostizar esas suculentas piernas de pollo y no será con besos, sino en el maldito horno del que te saqué.

–Está bien, está bien, no tienes que ser así, yo solo quiero ayudar. Orla se inclinó ante la guardiana suplicante, abrazándola, pero por mucho que la técnica de esa mujer fuese tan poderosa, Mandora no podía ser sometida por un nivel así de bajo, jalándole de la cabellera y amenazando con arrancarle las plumas.

– Mis términos son más sencillos Orla, quiero saber unas pocas cosas, por ejemplo; cómo fui infectada con esta sustancia maldita en mis ojos y por qué he vivido tantos años, pero sobre todo y lo que te puede salvar la vida, es que me digas qué rayos es la puerta de los cielos.

– No tienes el menor sentido de la diversión, pero está bien, has mantenido tu palabra y yo lo valoro, aunque lo que te diré no podrás usarlo fuera de ponerte en peligro a ti misma.

– Eso no me importa en absoluto.

– Muy bien, pero no digas que no te advertí.

– ¡Orla! Mandora le aferró con su poderosa fuerza física.

– ¡Ay! …eso que tienes en los ojos nadie en este mundo puede decirte con certeza lo que es, pues tú no naciste en este planeta, ya traías esa cosa contigo cuando te encontraron.

– ¿Cómo estás tan segura de eso?

– Fuiste lanzada a este planeta en una nave espacial.

– ¿Lanzada por quien?

– Por quien quiera que te haya querido en este planeta, lo único que pude recabar, es que tu nave había sido despojada de motores y dejada caer planeando, se aprendió mucho de esa tecnología y se determinó que tu genética no tenía parangón, pero estabas aún así relacionada a nuestra propia genética y eso hizo que durante siglos estuvieras confinada.

– ¿Y cómo se relaciona esto con la puerta de los cielos?

– Es la razón por la que te llamaron ángel, dijiste que debías encontrarla, un lugar hecho por los Ancestros al que no es posible acceder con nuestra tecnología actual, pero con ayuda de Mumm-Ra… es probable.

– ¡Vultaire! Pero claro, hace una nave espacial.

– No una nave espacial, un teletransportador basado en el de tu nave que fue destruido, no puedes atravesar la atmosfera con el, pero puedes acceder a esa otra ciudad voladora, es posible que nuestros ancestros accedieran a ella, pero lo que encontraron les obligó a que impidieran futuras visitas e investigaciones.

– ¿Cómo es que no recuerdo nada de esa época?

– Te borraron la memoria intencionalmente cuando lograron despertarte hace cuarenta años, lo que les dijiste les aterró demasiado para hacerlo, se decía que eras muy diferente en esa época, que despreciabas a todos, nos llamabas seres inferiores, abortos de la naturaleza, aunque usaste una palabra muy descriptiva.

– ¿Cual?

– Nos llamaste mutantes.


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Tiempo después

La cama de Mandora distaba de los lujos de las demás guardianas, sin calefacción, ni nada que sirviera para hacerla siquiera un poco confortable, Orla estaba exhausta, había pasado dos días encerrada en una caldera, fingiéndose muerta entre el carbón, que no le preocupaba la falta de lujos.

La guardiana la había sacado en ese estado para no dejar dudas a la Superiora de su muerte, quien no se mancharía las manos en comprobarlo y dado que no había guardianes en activo competentes fuera de Fedora, que a pesar de las órdenes de Scandiacus, no fue capaz de encontrarse con ella. Luego entonces las cosas resultaron más fáciles de lo que esperaba, comprobando que nadie hubiese descubierto su treta.

Es lo que hacen algunos cuando se emborrachan con la victoria, se olvidan de los detalles.

Orla era muy lista, pero su idiotez provenía de su ligereza como persona y su ambición lujuriosa, ella sabía lo que deseaba, dudaba aún así que le hubiese dicho toda la verdad, por desgracia, usar su maldición nuevamente para estar completamente segura como hizo con el joven rey, habría sido catastrófico, pues como toda magia oscura, el efecto era bidireccional y usarlo la podría dejar sin voluntad, cada que se miraba en un espejo, veía aumentar su vacío emocional, necesitaba de ese chico desesperadamente, que diera un propósito a su vida o no lo resistiría.

