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miércoles, 22 de enero de 2014

Capitulo 2, Episodio 28: El gigante de piedra (1 de 5) "Malos augurios del pasado parte 1"

*El prologo "La mujer de un tonto" se ha reescrito ligeramente para explicar mejor lo sucedido entre Pumyra y Mumm-Ra.

*Para el capítulo anterior, la razón de que Lion-O tenga el collar lunar o mapa lunar, es que mientras recorrían la caverna se llevaron tres collares parecidos, grabando el recorrido, la diferencia es que estos collares no estaban creados con magia oscura y por tanto, no se requería de alguien especialmente poderoso en hechicería para usarlos, Lion-O voluntariamente pasa el collar a Tygra y este a Cheetara, que es cómo funcionaría la herencia del mapa.

*Este capítulo incluye porciones antes liberadas, pero contienen un cambio sustancial en la narrativa.

Capitulo 2 Episodio 27
El gigante de piedra

Malos augurios del pasado Parte 1

En algún lugar del continente interior de Thuriano

La noche no dio paz a los viajeros que buscaron durante horas una posada que les acogiera, todas protegidas dentro de los altos bosques donde la lluvia arreciaba inmisericorde sobre sus empalizadas, la ciudad de Cadae y Tibatis fueron reducidas a cenizas al negarse al pago de tributos, las cosas fueron a peor cuando el paso de naves de piratas invadieron las playas por primera vez en siglos y se adentraron a saquear las villas que habían vivido con el odio al imperio thunderiano, cuyos fuertes le protegían indirectamente, aunque los lagartos se centraron en otros esfuerzos, forajidos y pueblos con grandes ansias de poder se lanzaron a ocupar bastas áreas que en el pasado dominaba Thundera.

La ciudad amurallada de Shogun, único estado fuerte que se mantenía independiente hasta los días del joven rey Lion-O, era la vía de escape de los habitantes de las tierras baldías que engrosaban las grandes columnas de arqueros que con sus flechas primitivas en lluvias de millares, mantenían alejados a los ejércitos enemigos de uno u otro bando con numerosas pérdidas.

La Nación de la Aves, en el corazón del continente, albergaba a las aves en sus ciudades en las copas de gigantescos árboles, que luego de más de un milenio apartados de guerras e invasiones, habían perdido más de cuatro de las siete ciudades con las que contaban, mismas que ardían en el fuego de acorazados monstruos mecánicos que lo escupían de sus bocas o enormes rinocerontes que derribaban árboles para hacer su propias fortalezas, los peores de todos estos invasores eran las arañas, que habían sido expulsadas de los pantanos de los lagartos.

Existían por supuesto los reinos exteriores sobrevivientes a la invasión de Thundera, muchos de ellos pagaban tributo a los lagartos y los invasores nómadas venidos del mar, algunos formaron alianzas con estos y se dedicaron a saquear a sus rivales, todo el continente se reordenaba y mientras la milenaria ciudad de Khan, una vez el otrora enemigo principal de Thundera, había sido sitiada e invadida, sus habitantes, como muchos otros miles de refugiados, se dirigían a una nueva ciudad que se presumía había logrado parar el avance de los lagartos dos veces y creado un vacío de poder en pleno corazón del continente, retando a los nuevos contendientes al tener la osadía de erigirse en los caminos de suministros y las tierras malditas llenas de vastos recursos que todos detentaban.

Debido a la incertidumbre, se creó una zona sin ley a la que ningún ejército se aventuraba, donde seres de todas clases estaban expectantes sobre quien asomaría primero la cabeza, esperando la clase de castigo recibiría por su osadía, así que cuando se habló de una humillante derrota a la nueva ciudad, muchos frotaron sus manos, aunque las cosas parecieron ser diferentes con el paso de los días y las malas nuevas decían que era una ciudad tan rica y poderosa, que los lagartos temieron atacarla directamente, en vez de ello, usaron una táctica que les hizo el hazmerreir de un tercio del continente, al robar comida e ignorar las riquezas que en sus bodegas guardaba.

A pesar de la cobarde afrenta, dejó ir a los prisioneros según contaban los wolos. Los lagartos capturados se contaban por miles, aunque esto bien podía ser una exageración.

Se rumoreaba de un único guerrero capaz de detener a un ejército entero solo, quien humilló nuevamente a los lagartos y recuperó la ciudad de los perros en represalia, asestando golpes a las tropas de los lagartos que se habían quedado rezagadas.

En medio de esa pugna de poder, esa tierra de nadie era presa de bandidos y forajidos, los más temerarios se aventuraban a buscar la susodicha ciudad, pero muy pocos lo lograban.

El herrero de la casa de los Hachimanes, que orgulloso mostraba su larga espada Hanzo, decidió, luego de repeler el ataque de otro grupo de forajidos, probar suerte en fuertes y posadas sin señor cercanas a los bosque mágicos de Magi Oar, donde furiosos espíritus comandados por una ave gigantesca, mantenían a raya a los intrusos hostiles.

Hattanzo no se quedaría con ellos, su hermano, esposa e hijos vivirían en una de las casonas que pudo comprar con la última moneda que conservaba en sus bolsillos.

– Seguramente necesitarán de un herrero, cuanto y más si son dos, lo que haya comprado el dinero no les importará una vez y lo tengan en las manos si pierden el tiempo les echarán fuera, así que más vale y empiecen de una vez.

– ¿Y tú qué harás? Su hermano, un fuerte herrero con una cara terrible y ojerosa, le preguntó en un tono serio mirando a su esposa que mantuvo una cara digna pasara lo que pasara.

– Tu familia es lo único importante, sé que tenemos asuntos sin resolver, pero quiero pedirte que dejes eso de lado, las cosas se están poniendo más peligrosas de lo que piensas y si sigues dudando de tu esposa comenzarás con el pie izquierdo.

– No negarás ahora que… Hattanzo le puso su mano en el hombro y le miró de una manera aún más severa.

– Mis intenciones hermano siempre fueron egoístas, nunca tomé en consideración que tu deseabas que fuésemos una familia y mírate ahora, por mi culpa apenas puedes mantenerte de pie por el estúpido alcohol, dudas de tu propia sombra, muerto de celos y envidia cuando soy yo quien envidia lo que tienes.

– Hattanzo... El incomodo silencio se formó sin que pudiesen calificarlo de malo, reflexionaban las cosas que habían salido mal en su relación.

El herrero bajó la mirada sin atreverse a ver a la mujer que amaba, quien apretaba sus puños para evitar soltarse a llorar, se maldecía por su cobardía, aún así, ella sentía alivio, podría vivir con la pena de una amante secreto perdido, no la de una familia destrozada.

– Ustedes dos siempre fueron especiales y yo quería eso para mí, por eso me fui, pero me encontré solo y mi capricho me hizo penar durante años hasta obsesionarme en destruir lo que más amaba y me perdí del nacimiento de mis sobrinos buscando el calor de una espada inerte.

– No tienes que irte, ven con nosotros. La mujer de su hermano dejó escapar una sucesión de palabras emotivas, pero carentes de la calidez de un amante.

– Entonces no habrá servido de nada lo que he aprendido y ustedes no podrán regresar a casa cuando esta absurda guerra termine.

– ¿Qué harás? Por fin preguntó su huraño hermano.

– Hay una persona especial... tiene nobles intenciones y necesita de gente que le ayude a luchar, es un poco tonto y tiene problemas para discernir la verdad, pero sé que es alguien especial, le ofreceré mi espada. El guardia apresuró al herrero, mientras empujaba fuera a una pareja de thunderianos que expulsados de cada hostal, fueron a parar como el resto en la entrada, muriendo de frío y hambre, robados hasta la última moneda.

Hattanzo sorprendió a ambos abrazándoles, el único momento que se permitiría con su amada, ella a su vez se moría de ganas que recorriera con la mano la superficie de su vientre donde su vástago crecía fuerte y vigoroso, era el crimen a pagar por el pecado de ambos.

– Mientras ustedes vivan, yo viviré en ustedes. Fue la críptica frase que le dedicó como un epílogo a su amor.

– Pudimos ser grandes juntos.

– Tú siempre has sido grande sin mi hermano, es solo que no quieres darte cuenta.

El pesado portón de maderos de roble se cerró tras de sí sin regresar a ver, la montura felina se sacudía el agua recorriendo el pueblo, miró a esa pareja de felinos tocar en cada puerta y en cada una de ellas fue rechazada, ambos le retrasarían varios días, pero no es como si hubiese una urgencia...

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Días después, fuerte de mercaderes herreros
Treceavo nuevo señorío del shogunato

320 kilómetros al suroeste de Avista.

No se caían bien en absoluto, Hattanzo no entendía como un chica tan refinada como esa fue a parar a manos de alguien tan cerrado y obtuso, se imaginó que el tipo huyó con ella durante la invasión de los lagartos, la chica de un familia acomodada no tenía muchas opciones y así siguió hasta regresar a su casa luego de la fuga de parte de los habitantes del destruido imperio, pero tendrían que esperar sentados, pues por lo que sabía, las tierras de Thundera ya tenían nuevos señores y los lagartos que no regresaron a sus pueblos, azolaban la región con otros malandros, eso desde luego era una suposición y la parte simple de la historia, es que era un felino petulante, rico y guapo, casado con una mujer superficial.

La chica estaba embarazada de pocas semanas, así que la llevó sobre su montura y acamparon lejos de los caminos, evitando a forajidos que emergían con fuerza en esas épocas oscuras, no hablaron demasiado fuera de lo necesario, para los siguientes cinco días, avanzaron en silencio al aproximarse a lo que era un pueblo de herreros y mercenarios que lucía abandonado.

– ¿Si esta es tu casa por qué vamos a escondidas? Habló el felino mostrando esa mirada viperina.

– Por la misma razón por la que no has sido recibido en ese hostal, la guerra lo cambia todo, entre más nos acerquemos a esa ciudad, nos encontraremos en medio de las áreas disputadas por los feudales y terratenientes, luego tierra de nadie y ya sabes lo que dicen de las tierras baldías.

– Entonces deberíamos ir a otro sitio, ¿no crees orejudo? dijo con desagrado y en un tono hiriente que se incrementaba a momentos, sin que el herrero supiera la razón de esos cambios fuera de que era un sujeto poco agradecido.

– No hay más lugares que den refugio a los Thunderianos, al menos no los esclavos como ustedes, deberías saberlo tan bien como yo.

– ¡Nosotros no somos gente de clase baja como "usted" comprenderá! Pero estos salvajes desean hacernos daño, nos es nuestra culpa que el rey fallase al defender nuestro reino.

– Pensando de esa manera solo atraerás más malas vibras, ese niño nacerá para ver que su padre es un idiota.

– Al menos ella es mi mujer. Los dos sujetos se miraron con mucho desprecio, hasta que él observó a la asustada felina relajando su postura y soltando la empuñadura de su espada.

– No me toques las narices, ustedes los gatos son demasiado chismosos. Y dándole la espalda continuaron caminando hasta un grupo de casas a las afueras de ese lugar, donde una hermosa casa de madera con un establo y una especie de fundición casera, había sufrido a manos del pillaje, así que Hattanzo no se molestó en meter la llave.

– Ya hablando en serio orejudo ¿por qué siempre viajamos de día? Hasta donde sé, los lagartos no salen de noche. Le preguntó el felino con una vara de madera en las manos que no pudo sostener al astillarse con ella.

– No estoy preocupado por los lagarto cabeza de chorlito, hay cosas mucho peores que acechan estas tierras últimamente. Hizo la seña sobre una especie de huella que los felinos eran incapaces de reconocer dejado en los alrededores de la casa que mostraba un agujero enorme en uno de los costados.

Los lagartos entraron a la casa del herrero donde las estanterías de armas y enceres estaban vacías, los muebles destrozados y las alacenas abiertas, pero Hattanzo sabía bien esconder sus cosas, descendiendo al discreto segundo sótano, cuyo respiradero acristalado estaba tras matorrales, vigilando a su nuevos vecinos.

– ¿Lagartos?

– Pasaron un par de días atrás, no es una sorpresa viendo como asaltan los pueblos y aldeas de la región, aunque los muy ladrones no se han quedado, temen al invierno porque su sangre es fría y este año será muy crudo.

– ¿Así que hay algo peor que esos apestosos come tierra? Hattanzo asomó sus orejas por el ventanal cuyo cristal estaba roto.

Esos monstruos descansaban en las partes oscuras, muy a lo lejos, a donde sus rojizos ojos somnolientos se abrían por unos instantes para volverse a cerrar, el felino casi se caía sobre sus espaldas.

– ¡¿Pero qué demonios es eso?!

– Lobos.

– ¿Nos has traído a una cueva de lobos?

– No seas bobo, es mi casa de la que hablas, además, ellos no están aquí para quedarse, han venido a ver la espada, más que eso, olerla.

– ¿Cual espada? La chica le señaló una hoja enorme que hacía de pilar de casa. El felino apunto de alzar la voz fue agarrado por fuerza por el herrero.

– Shhh... Se dice que hubo un tiempo donde el lugar en el que estamos era blanco hasta donde alcanza la vista, los lobos eran los oscuros amos, señores despiadados y salvajes, demasiado agresivos para razonar con ellos, así que alguien gastó una fortuna en una espada tremendamente pesada imposible de usar.

– ¿Temen a una espada que no puede ser usada por nadie? Preguntó la felina.

– Hubo alguien.

– ¿Por qué nos has traído a un lugar tan peligroso? Preguntó la felina.

– Debemos preparar el viaje tontuela, no podemos cruzar medio continente a pie o en simples monturas, por no decir que esos lobos no han venido a cazar o ya estaríamos muertos, por eso nos ignoran.

– ¿Qué hacen entonces? Preguntó la chica.

– Rinden culto a sus antepasados muertos por ella, el tiempo ha pasado y no lo olvidan, hace unos días pasaron unos lobos enormes, destrozaron la cocina y acercaron la nariz.
– ¿Y?

– Discutían.

– ¿Lobos discutiendo?

– Les escuché hablar en el lenguaje de los licántropos grises, razonaban si debían aliarse al ser oscuro responsable de la caída de Thundera, pero ellos únicamente le temen a la espada y las amenazas no surten efecto.

– ¿Es que quieres hacerte el gracioso con nuestra desgracia viéndonos la cara? La felina podía comprender que el herrero no mentía, pero su compañero abiertamente le denigraba con su típica actitud thunderiana.

– Nada de gracioso, ellos estaban siguiendo a una presa y una muy "gorda", parece que la encontraron.

– ¿Qué pasó?

– Sintieron que no les representarían el menor problema, así que pensaron en capturarla contraviniendo las órdenes de ese ser oscuro y burlarse de este dejándole únicamente la cabeza, luego vinieron aquí y las cosas se les complicaron.

– ¿Siguieron a la presa a este sitio?

– Eso parece, esa presa tocó la espada y los lobos tienen maneras de hacer pasar a sus congéneres el olor y la impresión de un mal augurio se formó, así, de desobedecer pasaron a tener un sentimiento que ya parecían haber olvidado.

– ¿Como cuál?

– Miedo.

