Capital del Reino de Thundera
Hace unos años
-¡Vamos Snarf! Mejor que sea por ese camino.
-¡Miau miau!
-¿Qué quieres decir con que es demasiado estrecho?
¡Zuuumb! La bolsa del encapuchado se atoró en la salida del callejón.
-¡Niif!
-Oh, no empieces…
-¡Eh tú!, detente he dicho. El primer guardia saltó con agilidad y desgarró la bolsa soltando decenas de redondos panes de diversos tamaños, un gran pedazo de jamón, condimentos y envases de conserva que se reventaron en el suelo sucio, el segundo guardia saltó imitando al primero para atrapar al encapuchado, con un movimiento rápido, el fugitivo se escapó, dejando que el segundo guardia quedara encima del primero, golpeando aparatosamente sus cascos de metal.
-¡Genial, simplemente genial! ¿Saben lo que me costó reunir toda esa comida?
Otros guardias aparecieron, dándoles una encerrona, aún con esos inconvenientes y liberado del peso de la bolsa, aun llevando otra, el encapuchado dobló en la bifurcación y se ocultó entre las sombras, Snarf estaba inquieto metiéndose en las ropas del adolescente.
-¡Allí! Le apunto uno de los guardias con su dedo índice, alertando a sus compañeros.
-Oh rayos. ¡Corre Snarf!
-Niff, niff.
Entre los intrincados pasillos se desviaron de la ruta, acabando en un callejón del que no había escapatoria. Sobre las construcciones de las casas, un grupo de extraños siguieron a su presa.
-¿No podríamos discutirlo mejor chicos?
-Príncipe Lion-O, será mejor que regrese a palacio, cuando su padre se entere de lo que hace en este lugar va a castigarlo severamente.
-Si ustedes le dicen una palabra.... no seré el único en caer.
-Escucha niño, solo debemos regresar a palacio, no tenemos que ponernos serios.
Lion-O trepó con sus garras sobre las paredes de ladrillo con suma facilidad, dejando a los guardias boquiabiertos, suponiéndole débil y frágil, fue cuando se dio cuenta de que uno de sus guardias tenía agarrado a su gato por la cola, quien peleaba por liberarse sin mucho éxito con sus pequeños dientes.
-¡Cuidado con tus manos bellaco!
-Si tenemos que romperle el cuello a este tonto gato lo haremos príncipe, nadie dará un sestercio por él, así que baje de una buena vez.
-Como te atrevas a tocarle un pelo desearas no haber nacido. La amenaza no surtió efecto en ellos.
-Para eso tendrías que ser rey, con esta actitud el príncipe Tygra será quien se convierta en el nuevo rey antes de que te des cuenta pequeñajo.
-Tú eres un soldado horrible, te voy a mantener en mi lista de personas indeseables. Los guardias se rieron nuevamente desatando la furia del príncipe Lion-O, siendo atrapado por soldado que lo aferró entre sus brazos por detrás.
-Déjame ir patán.
-Ja, te tengo escurridizo cabeza de chorlito.
En los techos de las casa contiguas, ocultos por la oscuridad, un grupo de ojos se enfocaron en el muchacho y los soldados con los que luchaba. Los encapuchados indicaron la mejor estrategia a seguir valiéndose de señas, sacando largas espadas intentaron hacer un movimiento en conjunto, para su sorpresa, fueron rodeados por los clérigos de Thundera, quienes aparecieron envueltos en largas túnicas blancas.
Un clérigo puede desafiar las leyes de la velocidad, romper paredes con sus manos desnudas, convertir un simple bastón en una arma prodigiosa, aún así, no fueron capaces de alcanzar a un enemigo que de un increíble salto desapareció de su vista.
Cheetara estaba segura de que lograría atraparles, les siguió durante horas desde que entraron en la ciudad, no fue así, eran difíciles de ver, de rastrear y el ruido en su mente producto de sus hechicerías, le hacía difícil centrarse lamiendo un poco de sal para contrarrestarlo, uno de los clérigos le llamó la atención para que desviase la mirada.
El rey de Thundera, Claudus Rugido de Fuego, le quitó al guardia el gato de Lion-O sin miramientos.