Orla actuaba como una niña, llena de miedos se aferró a ella, de la manera que lo haría un niño a su madre y Mandora no se opuso, necesitaba sentir esa calidez de vez en cuando y su cama siempre estaba fría.

Lo sentía por esa clérigo, pero no le permitiría tener ese lugar nuevamente, sentía esa excitación y estaba dispuesta a dar su vida por su objetivo.

– Scandiacus tenía razón, eres divina. Orla se rió despertándose vestida con un feo traje de preso, pero no se quejaba, estaba con vida.

– Corta el royo idiota, tengo a un conocido en la Nación de las Aves, puede esconderte.

– Así que me pondrás una casita ¿me visitarás?

– Eventualmente.

– Sabes que me gustan los lujos.

– Puedo pagarlos.

– Bueno, pues ya te has conseguido una amante, ji. Mandora enojada, pateó a la chica fuera de su cama, que aceptó que había exagerado bastante.

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Orillas del bosque negro y el rio de las sombras

Lion-O se sentó en la orilla tranquila sobre el rio de las sombras que atravesaba el bosque negro y desaparecía por debajo de la cordillera, la luz era radiante y pese al frio de la mañana, el Sol daba su lucha contra la oscuridad, calentando su corazón adormecido, Snarf cerró los ojos y volvió a dormir, descansando su cabeza sobre su regazo, moviendo su cola afelpada.

Su estómago no dolía, era el entumecimiento, por mucho que intentó colocarse la armadura, la ropa que había usado durante ese tiempo, el legado de su padre, no pudo, dejó atrás el cinto con el símbolo rojo hecho con rocas de fuego, se deshizo de su camisa y pantalones azulados.
Una ropa incómoda, pensó Zira, quien le ayudó a conseguir otra, su amiga enfermera con un nombre de silbido, le consiguió una muy escandalosa que se negó a usar, era un rey thunderiano, no una guacamaya, probaron diferentes combinaciones hasta dar con una camisa blanca de mangas largas con un chaleco negro y caliente, acompañado por unos pantaloncillos negros.

Una capa gris de viaje, le daba un aire de decoro y recato sin mostrar su musculatura, fue por lo que se decidió al final, no quería adornos, ni cosas fastuosas, fuera de unos discretos grabados con una pluma en dorado y la cara de una pantera, era perfecto para Zira y su amiga, esta última colocó rodilleras amarillentas en sus piernas, usadas por la guardia de los cuervos, el faldón era del mismo material, aunque más oscuro, sumamente suave y flexible, la armadura era tan delgada, que se preguntó si realmente serviría de algo, Zira trató de apuñalarle con un bisturí que no atravesó la tela, dedicándole una expresión presumida.

– Este material es especial, parece tela pero es capaz de endurecerse con el contacto a materiales más fuertes que el acero, así ya no serás un blanco tan fácil.

– No quiero la pistola.

– Nunca está de más llevar una.

– Preferible una menos, que una de más. Dijo conociendo muy bien una de las razones por las que odiaba a la tecnología.

Posteriormente, había tenido un día de actividades bastante atareado y necesitaba de un respiro, los doctores creyeron que sería bueno que estirase las piernas, pero Zira no entendió la razón de que le obligaran a un día tan extenuante cuando a ratos eso hacía que se marease.

Lo primero en su lista era ver el trabajo de los herreros, que ya habían corregido la deformación del casco y construyeron largas hebras de acero que hacían una rejilla sobre la superestructura del armazón, que daba forma a la ciudad entera, tapando los agujeros que dejaron los lagartos, un trabajo impresionante, Unrick como un macho Omega, estaba en el último lugar de la cadena, el signo de una posición tan baja se marcaba con ponerle la mano sobre la cabeza, pero Lion-O lo obvió y negó con reprobación.