– ¡Únicamente nos estás tomando el pelo! Es lo más ridículo que he escuchado de un salvaje supersticioso como tú, los silvestres son una panda de ignorantes, esto seguramente es una mentira.
Hattamzo hizo una mueca y luego se distendió.

– Absolutamente, me encanta la de idea de ver a un gato sintiéndose estafado. Y dándose la vuelta terminó la desagradable conversación, por lo menos el pequeño león creía y tenía un mejor sentido del humor.

Con el paso de las horas los seres que estaban en el pueblo se fueron marchado en silencio, Hattanzo que olía una taza de té muy fuerte, se sentó vigilando mientras los felinos dormitaban, vio a ese enorme lobo acercarse para aproximar su hocico que empañó el cristal, pero eso no le perturbó, el ser mostró sus dientes, luego de olerle un poco, pareció perder interés y siguió de regreso de donde había salido para desaparecer en el bosque.

Los días siguientes los dedicó a traer pescado fresco que fue salando, incluyendo diferente alimentos en conserva para su viaje, ayudando a la felina, quien siendo una primeriza vomitaba constantemente.

– Toma esto, te quitará la mala sensación, así como están las cosas no sería un parto agradable, debes agradecer que te falta mucho tiempo, pero si no llegamos a esa ciudad este pequeño puede pasarla muy mal, así que procura comer, el chico por su parte, era completamente desentendido de lo que le ocurría a su mujer, sentado en una pila de heno y sin regresar a verles, alzó la mano como llamando a un sirviente.

– ¿A qué estamos esperando orejudo? Digo, ya tenemos muchas provisiones.

– Debemos comer y hacer un poco de grasa, subir los caminos hacia los valles superiores es agotador y sin wolos tendremos que ir una parte del trayecto a pie.

– ¿Te gusta el vino? Balanceo una botella que robó de algún lado.

– No, pero si quieres pagar un soborno, es incluso mejor que el dinero. Cuando Hattanzo fue ayudado por la felina a sacar a sus monturas del bosque para meterlas en el establo, el chico ya estaba celebrando por adelantado.

Las noches siguientes fueron terriblemente heladas y la estufa que calentaba las habitaciones se quedaba corta, por lo que tuvieron que trabajar con heno para hacer más confortable la estadía, siendo un sótano era poco cómodo, aunque tenía diferentes compartimientos.

Hattanzo fue quemando las cartas de la esposa de su hermano, sentía que eso era lo correcto, los sonidos de los aullidos se oían muy distantes, los lobos se reunían al noroeste, sabía por adelantado del ofrecimiento de su antiguo enemigo, el duelista, que reclutaba cientos de mercenarios para un ataque en las tierras forajidas, cientos de esos pobres tontos utilizados como carne de cañón, él se negó, por lo menos podía ser un caballero si se lo proponía y no se opuso en dejarle ir al abiertamente confesar que había vendido su espada.

Escuchó al felino quejarse y alzar la voz borracho, su pareja salió al pasillo sentándose en el mismo lugar, él le ofreció de su bebida de la que tomo sin apenas chistar.

– Son de tu esposa?

– Para nada, historia antigua de la que me deshago. La mujer por supuesto no le creyó.

– ¿No le he dado las gracias?

– ¿Por qué?

– Por ayudarnos estos días, sé que si hubiese sido diferente…

– Ayudas por ayudar, por una recompensa es tonto. Pero ella le besó en la mejilla y se recostó en sus piernas. Él le acarició su abundante cabellera parda.

– Extraño mi hogar, en estas fechas serían las Fiestas familiares de invierno, los reyes suelen abrir el palacio a la gente del pueblo que festejan en la plaza real, calles adornadas de giraldas rojas, los guisados de fruta, los comerciantes llegados de oriente ofreciendo baratijas maravillosas y esos vestidos blancos que sólo pueden permitirse las princesas.

– Por lo menos has aprendido una cosa importante.

– ¿En verdad?

– Si piensas que tienes un lugar al cual deseas regresar, no importa que tan mal se vean las cosas, te quedará esa esperanza.

– La capital fue barrida por los lagartos y somos tratados peor que la escoria más ruin, no creo que eso suceda.

– ¿Hm? Pues parece que es lo contrario, al menos eso me han dicho.

– ¿Qué cosa?

–  Oh, nada importante, aunque una vez llegues a esa ciudad, puede que tu suerte cambie radicalmente.

– Pues vaya que eres un animalito de lo más curioso y enigmático.

– ¿Recuestas la cabeza en las piernas de todos los animalitos enigmáticos con los que te encuentras?

– Sólo con aquellos con los que paso la noche. Hattanzo se rió sonoramente. Lo que menos esperaba era besar a una thunderiana, pero la soledad es una mala consejera, así que pensó en cosas desagradables para no dar un mal paso.

####

Cuando el Sol se erigía, el felino escuchó la risa de su mujer que estaba sobre la carreta, le dolía la cabeza, así que pasó por alto la manera en que el herrero la asía de la cintura para bajarla, comportamiento que se detuvo cuando él se acercó.

– Así que esa amiga tuya puede darnos refugio.

– Es lo más probable, debemos verle en la fecha acordada, no parece ser muy paciente.

– ¿Es ella quien te dio esa espada?

– Para nada, esta espada es una obra de arte que me ha tomado años terminar.

– Se ve que es muy valiosa.

– ¡Bah! ¿De qué sirve una espada contra las armas de los lagartos? Intervino el felino que a pesar de lo que dijo, miró la empuñadura y el trabajo orfebre digno de un arma legendaria, que cualquier mercader pagaría una considerable fortuna.

– Como cualquier herramienta, un arma únicamente es útil si sabes como usarla y el momento oportuno para hacerlo.

– ¿Siempre tienes una respuesta para todo? Dijo en un tono bastante rudo.

– Lo dice alguien que con su ligereza con el alcohol es dado a responder cada cosa, aún si eso no tiene sentido en absoluto. La felina no parecía entender que pasaba, pero igual sabía que ese sujeto con el que estaba, distaba mucho de un príncipe soñado bajo esas circunstancias especiales.

Hattanzo parecía ser testigo nuevamente de la inseguridad que a su hermano aquejaba, se comportaba como si fuese un niño en busca de la atención del padre, peleando contra sus paranoias y celos a no ser el único centro de atención, así pasó el día entre disgustos, el trabajo principal recaía en sus manos, así que evitaba dedicar mucho tiempo a esos menesteres, lo que lamentaría posteriormente.

Cargar el equipaje, apelmazar las pacas de forraje para los animales, humear la madera para sacar a los bichejos que habitaban esa vieja carroza, ensillar a las monturas y una serie de pasos laboriosos para un viaje, que si bien no sería el más placentero del mundo, sí lo suficientemente cómodo para los tres, la chica disfrutaba del trabajo por duro que este fuera, aunque era evidente que no estaba muy acostumbrada al mismo. Hattanzo entendió que cuando una persona tiene un destino claro, lo demás apenas importa, lo que obligó al torpe y estirado felino de su marido a decidirse a ayudar.

Unos cuantos días bastaron para convertir grandes regiones arboladas y llenas de vida en territorios agrestes, el frío era especialmente fuerte al amaneces del segundo día de viaje y las nubes que dejaban espacio al Sol, no eran siquiera necesarias para ese ambiente anormalmente helado.

Saludaron a los Wolos que por una de las veredas en la roca, llevaban una especie de carro verde sin monturas, una de esas máquinas infernales de los lagartos, pero más pequeña, iban en dirección contraria y como todos los wolos, no ayudarían a un sospechoso viajero en tierras hostiles fuera de un afectuoso saludo para seguir su propio rumbo. Hattanzo fumaba con su larga pipa dando bocanadas profundas para relajarse.

Se fueron turnando para ir al frente de la carreta, algo realmente duro y cansado, por no decir que esos ropajes no ayudaban mucho a moverse o reaccionar en caso de cualquier imprevisto.

No esperó a que ese chico hiciera lo que hizo cuando le atacó por la espalda con un mazo de madera, ante el horror de su mujer y le arrojó del vehículo, robando su espada.

– Esto es por intentar hacer bastardos orejudos con esta mujerzuela, necesito iniciar desde cero, con esta espada será más que suficiente para saldar tu ofensa.

– ¡¿Acaso has perdido la razón...?! Grito ella.

– Necesitamos el dinero, sin dinero no somos diferentes al resto de estos asquerosos bárbaros.

– Me das asco, la única razón por la que te acompañé fue por miedo a quedarme sola, pero prefiero morir a estar con alguien así.

– Ese... es un deseó que puedo cumplirte.

El sonido de otro golpe seco se escuchó, así como la carreta aumentando la velocidad para perderse de vista en el camino llenos de árboles secos.

Sangraba profusamente de la cabeza, como pudo, venció el mareo y vértigo que sentía, no agitó su cabeza, en cambio la apretó con ambas manos, sacando la sangre, acomodándose el hueso del cráneo desviado unos milímetros de su posición, casi muere al hacerlo, se aferraba a la vida en la búsqueda de venganza... misma que hizo a un lado en el momento en que la encontró tirada en el suelo.

Hizo lo que pudo, aunque no sería suficiente con lo que traía en las manos, hacer fuego con esa madera húmeda fue una hazaña casi imposible, de la que salía un humo blanco o un desagradable humo negro de caoba que no parecía poder diferenciar del resto, luchaba por no quedarse dormido, de hacerlo, no despertaría jamás.

Encontró una cueva donde pasó interminables horas en vilo, temblaba incontrolablemente por la herida abierta en su cuello, ella en cambio se estaba apagando.

Lo peor vino después, cuando descubrió que sangraba de sus partes bajas, ese cruel monstruo le había pateado en el vientre para lanzarla fuera de la carreta. Estaba condenada irremediablemente.

– ¡Vamos! No te rindas, no atrevas a morir, ahora que encontraba el placer de la compañía de los felinos.

– No puedo... yo... lo siento. Dijo antes de perder la consciencia.

– ¡No! Espera...

– Vaya drama que te has montado... dijo en voz alta esa mujer alada recostada sobre la frondosa rama de un árbol, que de un disparo logró que la fogata de maderos de mala calidad para hacer fuego, brillara como la luz del día.

– ¡Tu! Ella sonrió y bajó suavemente para ver a la felina con poco interés.

– Deberías aprender a pensar un poco más con la cabeza que sobre tus hombros, así acabas metiendo a otros en tus problemas, por lo menos con ese humo he podido localizarte y te aseguro que no ha sido sencillo.

– ¡Este no es momento para esas estupideces! Le dijo en un tono serio y lleno de angustia, la guardiana exhalo cansada, entendiendo que ese herrero no había aprendido nada en absoluto.
Únicamente dándose contra la pared de lleno, alguien sabio como él, entendería la clase de cosas a las que se había llevado él mismo.

Le inyectó adrenalina a la chica que recuperó casi instantáneamente el ritmo cardíaco, Mandora le sorprendió con su impresionante porte militar, pronto se relajó al ver a Hattanzo sosteniéndole la mano en el otro extremo.

– Han tenido suerte, no es más que una fea cortada en la entrepierna, un poco de sopa caliente y algo de descanso le ayudarán.

– ¿Cómo nos has encontrado?

– Cuando te esperé y vi que no llegabas, fui hasta tu casa y nuevamente regresé sobre mis pasos, hay una carreta volteada en el camino, como a 20 kilómetros de aquí.

– ¿El chico? Mandora alzó los hombros, arrojándole su espada Hanzo con manchas de sangre.

– Ni idea, no quedó mucho de él, me imagino que esa boca tuya le contó la historia de la espada, no debiste hacerlo, seguramente les ha dicho todo lo que sabía. En lo que estabas inconsciente los lagartos se la llevaron, van a intentar reclutar a los lobos, el chacal no puede levantarla, pero ese simio no tuvo ningún problema.

– Ese chico idiota, si se hubiera callado...

– Pero no lo hizo, por fortuna los lobos se retiraron, creo que esperan a que la corriente baje y puedan cruzar con el resto de su manada, acabo de regresar de un viaje muy largo que no te imaginas, aunque ha valido la pena, por fin hay un poco de luz en esta oscuridad.

Hattanzo notó el escudo thunderiano real bordado con mal tino en hilo de oro sobre el cuello de su camisa.

– ¿Le has dado la espada que reparé? La guardiana parecía no poder ocultar una expresión estúpida, le había usado para así hacerse con el favor del joven rey, le preocupaban las intenciones de aquella mujer, pese a su manera franca, autoritaria y militarmente decidida de ser.

Hattanzo cambió su expresión a una severa, pues la guardiana no demostraba ninguna clase de emoción respecto a la felina y su situación.

– Deja esa cara de víctima, te dije que voy a hacer lo posible y ya que ella no tiene a nadie, tendrás que hacerte responsable, lo que me parece aceptarás con gusto, no quiero que interfiera en mis planes, si la llevamos así, ese chico se la pasará pegado a su cama, así que deja las culpas y melodramas para después, que así como estás no me servirás en absoluto.

– Perdona mi atrevimiento. Dijo pausadamente en tono frió.

– No lo hagas, puede que acabes arrepintiéndote de hacerlo. Le dijo al tiempo que le regresaba su espada, misma que había dejado arrumbada en el suelo, le envió a hacer la primera guardia no sin antes tratarle las heridas de la cabeza y cuello.

Reflexionándolo un poco, nunca nadie sabe para quién trabaja, sin ese chico robando su carreta, ellos probablemente estarían muertos ahora y pese a no querer planteárselo, la idea que cruzó por su mente le hizo sentirse culpable de alguna manera, pues ya tenía a una persona por quien ver y se sentía feliz, quizás era lo mismo que ella deseaba, tener a alguien a quien cuidar, sin importarle las personas sobre las que tendría que pasar para lograrlo.

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Capital del Reino de Thundera, barrios bajos al Oeste de Thundera
Años atrás

– ¡Vamos Snarf! Mejor que sea por ese camino.

– ¡Miau miau!

– ¿Qué quieres decir con que es demasiado estrecho?

¡Zuuumb! La bolsa del encapuchado se atoró en la salida del callejón.

– ¡Niif!

– ¡Oh!, te referías a mí…

–  ¡Nif! Snarf hizo un puchero enojado.

–  Ey, no hay necesidad de ser grosero.

– ¡Eh tú!, detente he dicho. El primer guardia saltó con agilidad y desgarró la bolsa soltando decenas de redondos panes de diversos tamaños, un gran pedazo de jamón, condimentos y envases de conserva que se reventaron en el suelo sucio, el segundo guardia saltó imitando al primero para atrapar al encapuchado, con un movimiento rápido, el fugitivo se escapó, dejando que el segundo guardia quedara encima del primero, golpeando aparatosamente sus cascos de metal.

– ¡Genial, simplemente genial! ¿Saben lo que me costó reunir toda esa comida?

Otros guardias aparecieron, dándoles una encerrona, a pesar de esos inconvenientes y liberado del peso de la bolsa, el encapuchado dobló en la bifurcación y se ocultó entre las sombras, Snarf estaba inquieto metiéndose en las ropas del adolescente.

– ¡Allí! Le apunto uno de los guardias con su dedo índice, alertando a sus compañeros.

– Oh rayos. ¡Corre Snarf!