-Es él Cheetara, susurró su compañera dándole pequeños codazos, la luz alumbró la larga cabellera roja del príncipe Lion-O que se desperdigó sobre sus hombros cuando su padre con severidad le quitó la capucha.
“¿Qué estás haciendo aquí Lion-O?” Se preguntó la clérigo, observándole con sus intensos ojos color rubí, notando a su viejo maestro Jaga entre los guardias que escoltaban a su majestad.
-¡¿Qué rayos estás haciendo aquí a estas horas?! Apenas te has aliviado y ya vas a por más. ¿Sabes lo que es salir de una reunión importante para resolver personalmente cada una de tus tonterías? El rey dijo con enojo sosteniendo la bolsa desgarrada donde el príncipe llevaba comida.
-No son tonterías. Lion-O bajó la cabeza hablando en voz baja.
-¿Ya, entonces ahora robas comida? El rey estaba de tan mal humor que Snarf lo pagó, siendo zarandeado con fuerza con cada gesto y expresión de Claudus.
-¿A qué se refiere? Cheetara le dirigió una mirada a Keos que se rascó la nariz por debajo de su manto, ella había seguido al príncipe e incidentalmente se encontró en el mismo punto con Cheetara y los demás clérigos que perseguían a los intrusos.
-Le ha dado por alimentar a los perros callejeros, se ha llevado parte de la comida para los embajadores de los señores feudales, ya no le bastan sus excentricidades con esos fierros, le ha dado por ser un buen samaritano.
Cheetara comprendió el enojo del rey con su hijo, quien le recordaba constantemente su falta de carácter, lo menos que a ella se le ocurriría sería alimentar a otras razas, aunque Jaga parecía complacido con el gesto de bondad del joven rey, más que eso, parecía incitarle a ese comportamiento extraño que siempre le caracterizó.
-Si quieres darles algo, usa tu mesada, no robes la comida. El adolescente hizo una mueca, dando a entender que la había usado en eso precisamente.
-¿Debes estar bromeando niño? Esta nueva locura tuya… si piensas que no se les da lo suficiente, no es distinto a insultar a tu propia raza, ya es mucho con que les demos refugio y cobijo.
-Pero padre yo…
¡Plaf! El rey abofeteo severamente al chico que intentó replicarle, dada su frágil condición, que le hacía mantener reposo en cama, el solitario y rebelde príncipe de pronto se sintió sumamente pesado y sus ojos se cerraron. Cheetara se lanzo en el acto al vacio cachándole entre sus brazos, seguida por Keos, quien tembló ante la severa mirada del rey.
Era la primera vez que Cheetara tenía contacto directo con el príncipe, quien respiraba entrecortadamente, manteniéndole así pudo sentir su débil complexión, difícilmente reconocía rasgo alguno de su padre y la belleza tan particular que emanaba de él, correspondía por entero a la de su frágil madre, tanto era así que se preguntaba si con esa debilidad heredada, podría ser alguna vez un verdadero rey.
Luego de unos momentos de confusión, abrió sus ojos azules que adquirieron un aspecto enojado, empujando a Cheetara, se levantó mostrando esa chispa de su explosivo carácter, que incluso al rey intimidaba por ser tan parecido al de su difunta esposa.
-¿Por qué me pegas? No he hecho nada malo, sólo quería ayudar. Claudus apretó los dientes con la reprimenda de su propio hijo, volvió alzar la mano, el joven príncipe tembló cerrando sus ojos, el rey, quien estaba dispuesto a darle una severa lección al príncipe, se quedo impresionado del clérigo que se interpuso entre él y el chico con los brazos abiertos.
-¡¿Cómo te atreves?! El rey a punto estuvo de sacar su espada del cinto, Jaga se lo impidió.
-Su majestad, no es un buen momento… tenemos que irnos ya, Jaga murmuró a Claudus ante la gente que se fue reuniendo a su alrededor.
Lion-O escupió sangre de su boca y comenzó a toser incontroladamente, el otro clérigo lo tomó entre sus brazos cuando nuevamente se derrumbó al piso.
-Ni siquiera te has recuperado completamente, a este paso jamás serás rey.
El rey se aproximó hacia el príncipe y con la mano apartó a Cheetara.
-Descuida, no voy a hacerle daño.
Le tomó con mucho cuidado entre sus brazos, mientras la clérigo rebelde le limpió la sangre de boca.