Cougara no fue culpada de nada, todo recayó en Unrick, quien según dijo Hammer-Sung, aceptó la culpa, Lion-O por esa razón le dio un fuerte coscorrón en la cabeza a la chica y pareció indignado por su falta de entereza.

Ambos tuvieron que decirle como habían conocido a Pumyra, dijeron que no lo hicieron, un tigre apareció para preguntarles qué intereses tenían en Avista, al ver que no era su hermano, dudaron, pero este les amenazó, les ofreció dejarles marchar sin ser atacados a cambio de la espada, se negaron, pero cuando Cougara escuchó que ellos poseían a muchos de los herreros como prisioneros, no pudo negarse, cuando Lion-O apareció para llevarles, Cougara quería decirle, pero Unrick dijo que tenían que traer de vuelta a sus familiares si continuaban con vida, la mayoría eran jóvenes, por lo que sería una tragedia para su pueblo, así que se vieron obligados a aceptar los términos, olvidándose claro, de mencionar que lo hacían en parte por su odio histórico contra Thundera.

Lion-O no había presentado a los herreros a su gente, los cachorros no podían mencionarles, pero ya todos conocían de su presencia, requisó la nave de los enemigos en la que llegaron de regreso, misma que estaba oculta en el bosque, él necesitaba esos vehículos con urgencia, así que dado que no tenían más que un par de aerodeslizadores, debían aceptar de buena gana cualquier nueva adquisición.

La peor noticia del día no le afectó como él hubiera deseado.

Claudus, su padre, le había dicho muchas veces que ser rey significaba sacrificar sus emociones por el bien y estabilidad de los demás y la contención de aquellos que leían sus movimientos, esconder sus verdaderos sentimientos era una línea de seguridad, aunque por la forma en que murió, eso no le dio tanta confianza.

De todas maneras, eso pareció explicar la súbita defensa que hizo de él ante Grune, cuando este volvió y sentado a la mesa de honor, elogió a su hermano adoptivo y le despreció a él en delante del rey, respondiendo a ello como si se tratase de un reto, palabras que no sentía, le condenó al saber la verdad de boca de Pumyra, pero siendo un rey podía entenderlo.

El pequeño Berbil que encontraron bajo la panza de Avista, murió en la noche del día anterior con la corrosión que destruyó su cuerpo, de haber traído a Soul Sever, seguramente habría sobrevivido, decirle a Ro-Bear-Bill no fue lo más terrible, hacer un pequeño homenaje, sino tener que fingir lo que no sentía por una máquina, pero se veía obligado por la situación a llorar y conmiserarse.

Eso significaba Thundera para él, mentiras, debía proteger a esa clase de gente, entregar su vida por ellas, recibiendo a cambio promesas vacías y traición ¿podría culpar a su padre de querer un mejor hijo? Él lo había arruinado con su rebeldía, esperando su atención, cuando lo único que él deseaba era una copia de su hermano, un guerrero y había intentado serlo, sólo que no era lo que esperaba.

Se sorprendió de que el pasto siguiera verde, lo que atribuyó a que probablemente en esa región, el frio no era tan común como los wolos afirmaban, pero era una época especialmente oscura para todos.

Los habitantes de las fronteras de los bosques lo sabían y se marchaban en las carretas con los Wolos, que les habían dejado en la calle con los altos precios a los que vendieron la comida que necesitaban, los heridos también se recuperaban, los lagartos habían usado una especie de pólvora para festividades, en vez de explosivos reales, por lo que fuera de unos pocos, la mayoría de los que encontró sobrevivieron.

Tygra no pudo enviar a nadie abajo para rescatarles, porque descubrió que la piedra era una variedad muy dura del granito y mientras en las colinas el elemento abundante era una roca porosa llamada pumita, en las laderas, al recargar las garras sobre la pared, fácilmente podía uno romperse los dedos de los pies, Cheetara tenía hinchados ambos pies y se había roto varias de sus uñas, lo que reforzó la idea entre las aves y perros, que el joven rey tenía razón en no querer participar.