– Niff, niff.
Entre los intrincados pasillos se desviaron de la ruta, acabando en un callejón del que no había escapatoria. Sobre las construcciones de las casas, un grupo de extraños siguieron a su presa.

– ¿No podríamos discutirlo chicos?

– Príncipe Lion-O, será mejor que regrese a palacio, cuando su padre se entere de lo que hace en este lugar va a castigarlo severamente.

– Si ustedes le dicen una palabra.... no seré el único en caer.

– Escucha enano, solo debemos regresar a palacio, no tenemos que ponernos serios.

Lion-O trepó con sus garras sobre las paredes de ladrillo con suma facilidad, dejando a los guardias boquiabiertos, suponiéndole débil y frágil, fue cuando se dio cuenta de que uno de sus guardias tenía agarrado a su gato por la cola, quien peleaba por liberarse sin mucho éxito con sus pequeños dientes.

– ¡Cuidado con tus manos bellaco!

– Si tenemos que romperle el cuello a este tonto gato lo haremos príncipe, nadie dará un sestercio por él, así que baje de una buena vez.

– Como te atrevas a tocarle un pelo desearás no haber nacido. La amenaza no surtió efecto en ellos.

– Para eso tendrías que ser rey, con esta actitud el príncipe Tygra será quien se convierta en el nuevo rey antes de que te des cuenta Tigón.

– No te atrevas a llamarme de esa forma… tú, soldado despreciable, te voy a mantener en mi lista de personas indeseables. Los guardias se rieron nuevamente desatando la furia del príncipe Lion-O, siendo atrapado por otro soldado que lo aferró entre sus brazos por detrás.

– ¡Déjame ir patán!

– Ja, te tengo escurridizo cabeza de chorlito.

En los techos de las casa contiguas, ocultos por la oscuridad, un grupo de ojos se enfocaron en el muchacho y los soldados con los que luchaba. Los encapuchados indicaron la mejor estrategia a seguir valiéndose de señas, sacando largas espadas intentaron hacer un movimiento en conjunto, para su sorpresa, fueron rodeados por los clérigos de Thundera, quienes aparecieron envueltos en largas túnicas blancas.

Un clérigo puede desafiar las leyes de la velocidad, romper roca sólida con sus manos desnudas, convertir un simple bastón en una arma prodigiosa, aún así, no fueron capaces de alcanzar a un enemigo que de un increíble salto desapareció de su vista.

Cheetara estaba segura de que lograría atraparles, les siguió durante horas desde que entraron en la ciudad, no fue así, eran difíciles de ver, de rastrear y el ruido en su mente producto de sus hechicerías, le hacía difícil concentrarse lamiendo un poco de sal para contrarrestarlo, uno de los clérigos le llamó la atención para que desviase la mirada.

El rey de Thundera le quitó al guardia el gato de Lion-O sin miramientos.

– ¡Espera!, le susurró a otro clérigo que por la manera de moverse se notaban sus formas femeninas, aunque no sabía que hubiese ninguna además de ella, sin embargo, no todos los clérigos servían en el templo y por obvias razones no les conocía en su totalidad, la luz alumbró la larga cabellera roja del príncipe Lion-O que se desperdigó sobre sus hombros cuando su padre con severidad le quitó la capucha.

– ¿Qué está haciendo aquí? Preguntó ella, observándole con sus intensos ojos color rubí, mirando a su viejo maestro Jaga entre los guardias que escoltaban a su majestad.

– ¡¿Qué rayos estás haciendo aquí a estas horas?! Apenas te has aliviado y ya vas a por más. ¿Sabes lo que es salir de una reunión importante para resolver personalmente cada una de tus tonterías? El rey dijo con enojo sosteniendo la bolsa desgarrada donde el príncipe llevaba comida.

– No son tonterías. Lion-O bajó la cabeza hablando en voz baja.

– ¿Ya, entonces ahora robas comida? El rey estaba de tan mal humor que Snarf lo pagó, siendo zarandeado con fuerza con cada gesto y expresión de Claudus.

– ¿A qué se refiere? Cheetara le dirigió una mirada a la otra clérigo que se rascó la nariz por debajo de su manto como si le molestase en extremo, ella había seguido al príncipe e incidentalmente se encontró en el mismo punto con Cheetara y los demás clérigos que perseguían a los intrusos no se movieron hasta no sentir un cambio que les indicara su ubicación.

– Alimenta a los perros callejeros, se ha llevado parte de la comida destinada a los embajadores de los señores feudales.

– Así que le ha dado por ser un buen samaritano.

– Eso parece.

Cheetara comprendió el enojo del rey con su hijo, quien le recordaba constantemente su falta de carácter, lo menos que a ella se le ocurriría sería alimentar a otras razas con el insulto que significaría para su rey, aunque Jaga parecía complacido con el gesto de bondad del joven rey, más que eso, parecía incitarle a ese comportamiento extraño que siempre le caracterizó.

– Si quieres darles algo usa tu mesada, no robes la comida. El adolescente hizo una mueca, dando a entender que la había usado en eso precisamente.

– ¿Debes estar bromeando niño? Esta nueva locura tuya… si piensas que no se les da lo suficiente, no es distinto a insultar a tu propio rey, ya es mucho con que les demos refugio y cobijo, pero sobre todo, no estás bien de salud para hacer estas locuras.

– No es como si yo te importara una mierda… Murmuró.

¡Plaf! El rey abofeteo severamente al chico que intentó replicarle, dada su frágil condición, que le hacía mantener reposo en cama, el solitario y rebelde príncipe de pronto se sintió sumamente pesado y sus ojos se cerraron. Cheetara se lanzo en el acto al vacío tomándole entre sus brazos antes de que tocara el piso, seguida por su compañera, quien no pareció intimidarse por la osadía de su compañera y la asesina mirada del rey que le siguió.

Era la primera vez que Cheetara tenía contacto directo con el príncipe, quien respiraba entrecortadamente, manteniéndole así, pudo sentir su débil complexión, difícilmente reconocía rasgo alguno de su padre, se preguntaba si con esa debilidad heredada, podría ser alguna vez un verdadero rey, cuando ante sus ojos y los ojos de la mayoría, el príncipe Tygra era más apto.

Luego de unos momentos de confusión, abrió sus ojos azules que adquirieron un aspecto enojado, empujando a Cheetara, se levantó mostrando esa chispa de su explosivo carácter, que incluso al rey intimidaba por ser tan parecido al de su difunta esposa.

– ¡¿Por qué me pegas?! No he hecho nada malo, sólo quería ayudar. Claudus apretó los dientes con la reprimenda de su propio hijo, volvió alzar la mano, el joven príncipe tembló cerrando sus ojos.

El rey, quien estaba dispuesto a darle una severa lección al príncipe y dejar que su ira hablase, se quedó boquiabierto del clérigo que se interpuso entre él y el chico con los brazos abiertos, Cheetara estaba atónita por el valor de esa mujer que no dio un paso hacia atrás en ningún instante.

– ¡¿Cómo te atreves?! El rey sacó su espada que empujó contra el cuello del clérigo insubordinado, Jaga le impidió ir más adelante con sus propósitos, pese a ver la rareza de tener a otro componente entre sus filas que no reconocía.

– Su majestad, no es un buen momento… tenemos que irnos ya, Jaga murmuró a Claudus ante la gente que se fue reuniendo a su alrededor.

Lion-O escupió sangre de su boca y comenzó a toser incontroladamente, ese clérigo lo tomó entre sus brazos cuando nuevamente amenazó con derrumbarse en el piso.

– Ni siquiera te has recuperado completamente, a este paso jamás serás rey.

El rey se aproximó hacia el príncipe y con la mano intentó apartar a la clérigo rebelde que se aferró a él con más fuerza.

– Descuida, no voy a hacerle daño, es mi hijo despues de todo, Jaga asintió y dudando fue abriendo su brazos para que este lo tomara con sus poderosos brazos.

Esa clérigo le limpió la sangre de boca con su propia ropa que por un momento dejó ver un traje negro y calzado que le cubría por entero las piernas.

– Pequeño inconsciente, pero si estas ardiendo en fiebre, no saldrás de palacio hasta que te recuperes, ¿por qué no eres más como tu hermano?

– ¿Por qué tendría que ser como ese idiota? Respondió cerrando lentamente sus ojos, declaración que molestó a Cheetara.

– ¡Jaga! Espero que de ahora en adelante entrenes mejor a tus clérigos, no me gusta su actitud.

– Sí Majestad, le castigaré severamente.

– ¿Y tú, no tienes que decirle algo a tu salvador? El príncipe miró al clérigo que le había defendido brindándoles una amable sonrisa, aunque no pudo ver su rostro, extendió su brazo y metió su mano debajo del velo con que se cubría la cara, acariciando su mejilla, no tenía pelo, su piel era lisa.

– Gracias. La clérigo en silencio bajó la cabeza con suma humildad.

Cuando el rey se lo llevaba en brazos, algunos cachorros de perro que le siguieron desde los barrios bajos de la ciudad, se despidieron de él.

Ante su insistencia, con un gesto, el adolescente y príncipe heredero de Thundera, fue dejado por su padre, con sus catorce primaveras era el vivo retrato de su madre, lleno de compasión y sin distingo entre razas, tenía una cualidad que si bien era tolerable en una reina, en un rey era signo de estupidez y eso le preocupaba más que su extrema debilidad física, no era el primer rey que nacía con una condición difícil, el mismo Claudus había sido honrado con el nombre de uno de los más grandes reyes de Thundera, cuya cojera no opacó su excelsa y legendaria obra política y brillantez militar, incluso él, no se atrevía a esas actitudes con otras razas.

– ¡Por los ancestro, está bien! De todas maneras esa comida nadie la querría en ese estado.

Un soldado le entregó las bolsas a uno de los pequeños indigentes que inmediatamente fue empujado por otro más próximo a ellos, quien con la parte baja de su lanza los llevó hasta la entrada de los barrios bajos donde residían.

– Estas locuras deben terminar Lion-O, rodearte de indigentes, ser estafado con esos ridículos objetos que compras, ya no puedo darte dinero pensando que lo despilfarrarás en un montón de perros, ¿qué seguirá… lagartos?

La gente murmuraba, Jaga cubrió al muchacho con una túnica, poniendo a Snarf en su regazo, la comitiva partió siendo guiado por un león de aspecto temible y musculoso que llevaba a una persona de una larga cabellera roja, el viejo consejero del rey miró con desaprobación a sus clérigos que observaban la escena, olvidándose de su deber, suspiró con pesar.

– Me pregunto si en verdad Jaga va a castigarte, aunque lo dudo, Cheetara dijo, pero ese clérigo misterioso había desaparecido.
####


Tiempo después

Cheetara dio varias vueltas a la ciudad encontrando pistas de los veloces intrusos, Jaga observó el particular calzado que desaparecía en una de las laderas de la muralla, acariciando su barba, su expresión no dejaba ver ninguno de sus pensamientos.

– "Al parecer" escaparon por aquí. Remarcando la frase Jaga respiró conspicuamente.

– Yo también lo creo maestro, ella acarició la tierra describiendo las marcas por donde escalaron esos intrusos.

– Sí, aunque es curioso.

– ¿Qué cosa maestro?

– Por el calzado.... incluso con una cuerda sería difícil de lograr en el tiempo que emplearon.

– Quizás hayan tratado de confundirnos dejando el rastro previamente, aún así… estoy segura que esto lo hicieron no hace mucho y si no mal recuerdo, cuando hice el recorrido persiguiéndoles, este rastro no estaba aquí y luego estaba esa misteriosa chica, he preguntado por ella, pero parece que nunca existió, como si se hubiera desvanecido en el aire.

– Hmm, tal vez tengas razón, aunque la solución puede ser más sencilla de lo que imaginas Cheetara.

– ¿En serio? Jaga sonrió y le puso la mano sobre la cabeza.

– No importa en estos momentos, ya has tenido bastante para un día, ve a descansar.

– Si... maestro.

Siendo un guepardo sonaba absurdo, pero no estaba de menos decirlo, sus pies no parecían los suyos, con la magia de los clérigos aprendió a mantener su velocidad, aún así, el dolor físico no podía ocultarse, sudaba por todos y cada uno de sus poros, encima vigilar al heredero era una tarea demandante, Jaga lo consentía, si lo desease no habría nada que el príncipe pudiera hacer para escabullirse.

Pensando esto y aquello una mano rozó su hombro, descubriendo que no había nadie, hasta que algo húmedo rozó su mejilla.

– Espera, espera, soy yo, Tygra había aparecido de improvisto con el bastón del clérigo en su cuello, sostenía una rosa en la mano.

– ¡¿En el nombre de los ancestros, qué se supone que haces aquí?!

– Con un “hola” bastaría.

– Te enseñé esa magia para que usaras el látigo Tygus en actividades militares, no para que espiaras a las chicas.

– ¿Y quién habla de espiar? Esto es una muestra de que puedo manejarlo sin problemas.

– Si Jaga se entera de que saqué ese libro sin su permiso va a expulsarme.

– Estas exagerando, tu eres su mejor alumna.

– ¿Recuerdas a esa chica empalagosa que te seguía a todas partes?

– ¿Esa que te hacia castigar en los entrenamientos?

– Precisamente, era una de las mejores aspirantes y aún así Jaga la expulsó sin dudarlo un instante cuando se escapó a verte.

– No me culpes a mí, yo nunca abandonaría mi puesto por nada del mundo, no tenía idea de que existía hasta que mi padre me ordenó alejarme de ella, además, no era más que una chica boba, no tienes que ponerte celosa.

– No estoy celosa tonta cabeza de codorniz.
Cheetara se puso de mal humor y lo hizo a un lado. El joven tigre sonrió ante el puchero de esa maravillosa chica de cabellera amarilla como la mantequilla.

– Ve lo positivo de la situación, sin esa molestia poniéndote trampas, tienes más tiempo libre siendo la única novicia.

– Ya veo, se supone entonces que tendré que agradecértelo. Puso una cara seria haciendo una reverencia, lo que hizo que él le devolviera una mirada coqueta.

– Me preguntaba, ya que el baile de primavera se acerca si tu…

– ¿Si yo…? Cheetara miró con su misteriosa sonrisa a Tygra, quien de pronto empezó balbucear, parecía que había perdido el valor reunido con tanto ahincó.

– Bu-bue-bue-bueno, qui-quie-ro, de-de-decir… Tygra se desmayó cayendo al suelo.

– ¡Tygra! Tal vez deberías trabajar tu autoestima un poco antes de invitar a alguien a salir. Cheetara dio palmadas en la cara del tigre completamente desvanecido, su sonrisa desapareció cuando por la expresión en su rostro, supo que no era un juego.

Los sonidos de los guardias desvaneciéndose le hicieron contemplar una luz que fue rodeando el complejo principal de palacio, hasta que una explosión resonó en una de las alas donde las habitaciones del príncipe heredero se encontraban, viéndose obligada a abandonar a Tygra en una banca donde le recostó robándole un beso en la mejilla.

– Ya estamos a mano.
Cansada, reunió la fuerza que pudo y se lanzó a toda velocidad donde se encontró con los demás clérigos, quienes corrieron hacia la luz de la que un sonido, parecido a un alarido fantasmagórico, cubriendo cada rincón de Thundera.