-Pequeño inconsciente, pero si estas ardiendo en fiebre, no saldrás de palacio hasta que te recuperes, ¿por qué no eres más como tu hermano?
-¿Por qué tendría que ser como ese idiota? Respondió cerrando lentamente sus ojos, declaración que pareció molestar a la clérigo.
-¡Jaga! Espero que entrenes mejor a tus clérigos, no me gusta su actitud.
-Lo siento, no volverá a pasar su majestad, le castigaré severamente.
-¿Y tú, no tienes que decirle algo a tu salvador Lion-O? El príncipe miró al clérigo que le había defendido brindándoles una amable sonrisa, aunque no pudo ver su rostro, extendió su brazo y metió su mano debajo del velo con que se cubría la cara, acariciando su mejilla.
-Gracias. Cheetara bajó la cabeza con suma humildad mientras su corazón latía como si hubiese caminado durante días sin descanso.
Cuando el rey se lo llevaba en brazos, algunos cachorros de perro que le siguieron desde los barrios bajos de la ciudad, se despidieron de él.
Ante su insistencia con un gesto, el adolescente y príncipe heredero de Thundera, fue dejado por su padre, con sus catorce primaveras era el vivo retrato de su madre, lleno de compasión y sin distingo entre razas, tenía una cualidad que si bien era tolerable en una reina, en un rey era signo de estupidez y eso le preocupaba más que su extrema debilidad física, no era el primer rey que nacía con una condición difícil, el mismo Claudus había sido honrado con el nombre de uno de los más grandes reyes de Thundera, cuya cojera no opacó su excelsa y legendaria obra política y brillantez militar, incluso él, no se atrevía a esas actitudes con otras razas.
-¡Por los ancestro, está bien! De todas maneras esa comida nadie la querría en ese estado.
Un soldado le entregó las bolsas a uno de los pequeños indigentes que inmediatamente fue empujado por otro más próximo a ellos, quien con la parte baja de su lanza los llevó hasta la entrada de los barrios bajos donde residían.
-Estas locuras deben terminar Lion-O, rodearte de indigentes, ser estafado con esos ridículos objetos que compras, ya no puedo darte dinero pensando que lo despilfarrarás en un montón de perros, ¿qué seguirá… lagartos?
La gente murmuraba, Jaga cubrió al muchacho con una túnica, poniendo a Snarf en su regazo, la comitiva partió siendo guiado por un león de aspecto temible y musculoso que llevaba a una persona de una larga cabellera roja, el viejo consejero del rey miró con desaprobación a sus clérigos que observaban la escena, olvidándose de su deber, suspiró con pesar.
-¡Rayos, esto es malo Chee! Me pregunto si en verdad se atreverá a castigarte, Cheetara recobró la compostura siendo arrastrada rápidamente por su compañera escalando al techo donde los demás clérigos esperaban.
-Por cómo se movían, yo diría que ya deben estar en la otra punta del planeta, ¿Quienes rayos habrán sido?
-¡¿Quéee?! Cheetara seguía perdida.
-¿Cómo que quienes? ¡Los fugitivos mujer! Ya tuviste tu momento de gloria, regresa al mundo de los mortales, regresa, ¡oh no!, te perdemos, noooo. Keos la zarandeó como si fuese una desahuciada en sus últimos momentos partiéndose de risa.
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Tiempo después
Cheetara dio varias vueltas a la ciudad encontrando pistas de los veloces intrusos, Jaga observó el particular calzado que desaparecía en una de las laderas de la muralla, acariciando su barba su expresión no dejaba ver ninguno de sus pensamientos.
-"Al parecer" escaparon por aquí. Remarcando la frase Jaga respiró conspicuamente.
-Yo también lo creo maestro, Keos acarició la tierra describiendo las marcas por donde escalaron esos intrusos.
-Sí, aunque es curioso.
-¿Qué cosa maestro?
-Por el calzado.... incluso con una cuerda sería difícil de lograr en el tiempo que emplearon.
-Quizás hayan tratado de confundirnos dejando el rastro previamente, aún así… estoy segura que esto lo hicieron no hace mucho y si no mal recuerdo, cuando hice el recorrido persiguiéndoles, este rastro no estaba aquí.