Zira le dijo que los Concejales habían pedido que visitara a los heridos a los que había salvado, se quería negar, pero evidentemente no podía hacerlo, era un tanto hipócrita siendo él, quien en su irresponsabilidad había dejado a Tygra realizar un ataque del cual se sentía muy receloso por su inseguridad y la manera que él tenía de hacerle dudar de sus decisiones.

Por lo menos esa opresión había desaparecido y tampoco la espada reaccionaba negativamente, por lo que sus emociones se habían estabilizado, así que había estado practicando un poco con la espada, hasta que Zira se la quitó, llamándole idiota, porque de esa manera se podría abrir sus heridas nuevamente, pese a que sentía que no era para tanto y el fuerte vendaje casi le quitaba el aliento, le obedeció, porque vio en ella a una persona que creía en su labor como enfermera y para eso no era necesario ser leal a otros.

Ese mismo día pensaba marcharse en busca de ese sujeto, quería pasar más tiempo solo, entender todo lo que estaba mal en su vida y decidir qué hacer, sin ese espacio para un respiro, regresaría a las mismas dudas y odios, no sabía si amaba a Pumyra o si le veía como otro capricho que no se le cumplía, pero por sobre todas las cosas, había perdido el deseo de ser rey.

– ¿Puedo sentarme? Le dijo Cheetara con una cara radiante, le había encontrado en ese sitio, el único con una vista preciosa.

– Por su puesto, imagino que esto es una vista perfecta para el romance. Cheetara abrió sus ojos confundida, Lion-O agarraba sus cosas y pasó sus manos para doblar la capa, haciendo que Snarf despertase.

– ¿Perdón?

– ¿No lo vas a usar tú y Tygra?, Lion-O señaló con el dedo pulgar a Tygra que estaba justo detrás, Cheetara se levantó.

– ¿A dónde vas?

– Tengo una reunión con el Concejo, parece que me van a recibir esta vez, debe ser un gran “honor”, remarco con los dedos índice y medio de cada mano divertido. Cheetara miró hacia abajo con sus ojos buscando un pretexto.

– Me gustaría que hablásemos un poco primero, estoy preocupada por ti, no hemos hablado mucho últimamente, como tu amiga y clérigo me gustaría... Mirando a Tygra con una expresión severa, la tensión entre esos dos era patente, a Lion-O no le costó demasiado pensarlo, era la oportunidad perfecta para arreglar lo que esa Cheetara falsa le dijo que hiciera con la verdadera, sonrió y se giró cambiando su tono taciturno.

– ¿No habías dejado eso del papel de la amiga fingida en el pasado? Tygra sacudió ligeramente la cabeza al escucharlo, separando sus brazos que por alguna razón endémica en su carácter mantenía cruzados.

– ¡¿Qué?! Ella abrió los ojos.

– ¿No lo recuerdas? Eso de que solamente eras mi amiga, de que demostrabas interés por mi debido a una orden, eso de que tu corazón siempre había sido de Tygra y que conmigo fingías, ya sabes, yo sólo era un encargo, una asignación ¿en serio lo has olvidado?

– Eso… yo, no he dicho que fingía.

– Je, no creí que siguieras pensando en ello, vaya, digo, tu… te rendiste ante el enemigo, me entregaste a ellos por Tygra, dijiste que te pegarías a él y yo lo entendí al final, casi muero en el proceso, pero lo entendí. ¿Ves su cara? Tengo que soportar a un sujeto que intentó hacer cosas imperdonables dos veces por no tener lo que deseaba y se para en mi delante con esa misma cara cuando ya lo tiene todo, a pesar de que me prometió que me seguiría a donde fuera, me pone en duda cada vez que puede, apuesta la espada de nuestro reino, nuestro tesoro más valioso sin dudarlo. ¡El muy estúpido cayó en una trampa para obtener reconocimiento para sí mismo, no para su rey! ¡¿Y yo tengo que soportar su falta de dignidad y aceptar la culpa?! Lion-O gritó. – Pero eso se acabó.