– Es una onda espiritual muy poderosa, la ciudad entera está fuera de combate. Dijo uno.

– ¿Es un ataque?

– No lo sé, cuando hacía la ronda en la plaza principal las personas empezaron a caerse por montones.

– Los senescales se quedaron con el rey.

– ¿También él Rey?

– No creo que nadie fuera de nosotros esté de pie en este momento

– ¿Entonces el señor oscuro…? Preguntó el que tenía la idea más atemorizante de todas, escuchando ese grito que no cesó en todo su recorrido hacia la estela de una mortecina luz blanca.

– ¡Imposible!, eso es solo un mito. Respondió otro rechinando su báculo.

– Pero el maestro Jaga ha dicho… Cheetara fue interrumpida por un haz de luz que pasó frente a ella a una mayor velocidad, ordenándoles aminorar la marcha.

– ¡Esto no es obra del señor oscuro, es mucho peor!

– ¡¿Maestro?! Un viejo monástico apareció ante los clérigos que avanzaron, Cheetara no le conocía de nada, pero otro clérigo con un gesto desagradable le hizo salir de sus cabales.

– No sabía que los monásticos tenían permitido meterse en asuntos del clero.

– Continuamente se aprenden cosas nuevas muchacho obtuso.

– Usted no debería pisar este sitio después de lo que hizo, no me extrañaría que esto fuese asunto suyo...

– ¿Qué es peor que un ataque del señor oscuro? Cheetara preguntó.

– Esa es la pregunta correcta, deberías aprender de ella y menos en acusarme, para responderte; es el príncipe Lion-O, algo ha perturbado profundamente su estado emocional y de la espada.

– ¿El príncipe? Pero, lo acabamos de ver hace un par de horas haciendo sus usuales pataletas. Cheetara no creía que ese frágil niño caprichoso fuera la causa de ese terrible incidente, pero los demás parecían reflexionar la afirmación.

– De momento no importa saber el porqué, debemos dejarle fuera de combate, una vez le vean, golpéenlo en la base de la nuca o hagan un corte relámpago y córtenle la cabellera, no les voy a mentir, si no podemos controlarlo deberemos matarle o incluso nosotros acabaremos como el resto.

– No creo que usted sea el indicado para pedirnos eso, le dijo el clérigo de más rango, el monástico no le respondió, sólo hizo hincapié en lo poderoso de aquella fuerza.

– Es su decisión, yo haré lo propio. Eso inquietó a Cheetara, el príncipe Tygra no se lo tomaría bien si algo le pasara a su "amado" hermano.

La tierra temblaba entre más se acercaban a los restos del ala Este de palacio deteniéndose para mirar al cielo, una gran pantera se mostraba en el cielo, el mismo que tenían por escudo y temblaba de miedo.

– ¡La señal! No puede ser… ¿El traidor está aquí? No, eso no puede ser… El monástico estaba perplejo balbuceando, reaccionando con prontitud supo que tenía que salvarles.

– ¿Señal, traidor? ¿Se encuentra usted…? Con su báculo todos los clérigos fueron lanzados a un lado del camino y golpeando el suelo con su punta, hizo que dos murallas de piedra sólida se levantasen frente a ellos por arte de un prodigio elemental, Cheetara era demasiado rápida para ser atrapada y de un salto se puso muy cerca del sujeto que tenía al alcance de su báculo, un pulso de luz proveniente de todas partes le distrajo lo suficiente para que ese viejo la empujara igual que a los demás, él fue envuelto por un alarido de dolor.

– ¡ARGHHHH!

El viejo sabio se vino abajo agarrándose de los ojos que lanzaban un abundante humo grisáceo, como si se estuviese quemando, Cheetara le envolvió en sus brazos y jaló detrás de una pared, arrojando su casco que ardía tal si fuese una braza de hierro, mostrando su larga cabellera, no sabía a qué se refería con la señal, pero sentía esa tremenda fuerza en el aire. Los clérigos se levantaron, pero una voz que salía del interior de palacio les ordeno no hacerlo.

– ¡No miren hacia arriba insensatos! Quedarán ciegos. El Concejo pareció llegar tarde para el General Lynx-O, quien yacía en el suelo agarrándose de los ojos. Jaga empujó nuevamente a todos los clérigos detrás de la pared formada por el monástico, realizando un encantamiento se generó una especie de boom sónico alrededor ellos.

Jaga se quitó su manto y la puso sobre el rostro del lince que se estremecía violentamente.

– ¡Deje de luchar contra ello General o perderá la razón para siempre!

– ¿Quién rayos es ese sujeto que veo en mi cabeza? Esos ojos rojos... parece un demonio, no puedo sostenerle la mirada... Lynx-O se retorcía de dolor.

– Eso es… una alucinación, sí, la suma de sus propios temores. Lynx-O pareció no estar convencido, pese a su situación, el flamante general no perdía la compostura.

– ¿Qué ha pasado? Preguntó el monástico.

– Intentaron matar al príncipe y la espada ha reaccionado.

– ¿El chico?

– No, la espada ha venido por propia voluntad.

– Encuentro difícil de creer viejo zorro, la espada “nunca” se ha comportado de esa manera, alguien ha invocado su poder, dijo el monástico a quien Jaga le puso una pañoleta en sus ojos y le dejó caer agua recitando un tranta de curación en un idioma desconocido para ellos.

– “Nunca” es muy diferente a “no pasó en nuestra época”, como sea, necesitamos llegar al príncipe antes de que provoque una tragedia aún mayor.

– Yo ya tenía esa idea anciano, Jaga hizo un gesto con la cabeza.

– Lo solucionaré, debes confiar en mí.

– No, ya lo hice en el pasado, me echaron si no mal recuerdo, te había dicho que no pasaría desapercibido.

– Si son ellos no tenemos muchas opciones. Debes quedarte aquí, me haré cargo desde este punto.

– Te he dicho que no, si no fuera por tu fanatismo esto no habría… además, esto no lo hago por ti. Levantándose con mucha entereza se preparó ignorando su dolor, Jaga encomió a sus clérigos a imitarle.

– Muy bien, siendo así… ¡Clérigos, hasta la muerte!

– ¡Por Thundera! Gritaron al unísono para lanzarse en un grupo que llegaba al centenar, aunque Cheetara solo tenía los ojos puestos en su maestro que dejaba escapar una imperceptible sonrisa.

####


Restos del Ala Este de Palacio

Los clérigos que no luchaban contra los atacantes y sus filosas espadas plateadas, intentaban alcanzar al príncipe con sus báculos, la tarea era casi imposible, la espada de los augurios daba vueltas y vueltas en torno a él, tal si fuera una luna, alejándoles de su objetivo. La luz era intensa, los largos cabellos rojos de Lion-O refulgían hiriendo la vista, así que tenían que pelear con la cara ligeramente inclinada bajos sus pesados cascos.

El grito del príncipe crispaba los nervios, a tal punto que varios clérigos cayeron inconscientes, flotaba en el aire sobre los restos que quedaron de las habitaciones reales, en su pecho, un nutrido grupo de agujas le fueron clavadas por sus atacantes, pero esto no pareció funcionar, porque salieron disparadas hacia afuera.

Para sorpresa de los clérigos, todos los enemigos se mantenían en su sitio, una muestra de su grado de entrenamiento, pero incluso con sus habilidades, alcanzar al príncipe se volvió una tarea monumental.

Jaga fue derribado junto al monástico cuando usaron su habilidad para convertir su energía en poderosos rayos, los mismos se desviaron y fueron absorbidos por el príncipe dejándoles con la defensa baja.

El líder de esos intrusos señaló a uno de sus acólitos sacando una especie de bumerán dirigida a la cabeza del infortunado muchacho, Cheetara le dio un poderoso golpe sacándola fuera de balance, era demasiado tarde, esa arma ya viajaba hacia su cabeza pasando por una brecha que la espada legendaria no cubrió, al tiempo que el líder de los atacantes cargaba con su espada.

¡Clank! Ese misterioso clérigo apareció nuevamente frente a ella, desviando la estocada con una espada pesada como ancha, para golpear a su atacante con un poder asombroso.

Sin detenerse a reflexionar, Cheetara se lanzó con toda su fuerza en dirección del príncipe, sus piernas se hicieron pesadas con tanta energía que hizo que sus mancuernas de las piernas estallasen, fallando completamente en detener el arma del atacante con su báculo, pero una larga espada plateada que cruzó la habitación a una enorme velocidad.

La preciosa cabellera del príncipe se vio rebanada desde la base del cuello con la hoja filosa de esa arma que se desvió para regresar a las manos de su lanzador.

El fenómeno terminó tan rápidamente como había iniciado, Lion-O se precipitó al vacío, Cheetara y el misterioso clérigo cruzaron sus miradas, ella finalmente le tomó entre sus brazos saltando con su destacada habilidad felina, la otra simplemente se limitó a ir por su espada para en una coordinación casi perfecta, detener al atacante que se vio superado en habilidad.

– Siempre tienes que hacer tu voluntad ¿no es así? Una voz femenina y autoritaria habló, agarrando entre sus guantes la cabellera cortada de Lion-O.

– Tienes que esperar a la decisión del Concejo, tú no te mandas sola.

– Todos murieron, les abandonaron como si fuesen la peor escoria, tú más que nadie deberías entender mis sentimientos, este es el momento adecuado, si esperamos a que eche más raíces, a que tome más apego, será mucho peor que con ese animal que ha adoptado.

– Si ya tienes lo que venías a buscar sugiero que te largues o vas a saber que tan fría se siente esta espada.

–Te lo suplico, será lo mejor todos.

– ¿Para todos o para ti? No dejaré que le pongas un solo dedo encima, tenías mi respeto y confianza, ya no eres más que un delincuente. A pesar de su temible porte, la asesina temblaba de rabia.

– Te arrepentirás, ese sujeto será quien te mande de ahora en adelante, ¿no lo ves? Somos meros peones jugando a su juego, cualquiera que este sea.

– Cuéntale a alguien que le interese. Esa mujer la miró con sus ojos llenos de ira, pareció pensarlo en cuanto más y más clérigos llegaban a la zona.

– Te quedarás sola en sus manos, ya lo verás.

– Como ya lo has dicho, siempre lo he estado. Dijo en un tono resoluto.

– ¡Que sea lo que quieras! ¡Guardianas!

Los atacantes dieron un salto sincronizado perfectamente dejando atrás a los clérigos, extendieron unas enormes alas ocultas en las espaldas de sus trajes y de un salto impresionante, salieron disparados hacia el cielo.

– ¡Tienen alas! Por eso nos evadían tan fácilmente, uno de los clérigos pareció descubrir el gran misterio de los intrusos que intentaron ataca al príncipe mientras estaba en las zonas pobres de la ciudad milenaria.

El monástico llamó la atención a Jaga susurrándole al oído.

El corte donde el cabello de Lion-O fue rebanado, mostraba unas puntas brillantes anaranjadas, como si fueran palillos de madera apagándose lentamente después de haber estado expuestos al fuego. Cheetara miraba al príncipe que emitía un leve chillido en una nota monótona.

La impostora tomó con sus dedos uno de los largos cabellos rojos del príncipe y lo cortó silenciándose este.

– Incluso si usaras unas pinzas con cuatro sellos quedarías atrapado, esta mujer lo tomó con sus dedos desnudos. El monástico se sorprendió sin acercarse.

– ¿Por qué nos has ayudado? Le preguntó Jaga sin apresurarse a avanzar hacia ella.

– No lo hago por ti ni por tu apestoso reino, eso es seguro, dijo con voz severa, – Esa idiota tiene razón, es mejor que me lo lleve, ustedes le tratan peor que a un animal.

– Eso no puedes decidirlo tú, dijo el monástico, a quien Jaga hizo callar.

– Sabes que eso no es posible. Por lo que está pasando, por lo que pasará, lo siento, en verdad lo lamento tanto, sabes también como yo que es un mal necesario. Cheetara recuperando su lucidez escuchó brevemente la discusión entre su maestro y ese clérigo misterioso que hablaba airadamente.

– La primera conoce tus planes y aunque esté acabada, ya no queda nadie que te respalde, tienes suerte de que te vieran como a un loco cualquiera, esto va a cambiar las cosas.

– Ella te teme, puedes protegerle.

– Me teme tanto como tú lo haces, eso no cambia nada en absoluto, debiste dejar al otro ser rey, pero ya que estoy aquí, me haré cargo de él, después de todo también es mi problema.
Cheetara se movió y rodeó al príncipe con sus manos.

– ¡Quítate de mi camino!

– No dejaré que le pongas un solo dedo encima, replicó imitándole, lo que pareció sacarle de sus casillas, la patada en el costado de su abdomen fue en extremo dolorosa, no le soltó. Jaga y el monástico no intervinieron.

– Lo que te digo no es una mentira, debes considerar en lo que te harán cuando regreses si intentas llevártelo, tampoco pasará desapercibido.

– Al menos tendrá una oportunidad.

– Te prometo que se quedará con el pequeño tal y como deseaste, lo permitiremos, sabemos que es un riesgo y tienes razón, fuimos demasiado lejos, pero estamos tan cerca.

– Si no es por mí él… tu debiste… dijo en un tono muy herido y quebrado, Jaga le puso la mano sobre su hombro.

– Lo sé y me he comprometido a que esto no volverá a pasar, de un manotazo ella se quitó el agarre.

– Está bien, pero estás advertido, no permitiré que sigas jugando con su inocencia. Veremos si él termina viendo la verdad entre tantas mentiras y si eso pasa, no creo que tus sueños se cumplan.

– Tarde o temprano entenderás querida amiga, que esto nunca se ha tratado de mi propio sueño.
Y en un relámpago ascendiente, la misteriosa mujer desapareció.

####


Templo de los clérigos
Horas después

Los clérigos muertos era al menos doce, a ese costo habían salvado al príncipe heredero de ser raptado o asesinado, eso no sería lo que diría la historia oficial, largos maderos cubrieron el ala del palacio donde un enorme boquete se apreciaba y eran cerrados los accesos secundarios, como el portón principal, dirían que eran los trabajos de ampliación del ala este que conectaría con el recibidor de los embajadores, misma que había colapsado por la humedad, trabajos que se pospusieron luego de la muerte de la reina Leona y se canceló con la alta presión económica que afligía el reino con tantas guerras y reinos rebeldes.

El rey despertó en asiento del trono derramando el licor de una copa, apresurándose sus damas y sastres a ayudarle a vestir para la noche, los escribas se notaban confundidos, arropados por el velo de sueño el rey les concedió el final de la audiencia, ya era tarde y deberían cambiar la guardia que no sonó cuando debía, quiso ir a ver, aunque Jaga le dijo que el General Lynx-O había sufrido un accidente grave y eso le tomó la mayor parte de la tarde y noche.

Su hijo Tygra en cambio se despertó en su cuarto dentro de los cuarteles del ejército con un horrendo dolor de cabeza, no sabía que hacía en ese lugar.