-Te creo y la solución puede ser más sencilla de lo que imaginas Cheetara.
-¿Y cuál sería? Jaga sonrió y le puso la mano sobre la cabeza.
-No importa en estos momentos, ya han tenido bastante para un día, vayan a descansar.
-Si maestro.
Siendo un guepardo sonaba absurdo, pero no estaba de menos decirlo, sus pies no parecían los suyos, con la magia de los clérigos aprendió a mantener su velocidad, aún así, el dolor físico no podía ocultarse, sudaba por todos y cada uno de sus poros, tener encima que vigilar al heredero era una tarea demandante, Jaga lo consentía, si desease no habría nada que el príncipe pudiera hacer para escabullirse.
Pensando esto y aquello una mano rozó su hombro, descubriendo que no había nadie, hasta que algo rozó su mejilla.
-Espera, espera, soy yo, Tygra había aparecido de improvisto con el bastón del clérigo en su cuello, sostenía una rosa en la mano.
-¿En el nombre de los ancestros, qué se supone que haces aquí?
-Con un “hola” bastaría.
-Te enseñé esa magia para que usaras el látigo de Tygus en actividades militares, no para que espiaras a las chicas.
-¿Y quién habla de espiar? Esto es una muestra de que puedo manejarlo sin problemas.
-Si Jaga se entera de que saqué ese libro sin su permiso va a expulsarme.
-Estas exagerando, tu eres su mejor alumna.
-¿Recuerdas a esa leona empalagosa que te seguía a todas partes?
-¿Pamhela? ¿Qué tiene eso que ver?
-Ella era la mejor de mi clase y Jaga la expulsó sin dudarlo un instante.
-Culpa a su padre de ello, además, no era más que una chica boba, no tienes que ponerte celosa.
Cheetara se puso de mal humor y lo hizo a un lado.
-Idiota. El joven tigre sonrió ante el puchero de esa maravillosa chica de cabellera amarilla como la mantequilla.
-Para servirte. Se rió haciendo una reverencia, lo que hizo que ella le devolviera una mirada coqueta.
-Me preguntaba, ya que el baile de primavera se acerca si tu…
-¿Si yo…? Cheetara miró con su misteriosa sonrisa a Tygra, quien de pronto empezó balbucear, parecía que había perdido el valor reunido con tanto ahincó.
-Bu-bue-bue-bueno, qui-quie-ro, de-de-decir… Tygra se desmayó cayendo al suelo.
-Dicen que soy hermosa, que cautivo a los felinos, pero esto es ridículo Tygra. Cheetara dio palmadas en la cara del tigre completamente desvanecido, su sonrisa desapareció cuando por la expresión en su rostro, supo que no era un juego.
Los sonidos de los guardias desvaneciéndose le hicieron contemplar una luz que fue rodeando el palacio, hasta que una poderosa explosión resonó en una de las alas de palacio, donde las habitaciones del príncipe se encontraban, viéndose obligada a abandonar a Tygra en plena calle.
-¡Keos, Fimir, Akhela! Cheetara a toda velocidad se reunió con sus amigos, quienes corrieron hacia la luz de la que un alarido parecido al surgido de la voz del príncipe se escuchaba, la diferencia era que estaba multiplicado por decenas de cientos de veces, tanto así que el sonido llegó a todos los rincones de Thundera.
-Es una honda espiritual muy poderosa "Chee", la ciudad entera está fuera de combate.
-¿Qué ha sucedido?
-No lo sé, cuando hacía la ronda en la plaza principal, las personas empezaron a caerse por montones.
-Mervin y Lazso se quedaron con el rey. Secundó Akhela, una puma gris mucho mayor que Cheetara, quien lideró al equipo al que se le sumaban más y más clérigos.
-¿También él Rey?
-Sí, aquellos sin un entrenamiento como el nuestro están en ese estado.
-¿Es una ataque a gran escala, acaso el señor oscuro…? Keos apretó su báculo llena de miedo, escuchando ese grito que no cesó en todo su recorrido hacia la estela de una mortecina luz blanca.
-¡No, esto es obra del príncipe Lion-O!
-¡¿Maestro Jaga?! El viejo clérigo apareció ante los veinte clérigos que avanzaron.
-¿A qué se refiere con que es obra de Lion-O? Cheetara preguntó angustiada.