Los cachorros que siguieron a la pareja para hablar con Lion-O y disculparse, llegaron para presenciar un fuerte monólogo acusatorio.

– …y lo hace porque piensa que serás el reemplazo de Pumyra, sí Cheetara ¿Puedes creerlo? Que la clérigo que me dio la espalda será el reemplazo de la amante de Claudus, la madre del nuevo rey que se suponía me reemplazaría, es hilarante.

Tygra sintió un temblor recorriendo su espina.

– ¿Qué estás diciendo? Lion-O pasó a una expresión colérica, pero habló con un tono calmado y pausadamente dramático.

– Sí Tygra, Pumyra estaba enojada con nuestro padre porque al morir también lo hizo su bebé, el vástago del rey, se suponía que sería la nueva reina, hm… una lástima que Grune llegara, debido a eso nuestro padre la repudió, ¿por qué piensas que me alabó en su delante cuando siempre se pitorreaba de mi? Cheetara le puso la mano en el hombro.

– ¡Eso es mentira! Gritó su hermano.

– Él nunca me amó Tygra, hizo lo mismo con la madre de Pamhela cuando les encontré haciendo el amor, ella tenía su corona, la corona de la reina.

– Lion-O, eso no es posible, el rey Claudus no era capaz de…

– ¡Cheetara! Gritó Panthro que llegó alentado por el alboroto, estaba con Dobo, su mirada era terrible y la clérigo se contuvo.

– Esto debe acabar Cheetara, somos aliados, pero no peleamos por lo mismo y debo pedirles una disculpa.

– ¿Una disculpa? Lion-O hizo que ella bajara su mano y se dirigió a todos ellos diciendo a las aves y demás gente que era un asunto personal.

– Hasta ahora no me he dado cuenta de que no sentimos lo mismo, por eso debo disculparme, ustedes vienen de un sistema dedicado a la especie de los felinos, yo mientras tanto he estado con los de mi especie.

– ¿Cuál especie es esa? Preguntó Panthro.

– Con los deshechos, con las razas que ustedes llaman inferiores, ustedes luchan por un reino cruel y despiadado, que toma lo que quiere de nuestros aliados, que les usa mientras están en desgracia para luego volver a someterles y eso está mal.

– Pero está en tus manos llevarnos por un nuevo sendero… Lion-O negó.

– ¿Y hacer qué? ¿Lo que Jaga me ha ordenado, encontrar un montón de piedras para Mumm-Ra? Eso no sucederá nunca más.

– ¿Qué sugieres?

– Cheetara, no creo que ustedes sean personas por las que valga la pena luchar y lo siento, pero yo no peleo esta guerra para exterminar a los lagartos, sino para cambiar el duro corazón de ese tirano llamado Thundera, del que yo he sido víctima y para eso no necesito a una mentirosa como tú, o un hermano que solo está bien conmigo si las cosas le van bien, o dos niños que se deshacen de mi tan fácilmente o un general que fue expulsado de Thundera junto a un traidor.

Todos miraron a Panthro que parecía ser desnudado por el joven rey.

– Yo soy culpable de perseguir sus sueños y por eso ahora tengo mis manos manchadas de la sangre de la gente de Avista, quienes perdieron su ciudad, del pueblo berbil que ha sido quemado, de los elefantes que viven escondidos en los bosques, expulsados de sus templos y de la toma de ciudad Khan por los lagartos este mismo día y del asesinato de mil de sus ciudadanos como represalia a su resistencia.

– Podías habernos dicho. Dijo Tygra en voz baja, Lion-O le puso la mano en el hombro y negó nuevamente.

– He estado en cama cinco días hermano, pocas veces consciente ¿cómo es que tú, estando sano y aspirando a esta espada no lo estás? Esto se acabó, iré a por Soul Sever, lo que quieran hacer después de ese punto me parecerá bien, incluso si quieren la espada y la corona, sólo les pido, que cuiden de esta gente en mi ausencia.

– ¡Espera Lion-O, tú no puedes… yo creo en ti! Lion-O fue seguido por Cheetara, pero Tygra se interpuso, nadie más se atrevió a decir nada más.