No se habló demasiado del tema y aunque muchos thunderianos cuchicheaban acerca de esa extraña luz, pronto se olvido, a pesar de que muchos perros y aves murieron por ese fenómeno que pareció cebarse en otras especies, a nadie le importó al final, después de todo eran un montón de bárbaros extranjeros, aunque dicho sea de paso, llevaban viviendo varios siglos en ese lugar, mientras la gran minoría eran refugiados de la última guerra en que varias ciudades de Thundera cayeron en un levantamiento armado de separatistas de la que no se había recuperado el reino, lo que les obligó a tomar más tierras de los lagartos que se retiraron al desierto o en lo profundo de lo que quedaba de sus pantanos, mismos que fueron drenados para hacer una desviación hacia las tierras de cultivo del reino.

Pero no todo era bueno para los felinos, decenas habían perdido la vista, muchos más tuvieron una demencia espontánea que les duró varios meses, dijeron que vieron a un ser demoniaco de cabellera negra, cuando abrió sus intensos ojos rojos los suyos ardieron, la gran mayoría se recuperó bajo la supervisión del secretismo del clero, otros no tuvieron igual suerte, como el General Lynx-O II de la tribu de los linces rojos, quien había perdido la vista definitivamente.

– Te dije que ese sello elemental no serviría, su cuerpo ha expulsado todo lo acumulado, no necesito decir te lo dije. Se ha convertido en un riesgo demasiado grande, los sellos en la ciudad no soportarán.

Jaga fumaba su larga pipa describiendo largos aros blancos que se desvanecían en una habitación con fuerte olor a incienso.

– Tenía que intentarlo, de cualquier manera será capaz de hacerlo, no es una corazonada, sé que él podrá cargar con la verdad y tomar la decisión correcta, de los escudos no te preocupes, todavía tengo una parte de mi antiguo poder y no existe de momento nada tan poderoso para pasar las murallas.

– Esperemos que así sea, jugar así con este pequeño es demasiado, a veces me pregunto si hay sangre recorriendo ese viejo corazón tuyo, este plan estuvo mal desde un principio, si me hubieras dejado ese diario, pero no podías confiar en mi ¿verdad?

– No olvides que la reina estuvo de acuerdo.

– Claro que sí, no le quedaba otra a la muy… ladina, prácticamente le orillaste a eso, he sentido ese poder esta noche… tenías que ver esos ojos rojos, estaba completamente aterrado, debieron abortarle a la primera oportunidad, de no haber seguido ese consejo tuyo ella estaría con vida. Esa mujer tiene razón, Tygra puede ser un rey más que adecuado, recuerda la profecía.

– Una profecía dada por nuestros enemigos, por no decir que el reino estaría en manos de Grune, además, ese chico solamente es un seguidor, no tienes dotes de líder y lo que hizo su padre con su tribu… y peor aún, el hecho de que intentó asesinar a su propio hermano, una persona así no puede ser rey.

– He visto la señal, la he visto ¿Y me dices que no debo preocuparme?

– ¿Qué has visto exactamente?

– Sigue aquí, atrapada en algún lugar, en algún otro cuerpo, esperando el momento indicado, ella era uno de sus sirvientes, creo que su alma debió regresar a esa pirámide.

– Nunca estuvimos seguros de que eso haya pasado.

– El culto a Seth ha regresado, se mueve lentamente en las tierras del Este y quieren a ese gigante, dijo en una voz casi inaudible.

– Lo sé, he visto a gente extraña por la ciudad últimamente. Jaga bajó los ojos y se reclinó para hacer un largo suspiro.

– Como sea, esa ciudad voladora está condenada y por lo que dijo esa mujer, ya hay peleas internas, esconder las marcas solo ayudó un tiempo.

– Él no es un Atlas.

– Si no lo es, lo será su descendencia, debiste dejar que se extinguieran.

– Entonces nada cambiará y presiento que hay algo mucho peor rondándonos, es que no logro entender lo que es, no quedamos muchos y los que quedamos nos hacemos enemigos.

– Si el traidor está vivo habrá valido la pena lo que ha sufrido el chico, sino, cuando acabe tendrás una cosa que no podrás manejar.

– La señal es una advertencia, pero también un mensaje, no lo olvides, la esperanza puede cambiarlo todo.

– ¿Esperanza? ¿No insinuarás que deseas algo más de ese encuentro que el rechazo? Jaga jugó con la pipa en sus labios y con una mirada ilegible se llevó las manos a la frente. – Je, por los ancestros, difícilmente viejo Jaga puedo ver como alguien así será capaz de amar o tener compasión por nadie cuando haya pasado por ese infierno y no te olvides que no eres el único jugador, te has quedado sin cartas y si esto no ha pasado desapercibido para las aves, tampoco para esa momia.

Un crujido se escuchó en la sala, Jaga no se inquietó y el viejo monástico que le miró unos segundos, cabeceó meditabundo, Cheetara, que estaba al otro lado de la puerta, apretó sus manos contra su boca.

– Tienes unas ratas muy grandes.

– Curiosa afirmación, cuando de hecho las ratas lo son, al menos en este mundo.

– En fin, qué contrariedad.

– Supongo me dirás ahora la razón de tu visita. El monástico sacó de entre sus ropas una especie de hoja de cuero curtido que le lanzó del lado de su mesa.

– Hm, los rumores ya comenzaron como predijiste, los bolkins no quieren decir nada, pero ha empezado, he visto marcas de vehículos raros, son muy organizados y muchos de los ataques son una marca indistinguible de “ya sabes quién”, así que saber el destino de cada uno no representa un misterio demasiado intrincado.

– ¿Estás seguro de que se trata de él?

– No hay muchas panteras en el continente que sepa, los perros le exhiben en la arena, pasará uno o dos años en ella máximo, si es que sobrevive a esas nuevas bestias, se dejó atrapar por los esclavistas.

– Pero no lo has comprobado.

– Este sello de restricción que me pusiste no me deja ir tan lejos como en el pasado, me hago viejo y torpe como tú mismo ¿Estás seguro que esa rata no te morderá? Jaga se levantó y abrió la puerta, pero no había nadie.

– No temas a una rata, hay cosas peores, cerrando la puerta con fuerza. Cheetara con sus largas piernas extendidas, descendió con sumo cuidado.

– En fin viejo amigo, yo he venido a advertirte, a lo sumo tienes otros dos años y medio, si ese sujeto escapa puede complicar tu plan, sin dejar de lado que los herreros pueden no cumplir su parte del trato, es difícil de saber, tal vez se queden con todo.

– No depende de mí, sino de la providencia lo que pase.

– Pues entonces no sé con quién estoy hablando, debes saber que las aves ya hicieron su primer movimiento, mis contactos me han dicho que empezaron a lanzar desperdicios en una zona cercana a la ciudad de los perros y han ido más allá rompiendo el pacto.

– ¿Ah?, ¿cómo es eso? Jaga alzó la ceja.

– Sacaron una de esas viejas naves de la alianza y parece que la están reparando, puedes deducir sus intenciones sumando dos más dos.

– Mucho me temo que esto no es trabajo del Concejo. Jaga se hundió en el asiento.

– ¿Un trabajo interno? Eso sería mucho peor.

– Nosotros ya estamos acotados en esta historia, todo dependerá de lo que decida el chico.

– Valiente manera de sentenciar un reino entero, ¿imagino que ya has elegido a los tres restantes? O eso tampoco pasa por tu mente. Jaga no quiso responder.

– ¿Tienes donde quedarte?

– Algo saldrá, como siempre. El monástico se levantó de su asiento y un largo silencio se formó entre esos dos.

– Entonces no te quito más el tiempo… Jaga lo invitó a salir, pero este se detuvo a mitad del camino.

– Por cierto, me he enterado de una cosa por demás interesante.

– Tus detallados chismorreos me asombran.

– Pues bien anciano, he escuchado que en palacio se encuentra un guepardo, no le habrás ordenado en vista de lo que sucedió la última vez ¿o sí? La madera nuevamente crujió lo que hizo que el monástico negara mostrando una actitud burlona. – Verdaderamente el que no debería tener modestia eres tú viejo amigo.

– Son rumores, nada más.

– ¿Y el rey lo sabe? Jaga no dejó escapar nada de su rostro de piedra. El monástico se acomodó su capa y salió de la habitación.

– Voy a hacer que esa rata aprenda un poco de disciplina ya no dejarse atrapar, Jaga lo dijo pegando con su báculo en el piso, siguiendo al sujeto de capa oscura con quien mantuvo una charla de cosas de lo más triviales y absurdas una vez afuera.

Cheetara que entró a la habitación para salir por el otro lado a donde los ventanales se entraban miró a la mesa, había visto a ese sujeto en alguna parte, era un cartel escrito en el lenguaje de los canes, donde un gran felino se dibujaba con un arma de los bárbaros; los ninchakus.

– ¿Una pantera? Dijo sin lograr recordar donde le había visto antes.

####

Avista, campamento bajo la ciudad

Cheetara se despertó con sudor frió en el rostro cuando el sueño que casi inmediatamente empezó a olvidar salvo detalles importantes, viéndose sostenida por unos brazos, hasta que recordó donde se encontraba, Tygra estaba profundamente dormido, pero no la soltaba, así que tuvo que empujarle moviéndose sin hacer mucho ruido, se comenzó a vestir terminando por ajustarse sus brazaletes, se dio cuenta que su ropa distaba de ser la óptima cuando tela del cinturoncillo mostraba algunos hoyos pequeños.

Observó la tenue luz que entraba por la tiendilla que daba a un exterior frío y húmedo con el sonido del agua recorriendo un entramado de tubos que se almacenaban en los grandes contenedores estancos de la ciudad. La lluvia no paró por casi tres días, aunque Tygra parecía confiado en que no pasaría nada.

Se recostó esperando enfriar su cuerpo. Tygra pasó una de sus manos por sus senos, hasta subir a su cara que ella se quitó molesta.

– ¿Vas a algún lado? Habló con un largo bostezo.

– No parece que tenga opciones. Tygra nuevamente la atrajo a su pecho desnudo y músculos, intentando zafarse, el tigre parecía jugar con ella.

– Kitty sabe cuidarse sola, además, no tenemos medios para ir allá, esos cacharros no funcionan.

– Deberíamos intentarlo, así parece como si no te importase en absoluto.

– Sí que me importa, pero qué sugieres. Ya viste lo que pasó cuando intentaste ir, te quedaste atorada en la arena y si tú no puedes, nosotros no haremos más, así que debemos de mantenernos positivos. Tygra intentó desvestirla, ella se negó sin mucho éxito cuando sus pantaloncillos se deslizaron hacia abajo fácilmente, abriéndose más la costura.

– No deberíamos. Él se colocó encima de ella respirando copiosamente.

– Te dije que te acostumbrarías.

– Nhg, no sabes lo irritada que… cubriendo sus labios con los suyos, él no tenía reparo en mostrarse más seguro de sí, hasta que era arrastrada sin compasión a ese estado entre la muerte y la vida, gimiendo absurdamente fuerte.

– Cuando nos casemos te llevaré a vivir a mi palacio, entonces repoblaremos el mundo con tigres y leopardos.

– ¿Leopardos…? dijo la clérigo, que en un movimiento inesperado, hizo a Tygra caerse de lado.

– ¡Auch! ¡Ey…! ¿Sucede algo? Dijo con una sonrisa mostrando su cuerpo desnudo, lo que pareció más que gustarle, perturbar a la chica.

– Recordé una cosa importante que había olvidado, es solo que no sé qué significa… Dijo un poco inquieta, él nuevamente se abalanzó.

– Cuéntame, tal vez te pueda ayudar. Dijo el felino cubriéndose con la colcha, Cheetara no se lo tomó bien y le plantó una almohada en la cara.

– ¿Es que no hay nada que tomes en serio?

– Yo soy toda seriedad, si, cerrándole un ojo, ella suspiró y comenzó a vestirse nuevamente, se dio cuenta que la razón de que se bajara su pantaloncillo tan fácilmente era que se había roto completamente del lado izquierdo.

– ¡Por Thundera! Inmediatamente comentó a buscar entre sus cosas para descubrir que no tenía más hilo.

– Deberías usar una de estas ropas, son muy cómodas, hemos pasado tanto tiempo con estos vejestorios que es normal que se hayan desgastado.

– No es un vejestorio, es mi traje de clérigo, el único que tengo.

– Al menos una versión muy libre del mismo. Anotando el hecho de que ella había cambiado en parte el diseño para hacerlo más flexible a sus necesidades. Tygra intentó nuevamente jugar al tonto frotando sus pies sobre sus rodillas.

– ¡Se ha roto! Cheetara miró su mancuerna con alarma.

– ¿Qué sucede ahora? ¿No puedes pegarla? Cheetara estaba sorprendida, Tygra alzando la ceja agarró el disco de la muñequera que estaba diagonalmente partido por la mitad.

– Sólo un clérigo sabría cómo, yo no podría… Cheetara miró entonces la mancuerna de magia secundaria de Tygra y la desarmó.

– ¡Cuidado pecosa! La necesito.

– No tanto como yo, además, te ha dado por usar ese rifle muy a menudo y no es como si pudieras hacerlo invisible siendo de un acero tan denso. Cheetara alzó el disco y lamentó su suerte.

– Yo sí que tengo un acero muy denso y duro en algún lado de este cuarto. Cheetara alzo la vista con cansancio.

– ¿Ahora qué? Rayos… ¿y qué es lo maravilloso con esos discos que no puedes reemplazarlos?

– Estos discos son de magia elemental secundaria, no servirá, será apenas un parche.

– ¿Por qué no?

– No soy una experta en contener la energía elemental que uso con los tantras, por eso tengo que restringirme a mí misma, si lo hago mal podría morir.

– Bastará con que te conviertas en mi esposa, un niño no requiere de magia elemental, solo de una buena madre. Tygra dijo algo que realmente le hirió, aunque ninguno de los dos retrocedió. Él también estaba molesto, ni siquiera había respondió a su propuesta de matrimonio. En todo momento había una lista de cosas más importantes para ella.

– ¡Soy un clérigo!

– No es lo que dijo ese bobo ¿no lo recuerda?, no sé por qué necesitas ser un clérigo, así como estamos podemos pelear, no tienes que servir a los caprichos del enano, yo voy a ser tu esposo, no él.

La mirada de uno y otro era dura.

– Creo que no debí venir.

– Te has venido tantas veces, que una vez que no lo hagas no cambia nada en absoluto. La broma no le cayó bien a ella en absoluto, estaba a punto de ingresar en el terreno de las discusiones, así que intentó volver sobre sus pasos abrazándola.

– ¡Suéltame! Tygra abrió los brazos.

– ¿Por qué tenemos que estar peleando por esto? Tú dijiste que te pegarías a mí.

– No te aproveches de mi yo no…

– ¡Hmp, hmp! Cheetara volteó a donde procedía la luz.

– ¿“Señorita”… Cheetara? Dijo la voz pausando en la parte Señorita que hizo que los metacarpianos de sus brazos tronaran.

– ¡¿Qué quieres?!

– ¿Me recuerda? Soy Zira, la enfermera del pabellón médico, me habían dicho que me encargara del pequeño gatito...