-Algo ha enturbiado su estado emocional y creo saber quién, debemos controlarlo reprimiendo sus estados de conciencia, apunten a la base del cerebelo como les enseñé.
-¿Eso no es peligroso?
-No les voy a mentir, si no podemos controlarlo, deberemos matarle o incluso nosotros acabaremos como el resto, no, el Tercer Planeta podría no despertar jamás.
-¿Tan poderoso es? Jaga no le respondió, pero era más que claro. Eso sorprendió a Cheetara desagradablemente, a pesar de ello, aceptó la orden sin vacilar. La tierra temblaba entre más se acercaban a los restos del ala Este de palacio.
-¡La señal, es el llamado! El clérigo Alkemendrix cayó de rodillas ante el milagro, pero además de Cheetara y Jaga, ningún otro clérigo pudo notarlo, únicamente una luz potente.
-No miren hacia arriba insensatos o quedarán ciegos. El consejo pareció llegar tarde para el General Lynx-O, quien yacía en el suelo agarrándose de los ojos.
Jaga se quitó su manto y lo puso sobre el rostro del lince.
-Deje de luchar contra ello o perderá la razón para siempre.
-¿Qué demonios pasa? Lynx-O se retorcía de dolor.
-Alguien ha intentado atacar al príncipe, ha despertado a la espada de los augurios.
-¿Qué rayos hace la espada de Claudus en este sitio?
-La espada no pertenece a nadie salvo a sí misma, ella elige a su portador.
-¿Entonces Claudus…?
-Sí, su reinado ha acabado.
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Restos del Ala Este de Palacio
Momentos después
Los clérigos que no luchaban contra los atacantes, intentaban alcanzar al príncipe, la tarea era casi imposible, la espada de los augurios daba vueltas y vueltas en torno al él, tal si fuera una luna, alejándoles de su objetivo. La luz era intensa, los largos cabellos rojos de Lion-O refulgían hiriendo la vista.
El símbolo de Thundera relucía vigoroso en el cielo, el perfil de una pantera, representación de las cinco razas reales, se mostraba en todo su esplendor, un esplendor mortal.
El grito del príncipe crispaba los nervios, a tal punto que varios clérigos quedaron fuera de combate, flotaba en el aire sobre los restos que quedaron de las habitaciones reales, en su pecho un nutrido grupo de agujas le fueron clavadas cortando su flujo interno espiritual, poder que emanaba incontrolablemente de su cuerpo.
Para sorpresa de los clérigos, todos los enemigos se mantenían en su sitio, una muestra de su grado de entrenamiento, pero incluso con sus habilidades, alcanzar al príncipe se volvió una tarea monumental.
Jaga fue derribado junto a Alkemendrix, cuando usaron su habilidad para convertir su energía en poderosos rayos de luz, los mismos se desviaron y fueron absorbidos por el príncipe que cada vez brillaba más.
El líder de esos intrusos señaló a uno de sus acólitos sacando una especie de bumerán, dirigido a la cabeza del infortunado príncipe, Cheetara le dio un poderoso golpe sacándola fuera de balance, era demasiado tarde, esa arma ya viajaba hacia su cabeza.
Cheetara se lanzó con toda su fuerza en dirección del príncipe, sus piernas se hicieron pesadas con tanta energía, la espada no la hirió esta vez, como si adivinase sus intenciones, un empujón con su báculo sagrado era lo único que necesitaba, alargándolo hasta alcanzarle, lo suficiente para que en vez de la cabeza, fuera la preciosa cabellera del príncipe la que se vio rebanada desde la base del cuello.
Nunca había visto un arma como aquella, la cual regresó a las manos de su dueño que se rió en voz alta, una risa de mujer.
El fenómeno terminó tan rápidamente como había iniciado, Lion-O se precipitó al suelo, Cheetara le tomó nuevamente entre sus brazos saltando con todas sus fuerzas.
-Esto es mío, la misma voz femenina dijo, agarrando entre sus guantes la cabellera cortada de Lion-O.
-¡Jaga, clérigo de Thundera, estas advertido, la próxima no será únicamente su cabellera lo que le sea cortado! ¡Vámonos!
Todos los atacantes alzaron sus alas y de potentes saltos salieron disparados hacia el cielo.