– Es una pena que yo no sienta lo mismo por ti, clérigo de… Jaga, qué lástima que sea yo el rey y no él.

– ¡Lion-O!

Sin importar las quejas de Tygra o la forma amarga en que Cheetara le suplicó reconsiderar, les dejó atrás

¿Debería estar llorando? ¿Por qué en cambio se sentía mejor? Libre de un peso que ya no deseaba cargar. Y ante sus ojos, sus palabras fueron la sentencia para el último clérigo de la orden de Jaga, que en ese momento había dejado de existir.



Fin de Capítulo I

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Epilogo

La reunión con las aves fue silenciosa y escueta, se limitaron a escucharle, más bien, pedirle que desde su punto de vista explicase la situación que había llevado a su ciudad a caer, las posibles teorías y rumores, no sentía la necesidad de ocultarles nada, trabajar en buenos términos con el nuevo Prefecto de Avista sería recomendable, entendiendo que ellos no creían en los felinos y su pueblo podía cambiar de bando de un momento a otro, aunque no lograba comprender la razón de llamarle.

– Lo único que puedo asegurarles, es que parece que la tecnología usada para construir Avista, es la misma empleada para las naves de Mumm-Ra y aunque no sabemos las causas, toda la tecnología que de alguna manera dependa de ella ha sido afectada.

– ¿Por qué entonces los Berbils se ven afectados?

– Creo Concejal que es evidente y según he podido consultar con una persona que estuvo dentro de la pirámide, el proceso de construcción es el mismo que ellos emplean.

– ¿Pero son… Berbils? Crear cosas tan grandes parece inverosímil para su pequeño tamaño.

– Hemos encontrado personas que les han esclavizado con el propósito de obligarles a construir maquinaria, nosotros mismos fuimos beneficiados con su tecnología por su amistad.

– En ese punto podría llegar a estar de acuerdo, aunque me preocupa lo que usted ha investigado y quiero citar para que quede testimonio, en la página veinte de su informe; “No se tiene registro pasado o presente en Thundera de los seres conocidos como Berbils, sean de donde sean, no pueden tener una existencia mayor a diez años, al menos en nuestro mundo”, si esto es verdad ¿insinúa que Mumm-Ra los construyó?

– Es sólo una posibilidad, los berbils no parecen recordar nada antes de una o dos décadas. Los asistentes murmuraron.

– Ya veo ¿Y por qué nos afecta esta “corrosión”? si se le puede llamar así a lo que le pasa a nuestras naves y construcciones.

– Al principio pensé que era un metal común y corriente, la fragilidad por tanto no tendría explicación, luego vi a un conocido mío que descubrió el problema.

– Es afortunado que tenga tantos conocidos Majestad.

– Le sorprendería.

– ¿Y bien?, ¿cuáles fueron sus descubrimientos?.

– Me dijo que no era realmente metal… hmp. El micrófono pareció fallar y estar ante tantos le hizo sentirse inseguro.

– ¿Puede repetir la respuesta?

– Es… una especie de material compuesto de fibras con vida propia, que mediante un complejo proceso de fusión retardado crea todos los tipos conocidos de aleaciones de metal, si una superficie se oxida, la misma es reemplazada como si se tratase de piel o cabello.

– ¿Y por qué piensa que no es Mumm-Ra el responsable?

– Bueno, no puedo afirmarlo, pero el método que usábamos mis acompañantes y yo para detectar las piedras ha sido bloqueado, por lo que debo presuponer que hay una relación directa entre los dos eventos, primero; imposibilitar que usemos naves avanzadas para ir a donde se encuentran las piedras y segundo, que no tengamos la posibilidad de detectarlas, por lo que es más probable que sean los guardianes de la última piedra los responsables.

– Ya veo, gratamente me doy cuenta que lo ha pensado detenidamente ¿y esos herreros que trajo pueden ayudarnos?

– Hm, sólo en evitar que la estructura principal sufra daños, pero no en las partes delicadas de los recubrimientos presurizados, para eso necesitamos otra clase de ayuda.