– ¡¿Eh?! Oh, lo lamento, en un momento voy. Tygra ya se estaba vistiendo reprobando su actitud y ella atinó a ponerse la capa y amarrarse un largo cinto sobre el que como pudo ocultó la parte rota de su pantalón bajo un improvisado faldón.

– ¿Qué pasa? Preguntó Tygra al salir.

– He tratado de convencerle de que coma, pero no hace caso, está muy deprimido y me temo que su salud se está deteriorando rápidamente, él solo llora y no sé que más hacer.

– ¿Y el general?

– Oh, se refieren a esa pantera, está allí, pero pensé que como ustedes eran sus padres…

– No, je, creo que estás en un error, nosotros los recogimos cuando nuestra ciudad cayó, ellos son solo unos cola-orejas... quiero decir, no, no somos su padres. Mirando a Cheetara negó buscando su perdón por llamarles como lo hizo.

– Ya veo, así que la pequeña era su única familia.

– Somos su familia, lo somos ahora. Dijo el tigre.

– En ese caso les sugiero que pasen más con el pequeño y menos haciendo más niños desgraciados, que sus gemidos se escuchan en medio campamento. Dijo molesta.

– Sí, sí, tienes razón, vamos. Cheetara musitó.

– No por allí, hemos cambiado a la nueva área médica las habitaciones del Señor Lion-O.

– ¿El señor Lion-O? Cheetara le dio un fuerte codazo al felino para que guardase la compostura, le pasó el brazalete a Tygra que alzó la mirada con tremendo hastío.

Recorrieron el campamento y entraron a la zona donde la tienda de Lion-O y Snarf estaba dispuesta con una pequeña oficina, pero de ser una muy modesta, pasó a ser una bastante envidiable, el área que atendía a los thunderianos que llegaban de la costa se disponían en las partes bajas, pero los lujos del área médica, en las partes elevadas que eran de un estatus incomparable.

– Hasta un baño privado, ya quisiera yo uno de estos y no esas letrinas, ese chico se queda toda la diversión para él, vamos a mudarnos a esta habitación para cuidar al chico. Tygra y Cheetara estaban asombrados.

– Eso me temo es imposible príncipe, esta área es exclusiva para miembros del gobierno, ni yo puedo quedarme.

– Yo soy de la realeza. Guiñándole a Cheetara que no compartió su sentido del humor.

– Lo lamento en verdad, nosotros no reconocemos la realeza, únicamente a los miembros elegidos por el Concejo.

– Pero sí a un rey.

– Eso es diferente y cuando llegue el Señor Lion-O sabrá el porqué. Eso fue muy maleducado a los ojos de Tygra, Cheetara pareció entender una cosa diferente al escuchar “los miembros elegidos por el Concejo”.

Cuando llegaron un alboroto estaba sucediendo en la entrada, un grupo de aves se colgaban de los pies y brazos de un pequeño niño que les mordía y gritaba, eran las dos chicas que usualmente atendían al joven rey, se precipitaban sobre Wily Kat que les amenazaba con sus filosos dientes.

–Ya ha pasado demasiado, yo voy. El gatito musitaba saltando entre sus manos.

– Hijo, Kit está fuera de nuestro alcance, una vez pare la lluvia… Wily Kat saltó para apartarse de la pantera.

– No soy tu hijo ¡Voy a ir!

– Es una locura, no te sientes bien en absoluto ¿qué tan lejos piensa llegar en ese estado? Cheetara hizo una pose muy segura y razonada.

– Más que ustedes en esa tienda, seguro. Dijo el pequeño que no parecía pasar nada por alto, aunque Panthro parecía saberlo igual.

– Mira Kat, te lo juro, una vez tengamos un transporte funcionando volaremos juntos, de momento será mejor no agravar el problema, si llega Kit y Lion-O ¿Dónde estaremos nosotros? Pero el chico no escuchaba razones y les arrojó las cosas que estaban sobre la mesa.

– A ti no te importamos, Lion-O tiene razón, únicamente se preocupan por ustedes mismos, los pobres no les interesamos en absoluto. El tono de su voz tan infantil contrastaba con ese comportamiento adulto que hizo que Tygra apretujara sus pómulos para no reírse.

– Vamos Kat, tu sabes que eso es mentira, no te olvides de que quien caza y les alimenta somos nosotros.

– Ustedes buscan la manera de hacernos a un lado, por eso nos obligan a buscar comida por nuestra cuenta, nos abandonan durante días y esperan que nos comportemos como adultos, pero seguimos siendo niños y Kit es una niña, no pueden esperar que se comporte como un adulto.

– No voy a repetirlo, yo…

– Él tiene razón, no debieron dejar a esa niña ir por su cuenta. Apareció detrás de ellos una persona alta como Tygra envuelta en una larga toga que les apartó con su cuerpo para avanzar hacia donde estaba el pequeño.

– ¿Y tú quién demonios te crees para…? ¡Oahhh! Al ponerle la mano, con una serie de rápidos giros con sus brazos, hizo que el corpulento felino acabara en el suelo.

– No me toques bastardo.

– Él no está solo ¿sabes? La clérigo extendió su báculo y se lo puso en el cuello alzándole la caperuza que le cubría, se sorprendió al ver el casco de esa mujer, la misma que vio cuando Lion-O fue salvado por una búho que recupero su estabilidad espiritual, ver esa espada plateada le provocó un terrible dolor de cabeza. Antes de poder hacer nada, la empuñadura le dio de lleno en estómago cayendo de rodillas.

– Les gusta decir las mismas tonterías una y otra vez. Dijo regresando a su postura de reposo para darles la espada y continuar su camino.

Panthro se puso en guardia, la mujer guardó su espada y caminó descansando su palma cubierta por un guante negro sobre el amplio pecho del felino, dándole un par de palmadas.

– Es bueno que hayas escapado de esa pirámide General. Le dijo en un tono seco, lejos de ser amenazante le hizo recordar un hecho de su pasado, al levantarse Cheetara y Tygra, la pantera abrió sus manos.

– Esperen, veamos que tiene que decir.

Intimidado, el cachorro intentó esconderse tras Zira que temblaba con un bisturí con el que pretendía defenderle, escondiéndolo cuando la guardiana avanzó con seguridad, apartándola, se inclinó para tomar al pequeño de la mano y en voz baja comenzó a decirle cosas que tuvieron un efecto tranquilizador en este conforme transcurría el tiempo.


####

Media hora antes
Edificio de la Guardia de Avista.

– ¡Mandora! Lo prometiste. Una ave delgada y de aspecto afable le dijo con alarma, quien se escondió tras las demás aves cuando esa mujer avanzó hacia ellas.

– Voy a ir.

– Por favor, piensa que si lo haces van a expulsarte como a la segunda, serás una proscrita. La mujer llamada Mandora acarició su cabeza.

– Nunca te he hecho mal alguno, a pesar de eso me temes, tú no eres mi familia Fedora.

– Te equivocas, claro que me importas.

– Voy a ir.

– Por favor Mandora, trata de entender, debes ser paciente. Lo que estamos haciendo no lo hacemos por puro capricho, tiene una razón de ser.

– No vas a salir con eso ahora Fedora, la voz fría y monótona de la guardiana hacía que tuviera un miedo sistemático, era algo de lo que Mandora se daba cuenta perfectamente y entendía que se relacionaba con sus ojos, a pesar de usar un casco que contenía parte de esa energía maligna, su compañera, una probada guerrera, se ocultó tras sus pupilas, estas igual fueron al lado contrario del que ella se movía.

– Yo no… te dejaré, incluso si tengo que cruzar la espada contigo, lo dijo con sus manos en la empuñadura, aún así avanzó. Fedora cerró los ojos, Mandora suavizó su tono.

– Soy una guardiana no para obedecer órdenes Fedora, sino para proteger a las personas, es lo que tú y las demás no entienden. Fedora y las demás guardianas asumieron una formación marcial, Mandora, que no había sentido su presencia, dio la vuelta para encontrarse con su superior inmediato.

– ¿Vas a detenerme? Le dijo a la Superiora Scandiacus.

– No, a pesar de lo que ha pasado entre nosotras sabes que me preocupo por ti Mandora y debo advertirte por esa razón, si vas harás de un problema menor uno demasiado grande, no debemos interferir.

– Eso es igual a dejarles morir nuevamente.

– Mi padre murió ese día, así que sé perfectamente lo que sentiste, tienes que mantener la cabeza fría o el mismo camino que una vez recorrió la Segunda lo seguirás tú, sabes que tengo las manos atadas si te vas.

– Las has tenido de esa manera desde que tengo memoria.

– Mandora, puedo ser tan despreciable como me pintes, aún así no ignores que he hecho mucho por nuestra ciudad y sus intereses. Al poner ambas manos sobre sus hombros, Mandora desvió la mirada.

– Ya no puedo fingir que no pasa nada, ya no, debo ir. Scandicus asumió un postura meditativa y le dio el único consejo que esperaba ella aceptase.

– El apego no es bueno y lo sabes, el enlace que estás creando no terminará bien, ese vaso vació no se llenará con tu afecto y comprensión, solo con lágrimas y la desesperación que debe soportar, te lo he dicho muchas veces, nuestra tarea es cuidar a nuestra gente, la gente que te ha apoyado a pesar de los malos momentos que has pasado.

– Ustedes decidieron eso y me hicieron a un lado. Las lágrimas recorrieron por breves instantes la quijada de Mandora, que aspirando con fuerza se detuvo en una mueca que contrajo sus labios.

La espada la recibió en sus manos de la superior Scandiacus que la tenía bajo su vestido.

– Esto es todo lo que haré por ti. Los labios de Mandora se doblaron nuevamente como si fuese a arrepentirse, su expresión se volvió dura.

– Así parece Superiora.

– ¡Superiora, no puede dejar que haga eso!

– Déjale ir, es su decisión.

Fedora y las guardianas se apartaron luego de un incómodo silencio.

– Gracias… a todas. La escueta despedida de la mejor guardiana de Avista.


####

Área médica de Concejo de Avista

La guardiana se puso una capa gris que en la cara interior era oscura, aferrando su bolsa de viaje y espada, Wili Kat estaba en completo silencio.

– ¿De qué rayos va todo esto? ¿Qué te dijo esa mujer Kat? Preguntó Tygra.

– Mm, creo… que voy a regresar a la cama. Dijo rascándose la nariz.

– Eso es una sabia decisión amiguito. Zira le cargó en brazos llevándole al interior.

– Puedes ser mi novia si quieres, a mi no me importa que seas un pajarito. La enfermera se rió sonoramente.

– Eres un chico muy precoz.

– En absoluto, pero a veces me gusta el cuidado de un adulto, algo que no se ve estos días muy a menudo. Haciendo una indirecta clara a Tygra y Cheetara.

– Toma tu medicina y hablaremos. Dijo con una pícara expresión.

Panthro contemplaba a esa mujer que vestía en un material parecido al cuero negro, se advertía a un guerrero muy curtido por la seguridad con la que se manejaba y bastante atractiva, incluso comparada con Cheetara.

– ¿Nos conocemos de algún lado? Le preguntó Panthro.

– No directamente, aunque algo hay de eso. Voy a encontrar a esa niña, ustedes hagan lo que les pidió el rey, los thunderianos dan muchos problemas y no conviene a nadie que se enemisten con las aves.

– ¿Por qué lo haces? Hasta ahora las aves son bastante reacias en darnos ninguna ayuda.

– No soy un ave y por lo que se ve me he quedado sin empleo, así que eso me va y me viene.

– Yo también voy, dijo Cheetara que no dejaba de verle con una expresión compleja y molesta. Tygra esperaba que tuviera un vehículo, aunque en el puerto de naves no había más que cascajos en reparación que los Berbils intentaban poner en marcha.

–Si tuvieras alas… aún así sería difícil y una nave acabaría en el lodo. Yo no tengo esos inconvenientes, mis alas están hechas para estas situaciones. Unas alas blancas comenzaron a surgir de una especie de contenedor romboidal en su espalda.

– ¿Quién eres? Cheetara insistió, la pregunta era tan deliciosamente tentadora de ser respondida, que esa animosidad entre las dos parecía ser inevitable, misma que iniciaba con una simple frase.

– ¿Es que no te lo han dicho? Cheetara negó con la cabeza.

– No sé de lo qué estás hablando.

– ¿Quien más? Tu reemplazo. Dijo con una sonrisa presuntuosa dando un poderoso salto, para en el último momento aletear e internarse en el violento monzón. Cheetara dejó escapar un gritó inconscientemente por el insulto, Tygra intercambiaba miradas con la pantera que no tenía idea en absoluto de lo que pasaba entre esas dos, pero era odio a primera vista.

– Creo que ya tienes una nueva admiradora. Dijo Tygra, siguiendo a Cheetara que no estaba de humor para las bromas, Panthro en cambio se rascaba la barbilla intentando recordar esa silueta que le liberó de la prisión de la Arena de Khan.

####

La Superiora Scandiacus estaba de pie frente a los grandes ventanales del edificio de las guardianas, miraba a Mandora perderse en el horizonte con su vista que recobraba parte de ese color avellanado a base de dolorosos tratamientos médicos, estaba frustrada por lo que había pasado, mientras Fedora esperaba junto a las demás guardianas en silencio.

– ¿Qué has sabido de Orla?

– Nada me temo, fuimos a donde pensamos le habían dando refugio, también interceptamos los activos que Mandora pudiera mandarle.

– Se nos está pasando lo evidente.

– Alguien más le está dando recursos… ¿Cree que la Segunda ha tomado partido?

– Probablemente, llama a los demás, le haremos una visita.

– ¿Qué pasará con Mandora?

– Si no podemos confiar en ella, debemos honrar sus deseos, ya no tendrá acceso a nosotras, deshazte de sus cosas, lo que haga desde este momento es por su cuenta y no necesitamos de la aprobación del Concejo para eso.

– Comprendo.

– Presiento que algo malo va a pasar, puedo sentirlo. Scandiacus se rascó su pequeño pico con sus largas uñas.

– ¿Ese chico es tan peligroso como dice la Segunda?

– Creí que se trataba de una tontería salida de la mente perturbada de un bárbaro fanático y senil.

– ¿Qué cambio?

– La Segunda tiene razón, es un peligro real, de otra forma Vultaire habría aceptado el canje, no trabaja con Mandora, aunque estoy segura de que no se opone a ella o le está manipulando, su apego a ese chico es demasiado grande y por eso no piensa con claridad.

– No cree mi señora que Mandora ve algo verdaderamente bueno en el muchacho.

– La cuestión no es que sea malo o bueno, son las condiciones bajo las cuales le concibieron, si no fuera tan cabeza-dura seguramente habría sido elegida, lo que gana con esa firmeza suya, lo pierde con su tozudez.

– ¿Deberíamos hablar tan directamente de eso en este sitio?

– Ya no tenemos que cuidarnos, Orla era nuestra fuga de información más importante, tampoco es que sepa nada que la Segunda no conozca, pero si contacta con Vultaire será un problema, querrá usarle para localizar a Vultaire, sigo sin entender la razón de Mandora para recurrir a ella.

– Si Orla no hubiera robado su llave no nos habríamos dado cuenta y sin Mandora las cosas serán más difíciles, deberíamos plantearnos la posibilidad de evacuar a la Nación de las Aves y destruir todo.