-¡Son ángeles!, dijo uno de los clérigos.
-Es por eso que subieron tan rápido esa ladera, replicó Keos.
Alkemendrix llamó la atención a Jaga susurrándole al oído.
-¡¿Chee, estas bien, Chee?! Keos fue a agarrar a su amiga, pero Jaga, apartando a Alkemendrix la detuvo.
-Déjanos por unos momentos.
-¿Y qué pasa con los enemigos?
-Ya han hecho su trabajo, todos, vayan a ayudar a la gente que pudo resultar herida, no es momento de perder el tiempo. Jaga apresuró a los clérigos.
-¿Y Cheetara?
-No te preocupes, me encargaré de que no le pase nada.
El corte donde el cabello de Lion-O fue rebanado, mostraba unas puntas brillantes anaranjadas, como si fueran palillos de madera apagándose lentamente después de haber estado expuestos al fuego. Cheetara estaba en trance emitiendo un sonido monótono, Jaga se dio cuenta del motivo, uno de los largos cabellos rojos del príncipe se posó en su brazo absorbiendo su magia.
-Incluso si usas unas pinzas bendecidas quedarías atrapado, pero esa mujer lo tomó con sus manos. Alkemendrix dijo sin acercarse.
-No es necesario preocuparse, Cheetara es especial, si es capaz de observar el llamado a su edad, entonces es una de ellos.
-Espero que así sea. Dijo el afilado y viejo amigo del Jaga.
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En algún lugar de palacio
La chimenea quemaba los últimos restos de madera, en la habitación contigua, Lion-O dormía tranquilamente a lado de Cheetara completamente inconsciente, los guardias que se despertaban se unían a los clérigos atendiendo a los heridos, Claudus y Tygra fueron llevados a resguardo, el golpe psíquico fue particularmente feroz con ellos, siendo la familia directa del joven príncipe la más vulnerable a ese extraño poder.
Sería una larga noche, dos clérigos hablaban en voz baja en la sala de estar, uno era Jaga Trueno Feroz, líder de los clérigos y su segundo al mando, Alkemendrix el Nibelungo, por lo visto su conversación no era nada amigable.
-Esto ha sido una mala idea desde un inicio, tú has visto lo que pasó cuando interrumpieron el flujo, es un envase lleno, no es capaz de purificar ese poder con la suficiente velocidad, no lo puedes negar, Jaguara no quería esto.
-Ella no ha dicho una palabra en contra, además, el flujo se ha restaurado a pesar de lo que hicieron, lo ha soportado, el plan debe continuar.
-Jugar así con este pequeño es demasiado, a veces me pregunto si hay sangre en ese cuerpo viejo tuyo para que llegue algo a tu corazón amigo mío, este plan estuvo mal desde el inicio, si él lo averigua...
-Calla, no olvides que la reina estuvo de acuerdo, tú mismo dijiste que el rey no podría hacerlo, era la única manera, si no le damos la suficiente compatibilidad con la espada, el esfuerzo no habrá valido la pela y no olvides que las visiones son cada vez más fuertes, le necesitamos.
-¡¿Pero a qué precio?! Esa era maldad pura, no hablamos de cuentos de demonios o sueños de médiums discutibles, es una fuerza negativa en extremo violenta, clama venganza, la verdadera cara de la espada no cambiará a menos que sea reforjada, ese sello no lo soportará indefinidamente y usar a este chico es cruel, debes engarzarla en el guante, él nunca se acostumbrará a ese poder, morirá antes de hacerlo, solo mira su cuerpo.
-Lion-O será el más poderoso de los reyes de Thundera Alkemendrix, llegado el momento hará su trabajo, yo también pensé que la primera elección de la reina era la correcta, incluso la manera en que llegó Tygra parecía una señal.
-Él tiene el apoyo del pueblo, el mismo rey que se negaba lo acepta abiertamente.
-Eso precisamente lo ha echado a perder, incluso después de lo que hizo en ese pozo, de ver lo incorrecto de sus acciones, el rencor no se va y aunque protege a su hermano, no comulga con el llamado.