– Y debo suponer que usted conoce una manera. Lion-O se agarró la barbilla haciendo una mueca.

– Sí, es posible que exista una manera. La gente murmuró con un aire reconfortado por la noticia.

– Me alegra escucharlo Majestad y supongo que está haciendo todo en sus manos para remediarlo.

– Precisamente de eso quería hablar… pero las pocas aves que le cuestionaron parecían conocer sus intenciones.

– No será necesario, agradecemos de todas maneras su visita, esto no es más que una entrevista informal.

Muchas de las caras eran todo, menos amables y cordiales y cuando se dirigió entre ese abrumador silencio se tropezó con uno de los escalones, acelerando el paso lleno de vergüenza, ninguno de los presentes se rió de él, nunca había sido sometido a una presión parecida.

El valor que tenía se había esfumado, quería regresar a decirle a su grupo que estaba arrepentido, aunque no lo estaba y antes de darse cuenta, se encontraba sobre la plataforma de la nave que le llevaría con Soul Sever. El espía de Horus no estaba por ningún lado, lo que le tranquilizó, pues le habría sido penoso negarse a llevarlo con él.

La gente debía pensar que si podía encargarse solo de un ejército y llevar misiones suicidas con éxito, eso no le representaría un problema, más cuando sus familias no deseaban que sus seres queridos se involucraran en esas aventuras, los refugiados de ciudad Khan habían llegado paulatinamente y pese a que las molestias estaban en el ambiente, lo cierto era que el campamento lucía más vivo que nunca, pues el comercio permitiría obtener la comida que por los saqueos los lagartos no lograban.

Ro-Bear-Bill y Ro-Bear-Beebo estaban en la plataforma haciendo reparaciones, le contaron lo que ya sabía, que sus pueblos habían sido borrados del mapa por la aviación de los lagartos en represalia por lo que había sucedido hace más de una semana atrás, tenían dudas de su futuro, pero nadie en su sano juicio les negaría la estadía, él les dijo que a diferencia de otros refugiados, su trato sería especial y prioritario, pues pese a los inconvenientes y rumores de su pasado, los berbils eran la quinta esencia de lo útil y atentar en su contra sería como darse un disparo en el pie.

Algunos thunderianos arribaban acompañados de diferentes tribus del lado sur del continente en las caravanas de wolos y eso le hizo sentir mucha dicha, pese a que su llegada significaba una presión más para las aves que veían la necesidad de ajustar sus apretados inventarios para alimentar a más bocas y eso hacía a las aves aún más recelosas de lo común para su raza.

La larga cola que Lion-O arrastraba, una gran fuente de estrés, era pisada por los pies de muchos, entre ellos aliados. Era demasiado joven para esa carga, pero no podía cambiar o rendirse, aunque pasó por su mente mientras se quemaba la armadura de su padre y sus ropas en un tambo de combustible, tenía que hacer su tarea con nuevas reglas sin depender de nadie, prefería eso a personas que no compartían en absoluto sus ideales.

Cuando volteó allí estaba, parada sobre un poste, mirándole fijamente con sus alas extendidas, comprendió su mensaje mientras nuevamente desaparecía en un rápido aleteo; ella estaba allí y no se iría.

Acariciando la cabeza del pequeño Snarf que “misteriosamente” apareció en la cabina del aerodeslizador, preguntándose donde se habían conocido y si había tenido algo que ver con su encuentro, quería saber quién era ella y por qué hacía lo que hacía.

Era tan malo manejando una nave como reparándola, incluso su hermano le había adelantado en aquello que en un principio dudaba de su existencia, pero esta nueva sensación recorría sus venas, elevando la nave sin activar los estabilizadores automáticos, dando un giro peligrosamente pronunciado, Snarf, sujetó por un cinturón al asiento al que ella le había asegurado, pareció flotar ingrávidamente unos instantes abriendo los ojos.

Apretó el acelerador a fondo y se dejó llevar por sus instintos, era libre al fin.