– No, no hay de qué precipitarnos, las computadoras están inoperativas con tan poca energía, no creo que el Concejo desee ponerlo en marcha si no es imprescindible y si hiciéramos lo que dices, no nos recibirían con buena cara. Es una vergüenza que nuestro destino dependa de ese chico, el populismo es tan absurdo…

– Será muy difícil mantenernos neutrales, la Segunda no tendrá muchos apoyos, pero tiene acólitos muy poderosos y si nos atacan esos ambiciosos bárbaros, tendremos la obligación de salir a combatirlos, ya el Consejo está irritado de que no hayamos intervenido en todo este tiempo.

– Los otros reinos no combatirán en invierno y eso reduce los movimientos nuestros adversarios, mientras hagamos pensar a ese monstruo que no somos capaces de defendernos, que es el chico nuestra única defensa, tendremos una oportunidad, a pesar de que nos ganemos la enemistad del Concejo, debemos hacer notar que Mandora no es parte de nosotras, o nos convertiremos en una prioridad y no una sugerencia de Vultaire.

– ¿Cree que le ha pedido eso al oscuro?

– Puedes apostarlo, es por eso que la Segunda está tan inquieta.

– ¿Qué haremos con el muchacho cuando regrese?

– Nada en absoluto, si te soy sincera preferiría que no regresara jamás, tal vez la Segunda quiera eso.

– Desde cierto punto de vista ambos son muy similares, últimamente Mandora casi no se quita el casco, sufre mucho por esa maldición.

– Ese es nuestro más grande problema.

– Yo diría que podrían ser… complementarios ¿eso no resolvería las cosas?

– No creo eso, lo que busca uno el otro no se lo podrá ofrecer. Fedora se arrimó a la Superiora que la envolvió entre sus brazos de una manera poco habitual en ella.

– Lo que sientes Fedora, el amor que compartes, es parte de tu naturaleza cotidiana, vives de esa manera, si se te fuera dado un poder tan grande como para cambiar la creación misma, fácilmente perderías la cordura, envuelta en febriles emociones que consumirían tu voluntad y alma, para soportar un poder así se requiere de una personalidad especial, una manera de ver la vida que evitase ese escenario, en la magia espiritual, la voluntad lo es todo, pero la voluntad puede ser rota con un simple gesto del corazón y un recuerdo del pasado que no se ve a simple vista.

– ¿Es eso lo que pasa con Mandora?

– Mucho me temo, esa clase de personas rara vez desarrollan relaciones o emociones profundas, lejos del deber y sentimientos que refuercen su voluntad y sentido de autosacrificio, para que su corazón se abra, el sentimiento debe estar atado a un hecho de su pasado.

– Como ese chico y Mandora.

– Ella no ha dicho nada, pero estoy segura que algo pasó que no nos ha dicho, un evento que ambos recuerdan, cuando le vio llorar su corazón se despertó, es allí cuando el apego surgió enfermizamente, está devorando su voluntad lentamente y no piensa en otra cosa que hacerse cargo de él, por eso cambió tanto, cuando antes era tan fría y calculadora.

– ¿Dice que por eso el aura de sus ojos es más fuerte? Scandiacus afirmó con la cabeza, Fedora pasó sus manos por las plumas de su cabeza, no lo había pensado en absoluto.

– Los dos han sido mantenidos alejados de esas emociones por su propio bien, se les ha condicionado con dolor y el contacto de otras personas les genera entonces repulsión.

– Pero ese felino no recuerda lo que ella hizo y con las recientes experiencias por las que ha pasado, su corazón se cerrará como en el pasado.

– Mandora sabe que está mal y no dirá nada, pues lo que surja de ese encuentro traerá un nuevo horror al mundo.

– ¿Dejarle fuera de la orden no es lo mismo a entregarle a esos deseos negativos?

– Si no hacemos eso, ella terminaría trabajando en nuestra contra por el bien del chico, de cualquiera manera, deberemos estar atentas por si se le llega a salir de las manos y si ese escenario se presenta, podría fácilmente convertirse en nuestro último día sobre la tierra.

Las guardianas se daban cuenta de que las palabras de la Superiora no exageraban una sola sílaba y con el caer de los rayos todas compartieron un abrazo de preocupación, mientras la lluvia arreciaba con una fuerza inusitada, robando el poco calor que sus cuerpos se permitían, aún así, su fuerza estaba en el grupo, una cosa que Mandora no tenía.


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En una sala desconocida dentro de la Pirámide negra
En un tiempo desconocido

– ¿Por qué esperamos mi Señor Mumm-Ra? Deberíamos lanzar un ataque a gran escala y tomar todas las piedras antes de que ese estúpido se haga con ellas. Slithe dijo esperando a que el oscuro ser se decidiese.

– Controla tu ira o tu inteligencia se opacará con tanta estupidez que te rodea. Mumm-Ra recorrió el salón donde se erigían decenas de habitaciones con puertas selladas, adornadas con monstruosas esculturas talladas en el frente de cada una de ellas, abriéndolas con encantamientos tan antiguos como el universo mismo.

– ¿Qué es este lugar?

– Un sitio especial donde se guardan ancestrales trofeos de guerra, trofeos quitados a mis enemigos, derrotados uno a uno, guardados celosamente en estas cámaras inexpugnables.

Slithe observó la puerta destrozada donde una especie de guerrero momificado tenía las manos y pies aplastados. En el centro de la habitación, una silla de piedra dorada estaba adornada por la cabeza de un chacal.

– Pues no parece que hayan hecho un gran trabajo ¿sí?, al menos no aquí.

– En realidad, cumplieron con su trabajo perfectamente, la caída de mi nave de guerra provocada por esos infieles permitió que un traidor se apoderara de un trofeo muy especial.

– No lo entiendo, un trofeo de alguien derrotado ¿qué importancia tiene ahora? Mumm-Ra con su cadavérica forma lanzó unos polvos dorados en el piso.

– Por eso yo soy el amo y tú la bestia, mis planes están avanzando con un gran imprevisto, aún así, fue muy conveniente.

– ¿Conveniente? ¿Es que deseabas que eso pasara?

– Él cometió un error muy grande al dejarse sacar de la pirámide, me ahorró el placer de encargarme personalmente, gracias a eso tendré la fuerza para llegar a todos los rincones del continente de una manera simple y efectiva, ese león quiere una alianza de todos los animales en mi contra, le mostraremos una tan temible y poderosa, que nunca habrá querido tener esa estúpida idea.

– Eso si en verdad quieres ganar la guerra.

– Nunca he estado cerca de perderla.

– Si nos sigues mandando en misiones suicidas eso es lo que obtendrás, las tribus que se unieron reniegan del trato.

– ¿No te estarás suavizando Slithe? Mumm-Ra le miró con sus ojos rojos carentes de emoción sorprendidos por la preocupación de su general.

– Por supuesto que no, pero de nada sirven las armas sin nadie para cargarlas o si no tienen la motivación de usarlas salvo en nuestra contra.

– No te preocupes, ya encontraré la manera de que supliquen por ser parte de esto.

El polvo dorado se convirtió en un rastro de surcos y pisadas de alguna clase que recorrieron el laberinto, se internaron por los pasillos y salieron por la puerta central de aquella pirámide hasta perderse en algún punto del horizonte.

– Mi señor Mumm-Ra, usted es más poderoso que ese rey de papel, ¿por qué no usar la piedra de la tecnología y lo destruye? Pumyra apareció sin que Slithe supiese de donde había salido, rodeando a la momia con sus brazos, besando su mejilla.

– Las piedras necesitan de una incontable cantidad de energía mujer, una que no poseo… por ahora. Pero incluso poseyéndola, si no soy cuidadoso en su uso terminaré prisionero de mi imprudencia nuevamente y no únicamente debo defenderme de esos ineptos felinos, además hay otros peligros que requieren de mi pronta atención.

– Más peligrosos que… ¿Quienes?

La momia sin responder apartó a Pumyra, se convirtió en una enorme ave negra, aunque graznaba como un cuervo y saltaba como tal, era una bestia pequeña y de aspecto primitivo, posándose en el brazo extendido de la felina que le recibió cálidamente sin importar el dolor de sus garras sobre su piel.

– Ya que detestas tanto a “esos” thuderianos y te niegas a dirigir a los lagartos, encontrarás a estos nuevos “sirvientes” justo a la conveniencia de tus necesidades, no me falles en esta encomienda Pumyra, odiaría tener que destruirte.

– Desde luego que no amado mío, yo nunca te fallaría. Pumyra besó a ese monstruoso animal con ternura en el cuello, mismo que se elevó de un aleteo pausado.

– Y tú Slithe, te sugiero que le des todo el apoyo y recursos a tu alcance, tu ineficiente labor para hacerte con la fortaleza de Xixor me tiene muy decepcionado.

– Como órdenes mi señor.

– Partan de inmediato, quiero ese trofeo de vuelta lo más pronto posible.

– ¡Sí mi amo! Gritó Pumyra con solemnidad y orgullo, Slithe no dijo una palabra.

El ave de ojos fulgurantes salió volando por la entrada de esa habitación. Pumyra se quedó parada observada por Slithe, que notaba su desagradable sonrisa de júbilo ante su humillación y recorrió la habitación palpando la fuerza que emanaba -aún entonces- de lo que una vez aprisionó ese lugar. Olió una presencia, pero no la vio llegar, simplemente se materializó de la nada.

– ¡Lady Pumyra, a sus órdenes!

Al ver que era un corpulento tigre ataviado de un moderno traje de combate con dos subordinados a su lado, supo que Mumm-Ra le estaba mostrando otros aspectos de su plan que estaba más allá de la más loca de sus fantasías.

– ¡De esto es sobre lo que estaba hablando! Ya verá ese estúpido león, voy a abrirles los ojos a los demás y sabrán que Mumm-Ra era la elección correcta desde un principio, no me importa si en el proceso tengo que matar a la mayoría para lograrlo, me lo agradecerán después, cuando sea reconocida por ello.

– Eso está por verse, dijo Slithe dándole la espada.

Ella sonrió al líder del grupo para indicarle que le dejase marchar, en Thundera se tuvo que vestir como un chico para volverse militar, antes de ser expulsada a la calle humillantemente, aquí en cambio sería su General, se quitó la ropa sin importarle los presentes que no osaron mirarle con lujuria, así ella se puso ese nuevo traje con el símbolo de la doble serpiente enfrentada la una a la otra.

– Si pudieras verme ahora amor, esto lo cambia todo, incluso tú te arrodillarías ante mí, si no estuvieras muerto, solo espera y veras Claudus, borraré cada página de la historia de los leones, pero recordarán tu cobardía, miserable mentiroso.

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"El origen de una desgracia"
Tiempo y lugar desconocido

“– Así que les estas dando largas al asunto y seguro él está impaciente, imagina lo que saldrá de eso.” Le dijo una chica que no alcanzaba ver a la que parecía ser Panthera, quien se lavaba con insistencia la cara.

“– Sí, tendremos una nación de enanitos.” Su amiga se rio ante lo que ambas definían como una pareja dispareja.

“– Me siento mal por Leo, pero ya cumplió su cometido y es un adulto, seguro lo comprenderá, ¿o no pensarás realmente en quedarte con un león? La revolución es nuestra, no de los tigres o los leones.”

“– No iniciaremos un baño de sangre.”

“– Yo no he dicho eso ¿Sabes? Bagheera habla mucho de ti, es muy apasionado en verdad y les está convenciendo. Una vez que tengamos la espada podremos comenzar desde cero.”

“– Bagheera dice muchas cosas, no le vi cuando peleamos contra Mumm-Ra.”

“– Siendo un líder importante no podía hacerlo, me han dicho que te visita por las noches, así que pronto será oficial y con ese cuerpo que tiene, te has sacado la lotería.”

“– ¡Balia!” Panthera alzó la voz.

“– Está bien, no voy a decir nada.” Dijo imitando la acción de cerrar un zipper.

“– Yo sé lo que tengo que decirle a Leo, nadie más.”

“– Sé que vas a herirle, explícale que era tu deber, que buscabas un bien mayor, lo comprenderá, a veces hay que hacer sacrificios. En fin, estamos construyendo nuestro reino y debemos hacerlo con las bases correctas, un león no está en nuestro futuro, aunque necesitamos la espada y si no es por las buenas... ya sabes a lo que quiero llegar.”

“– ¿Es un ultimátum?”

“– No, pero me gustaría que lo tomases de esa forma ¿o quieres pasar el resto de tu vida al lado de un clon en honor al responsable de asesinar tu familia?”

“– No es lo que he dicho… además, Leo es inocente, no tiene nada que ver en eso.”

“– Y por eso te dará la espada, le convencerás, tú y Bagheera entonces podrán tener la vida feliz que siempre desearon, esa vida que te arrebató ese monstruo.”

“– No sigas con eso.”

“– Ya lo sé, es tu asunto… ¿pero sabes?”

“– ¿Hm?”

“– Si no fuera un enano seguro que estaría bien, haría juego con unas zapatillas rojas, seguro que te mueres de usar un par, esos zapatos planos no lucen bien con tu cuerpo.”

“– No soy tan frívola…” Dijo Panthera casi al punto de lo inaudible.

“– Aún así te importa ¿no es verdad?, son cosas que le importan a todas las mujeres.” Y dicho eso cerró la puerta, dejándola sola en el amplio el baño para luego de un momento y en total silencio, salir de la habitación desde la que Leo estaba escuchando al otro lado de las regaderas en un estado confuso.

El sentimiento era nuevo para él y al llegar a su habitación le dolía de una manera que no podía racionalizar, el vacio profundo y desagradable de su estómago crecía, no sabía manejar aquello que había atestiguado.

“– ¿Ha sido tan malo como pensé?” Le dijo una leona que ya le esperaba sentada con un traje viejo y raido, Leo no regresó a verle.

“– Iré en un momento.” Ella intentó agarrar sus manos, él no lo permitió.

“– Te esperaré.” Cerrándose la puerta.

No pasaron muchos minutos, en los que la puerta fue abierta, para su sorpresa, era ella.

“– ¿Puedo pasar?” La sonriente cara de Panthera se mostró, Leo afirmó con una expresión seca.

“– ¿Ocurre algo?, te noto un poco raro.”

“– Qué va.” Respondió con una débil sonrisa.

“– Me preguntaba si podríamos hablar si tienes tiempo, quisiera tratar un tema importante.” Esas palabras le hicieron estremecerse como mil dagas clavadas en su cuerpo, no se sentía capaz de enfrentarle, prefería que cuando pasara no estuviese allí, le sonrió nuevamente en vez de recriminarle.

“– Tengo cosas que hacer antes, en la cena si te parece.” Ella cabeceó alegre como era siempre, intentó besarle, pero él se levantó de súbito.

“– ¿Qué ocurre?”

“– Nada, es que voy con retraso, si me disculpas…” Es actitud fría no era común en Leo.

“– Desde luego.” Panthera mordió sus labios.

Él estaba distraído, así que tecleó varias veces los números de acceso a la sala de comando, hasta que alguien le ayudó a abrir.