-¡Jaga!, esta locura la has llevado a cabo a pesar de las recomendaciones de los seis, quizás estén muertos, pero no cambia el hecho de que ese pequeño ha nacido bajo una mala estrella, por los Ancestros, incluso el rey empieza a sospechar, los leones no son así, su cara, tamaño y pensamientos son los de la difunta reina, incluso con lo que hicimos no debería ser tan visible la dominancia de la herencia de la reina y en la ciudad se murmuran cosas… Alkemendrix guardó silencio cuando supo que había ido demasiado lejos.
-¿Qué es lo que se murmura?
-Hmm… le llaman abiertamente el hijo “tigón” del rey Claudus.
-¿Por qué no me informaste nada de esto?
-También soy un clérigo ¿recuerdas?, he esparcido esas boberas del “príncipe de las nubes” para contrarrestar las habladurías, pero si esas marcas del carácter de león no se acentúan, eventualmente se darán cuenta, la magia clerical tiene sus límites, debes dejarlo, estas destruyendo su cuerpo en tu búsqueda de un ser perfecto.
-Nosotros no estamos buscando un ser perfecto, sino un rey acorde al presagio, temo que Grune no haya muerto, ya no podemos dar marcha atrás...
-Quieres que crea que no lo pensaste, tu deseas que suceda, todo dependerá de una simple decisión fuera de tu control, tal vez sea el rey prometido, pero el fuego no dice que será bueno, únicamente que traerá orden... como Mumm-Ra.
-¡Alkemendrix! Jaga alzó la voz con desagrado.
-Hay cosas que ignoras Jaga, más bien, que te niegas a ver, quizás tus palabras elocuentes sirvan con tus admiradores, yo no soy uno de ellos, además, esas mujeres horrendas de la Orden de Avista ya se dieron cuenta, hicieron la prueba y mira el resultado, lo más misericordioso sería arrancarle la cabeza, deberías seguir su ejemplo, él ya está contaminado, esa rivalidad malsana con su hermano no ayuda.
-Únicamente necesitamos que se mantenga en sus cinco sentidos hasta que los eventos que tememos sucedan, después de eso... será su responsabilidad.
-Espero que no te arrepientas.
Jaga se quedó en silencio, Alkemendrix sabía que no podría cambiar sus ideas.
-Hmp, voy a reunirme con los demás clérigos, informaré al rey de que Lion-O se encuentra bien.
La decepción de ambos clérigos era de lo más patente, ninguno creía en las ideas del otro.
-¿Maestro? Cheetara abrió la puerta.
-Vuelve a la cama hija mía... espera, has tenido otra visión. Cheetara parecía confundida, Jaga supo la razón con mirarle.
-Mmm, esta vez no parecía una visión, más bien… como si se tratase de un recuerdo muy fresco. ¿Por qué la cabellera de Lion-O se sentía sí?
-He cometido un error pequeña mía y parece que alguien tomó ventaja de ello.
-¿Qué quiere decir? Jaga se sentó en la silla al lado de la cama donde el adolescente príncipe descansaba, seguido por Cheetara quien acarició la melena de Lion-O.
-A veces estás tan seguro de tener un sueño inigualable entre tus manos, que en tu impaciencia deseas hacer más de lo necesario para llevarlo a cabo y puedes terminar arruinándolo.
-¿Es por eso que está enfermo, es por eso que es tan... extraño?
-Solo en parte, él es especial Cheetara, incluso sin mi intervención. Deseaba que lograra el control de la espada y vinculé su fuerza a su cuerpo, ha sido sometido a ese poder durante mucho tiempo, pero parece que está en su límite.
-Sin la garra, la espada es peligrosa ¿no es así?, esas visiones de la ciudad en llamas maestro, realmente piensa…
-Thundera está en sus últimos años de vida, eso no podrá cambiarse, es posible que ya esté libre, el llamado ha sido hecho de todas maneras.
Cheetara revisó su bolso y sacó ese par de objetos que había recuperado de su encuentro con esos seres, una cápsula parecida a un huevo y un mechón dorado de una cabellera increíblemente hermosa.
-¿Ahora qué harás maestro?
-Alkemendrix tiene razón Cheetara, forzar las cosas no nos ayudará, debemos confiar en Lion-O.
-¿Y si él no es el indicado?
-¿Tu qué piensas? Cheetara apretó la mano del joven león y le abrazó con fuerza.
-Estoy dentro hasta el final, maestro.
-Buena niña, no me equivoqué contigo.