Panthera le había utilizado desde un inicio para acceder a los códigos de seguridad de la nave que le habían sido confiados por Mumm-Ra, realizó el trabajo sucio por ella. Pasó la tarde de pie sin hacer nada en completo silencio, pensando lo que debía decir y si debía hacerlo.

Consultó los datos de embarques y descubrió lo que no debía sorprenderle, habían estado sacando naves y suministros discretamente, varios de ellos autorizados por Panthera.

¿Cuántos estaban involucrados? Un misterio. Deseaban un reino, sus ideas de igualdad y justicia se despedazaban, Rezzard, líder de los lagartos, parecía involucrado, de Shen, el líder de los perros y chacales, no estaba completamente seguro.

Fue cuando se preocupó por la espada… Corrió a la sala de la espada, evadir los guardias fue demasiado fácil y eso le preocupó aún más, ellos estaban bajo supervisión de Panthera.

La espada se mantenía en su sitio, exhaló el aire tranquilo, al menos ella no habría hecho una cosa tan terrible, al pasar sus manos por la espada se dio cuenta del cambio y tragó saliva, el ojo no estaba, era una burda imitación.

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Balia tenía razón, nunca sería perdonado por ser el segundo de Mumm-Ra, estuvo ciego a los maltratos sufridos por los suyos que vestían como pordioseros, mientras las panteras, con sus conocimientos logísticos, controlaban la distribución de los insumos.

Esas formas de sus aliados de pasar continuamente sobre su autoridad, le hacían ver lo evidente, que en una revolución, los primeros en caer serían ellos, los que estaban arriba, Panthera era su segunda, la que le derribaría, tenía que salvar a su gente y lo que tendría que hacer no sería agradable.

“– ¿Estás dentro o fuera?” Dijo la leona a Tygus, el capitán de la una vez orgullosa infantería aérea del oscuro.

“– Salimos de una guerra para entrar en otra.”

“– ¡Si nosotros caemos, ustedes también!”

“– ¿Qué dice de todo esto tu mujer? Creí que con lo que hicieron se solucionaría todo.” Leo bajó la cabeza.

“– Panthera no es una de nosotros, si no tomamos partido nos superarán dos a uno, los elefantes nos apoyan, así que los perros vendrán.” Dijo la leona con seguridad.

“– ¿Qué ocurre con la espada?” Tygus notó a Leo abatido y temió lo peor.

“– Ellos quieren la espada de Plun-Darr y ya poseen el Ojo de Thundera.”

“– ¿Panthera?” Leo cabeceó.

“– Ahora sé porqué tenía prisa.” Dijo la felina meditando, pero no se sorprendió.

“– ¿Hablas de Panthera? ¡Responde!” Leo le agarró con fuerza de los brazos.

“– Le-le vi salir hace un par de horas en un speeder, debió ir a la pirámide o ese otro lugar donde Bagheera vive.”

“– ¿Donde?”

“– No tengo la menor idea, tal vez pueda localizar el calor de su vehículo con el radar pasivo, así no se dará cuenta, si vamos podremos impedir que le dé el ojo.”

“– No, debo ir yo solo, tengo que…”

“¡Kaboom!” Un estruendo les envolvió y los tres salieron despedidos para caer en el suelo metálico y hueco.

“– Leo, Leo, Le…” Una voz le gritaba, pero no podía evitar cerrar los ojos hasta perderse por completo.

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– ¡Ayyy! Snarf se dejó caer sobre la panza de Lion-O que súbitamente se despertó de su sueño, el viejo Jorma, quien estaba a su lado, como esos arácnidos necromecas, hicieron que se sacudiera la cabeza sin entender lo que sucedía.

– Vaya, se nota que ha sido un sueño interesante, dijo al fin el viejo chatarrero.


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Tiradero de Avista, dominios del Destripador de Almas, valles interiores
20 Kilómetros al noroeste de la ciudad Khan.

La lluvia no cesaba, el cálido clima despejado de esa región desértica, había sido adornado por un violento y atípico monzón, dos días apartado de los conflictos de Avista, sería a los ojos de Lion-O un hecho idílico, si no estuviera cubierto de lodo, mismo que sacaba con cubetas artesanales.

Jorma vomitó la comida y su estómago se sentía como un trompo que iba de un lado a otro, girando y girando. “Soul”, como Lion-O llamaba al cibernético ser, seguía soldando esa barcaza formada del techo cónico de su casa, buscando una mejor estructura y dado que no estaba completamente estanco, soldar los numerosos agujeros por los que se filtraba el agua.

Tuvo nuevamente un mal sueño que atribuyó al Libro de los augurios, no sabía lo que significa o como debía procesar todas esas visiones que venían a complementar y responder las complejas dudas que guardaba el pasado de Thundera y enojarse por una cosa ocurrida hace tanto tiempo, no le ayudaría en absoluto, sin tener una imagen más global, como un día le dijo el líder de los forjadores de madera.

Pero esas dudas debían esperar, después de pelear con el loco Kaynar, estaba cansado en extremo con tanto ejercicio, para empeorar la situación, todo lo que podía apreciarse era agua y desperdicios arrastrados rodeándoles en ese bote improvisado.

Flicker intentó dar una vuelta por la quilla, al elevarse la nave, Snarf, quien lo cogió entre sus fauces, le salvó de ser aplastado y lanzado fuera, uno de esos necromecas, que Lion-O sugirió llamar simplemente con el nombre de mecas, estiró con delicadeza y precisión las hélices del pequeño para dejarle volar nuevamente.

Habían sido completamente remodelados a los que se encontraron previamente, parecían arañas metálicas muy vivarachas y curiosas, que se distraían muy fácilmente.

No podían ir demasiado lejos en ese trasto, la arena que cubría esa región absorbió rápidamente el agua, lo que no mejoró su situación con la basura que emergió, alentando el caudal que era mantenido por la renovada tormenta.

Los restos de las naves de los lagartos quedaron esparcidas en el lodo que se las tragó rápidamente, reflotando con el tiempo y volviéndose a hundir en un vaivén peligroso.

Dado que no llegaron nuevas naves atacantes, supuso que no era de su interés atacarle y estaban allí por otra razón, Kaynar el general de los chacales, le golpeó con su lanza, riéndose como poseído para de una patada saltar sobre su cabeza y salir huyendo, dejándole una gran marca roja en la espalda donde la lanza le rozó sin hundirse debido a la protección, de haber usado su armadura, abría seguramente muerto.

Los necromecas les sorprendieron tanto como lo hizo Kaynar cuando le atacó por la espalda, no tenían armas poderosas, pero sus movimientos eran tan rápidos, que antes de saberlo seis naves se precipitaron a tierra, donde fueron llevadas por las aguas y cuando las grandes nubes del Este les pegaron con fuerza, todas las naves se replegaron dejando a sus compañeros a su suerte, probando su soberbia desorganización.

Mientras huían a pie sobre los restos de chatarra, la mayoría de esos pobres diablos fueron arrastrados por la corriente que se formó tan rápido, que Soul Sever únicamente tuvo tiempo de improvisar un barco sobre la marcha con el techo de su palacete, cortando, soldando y armado el metal conforme el agua subía, el empuje consistía en un tubo que lanzaba aire hacia afuera, empleando un motor de rocas de fuego que usaba para generar energía y dirigido con un timón que se rompía cada cierto tiempo por los desperdicios en el agua con los que chocaba.

No tardaron en ver a Jorma subido a una roca, quien alzaba la mano y como pasó con él mismo, fue sacado por los largos brazos de esos seres de metal.

– ¡Querido Lion-O, no me imaginaba que iba a encontrarte en este lugar!

– ¿Jorma?, ¿qué haces aquí? Te hacía a ti lejos de la ciudad de los perros.

– Me temo que eso no es posible, la mercancía es necesaria en estos tiempos peligrosos muchacho, es un milagro que pasaras por este lado, un poco más y no la libro. Se secó la frente con un pañuelo que sacó de entre todas esas cosas que llevaba.

– ¿Qué ocurrió en Ciudad Khan?, Creí que la habían tomado. Me informaron que los lagartos mataron a mil perros en represalia.

– ¿Mil perros? Hm, me parece que te han informado mal, no creo que hayan sido más de una treintena.

Jorma le contó que en efecto un grupo de sujetos encapuchados, que distaban mucho de ser lagartos, habían pasado los controles de guardias y se dirigieron a uno de los barrios donde iniciaron una carnicería, pero ninguno de ellos era canino.

– ¿Mapaches? Jorma asintió ante la sorpresa de Lion-O que recordó lo dicho por Pumyra.

– ¿Y qué buscaban?

– No lo dijeron, se aseguraron de poner un mensaje de advertencia matando a los que trabajaban en las tiendas de empeño donde ellos venden todo lo robado, las cofradías y gremios son muy herméticos, quien quiera que fuera el destinatario, ya no está protegido por su respectivo gremio, esos mapaches son gente dedicada al hurto, así que el revuelo no fue demasiado, pero nunca falta un chismoso.

– Temí lo peor.

– La ciudad está bien, algunos thunderianos han pasado por allí, van en caravanas de los wolos a esa ciudad tuya, muchos perros y otros refugiados del Este nos han contando que están siendo atacados por invasores venidos de las costas.

– He oído cosas parecidas en Avista.

– Hace dos noches comencé a escuchar aullidos de lobo, ¿puedes imaginarte estar en medio del campo con nada de visibilidad y esos aullidos todo el rato?, como sea, no creo que les gusten mis desnutridos huesos. Se rió mostrando botella de vino bolkin.

– Quizás tengas razón.

– ¿Sobre qué cosa?

– Ya no deberíamos escondernos, hacer una gran hoguera para que nos vean perfectamente a lo lejos… ser la luz en la oscuridad. Recordó cuando regresaba y al ver las pocas luces de Avista, la sensación de renovada esperanza le hizo perder el cansancio que le invadía, en eso podía convertirse ese lugar, un refugio para el que lo necesitase.

– Veo que has capturado a uno de eso lagartos. Jorma señaló a un individuo recostado sobre el piso de la embarcación.

Lion-O logró salvar a uno de los lagartos, quien estaba inconsciente debido a los golpes sufridos en la corriente, sus heridas eran severas que se estaban infectando con el paso de las horas y no tenía como atenderle.

– No es un prisionero, por lo menos no en ese estado, de no ser tan impulsivo no habría perdido el único transporte que traía.

– De no haberlo perdido sería seguramente un perro ahogado, las cosas pasan por algo, no te desanimes.

Soul Server perdió su guadaña izquierda de un disparo, así que decidió remover la derecha, a Snarf el cambio pareció gustarle, pues comenzó a frotar su espalda con las metálicas piernas de ese ser osco y poco dado a la charla que a regañadientes fue convencido por Flicker, que parecía que en ciertos momentos charlaba con él, pues cabeceaba y decía cosas en voz baja que arrancaron las risas de Jorma y el joven rey.

– ¡Nif, nif! Snarf gruño llamando la atención de Lion-O y fue saltando hasta ponerse sobre la barandilla de aquel bote.

– ¿Qué ocurre Snarf, qué has encontrado? El tanque que encontró Snarf entre los escombros estaba engarzado a los restos de una nave destrozada, que con la corriente emergió de donde había estado enterrada durante cientos o miles de años.

– Sería peligroso recuperarlo. Soul Sever usó su visión para analizar la superficie donde estaba aprisionado aquel tanque de guerra.

– Ese tanque es capaz de vadear ríos, podríamos usarlo para salir de este lugar, porque las laderas en el cañón del valle son muy pronunciadas.

– Sin rocas de fuego no llegarán a ningún lado, las celdas de poder deben estar agotadas.

– Esa nave de los lagartos debe tener una carga suficiente para moverlo. Señalando una aeronave de transporte de estos, que flotaba a un centenar de metros.

– ¿Y cómo planeas acercarte a ella?, ¿tienes alguna cuerda? Soul Sever dijo en un tono molesto, señalando que lo único abundante en ese sitio eran pedazos de metal.

Lion-O le mostró una sonrisa enseñando su guante-escudo, disparó sus garras que se enterraron en la cubierta del aerodeslizador. Los necromecas pusieron los finos dedos de sus largas patas tubulares sobre los hilos metálicos del guante de Lion-O, jalando cada uno hasta que estaban lo suficientemente cerca para que el felino se metiese en su interior, sacando las baterías de combustible que lanzó a los robots, mientras Snarf olfateaba los paquetes que tenían un olor desagradable y en extremo calientes que obligó a Jorma a meter sus manos en el agua.

– Ves, si piensas positivo no hay nada que no puedas lograr.

El ser cibernético le ignoró continuando con su tarea que parecía fútil, pues su maravilloso bote hacía agua a un ritmo peligroso, sus necromecas en cambio y por propia iniciativa, le ayudaron a sacar el tanque desoldando los broches que lo asían con fuerza a la panza de esa nave.

– ¡Si pretendes hundirnos vas a lograrlo muchacho idiota!

Soul Server se apartó de la cubierta que se fue doblando en las partes donde los robots se aferraban con sus patas, hasta que el tanque se fue asentando lentamente sobre su superficie, inmediatamente apuntalaron y soldaron más pedazos de metal que recogían del agua, pegándola a la estructura del navío, cuya quilla crujió dolorosamente por el peso.

– ¿Puedes arreglarlo? Lion-O alzó las baterías refinadas de thundrillium, Soul Sever le quitó el paquete con enojo.

– No veo lo productivo de quejarse en estos momentos, así que lo haré.

– Sabía que en el fondo tenías un gran corazón.

– Orgánicos tontos, yo ya estaba resolviendo el problema desde un principio. Jorma por su parte se preguntaba lo que obtendría si le vendiese en un mercado como sirviente, aunque esa cara temible debía cambiarse.

– Estoy en ello, le dijo el muchacho que sabía que con esa apariencia únicamente se ganaría enemigos.

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Horas después

El cielo se fue despejando y un poco de Sol alumbró un trecho del camino, mientras el tanque lentamente era descansado sobre lo que se fue transformando en una plataforma plana

Flicker jugaba con Snarf, parecían dos viejos amigos y Soul Sever les miraba de cuando en cuando, se dio cuenta de que ese fenómeno también ocurría con sus nuevas creaciones, parecían niños con una inventiva propia, si no les ponía atención se distraían fácilmente o jugaban entre ellos desatando un escándalo.

– Es como si tuviesen vida propia. Lion-O dijo apretando una tuerca con la llave que sacó de esa antiquísima caja de herramientas presurizada dentro del tanque con la que se machucó el dedo pulgar izquierdo, reemplazando las partes oxidadas, se notaba que era un modelo nuevo que tuvo la desgracia de ser derribado junto a la nave que lo transportaba.

– No puedo definirlo como vida, es un fenómeno curioso, cuando decidí hacerlos no tuve que programarlos, cree las condiciones básicas y ellos hicieron el resto.

– ¿Quieres decir que les has dado un espíritu?

– No lo sé, yo cree un cuerpo con una mente, lo que sea que lo haya llenado en su conjunto es un misterio, después de todo este tiempo he llegado a pensar que somos más que impulsos eléctricos ordenados de forma aleatoria, aún si no fuese el caso, eso no alteraría el hecho de que un ser verdadero es aquel capaz de percibir su propia existencia y esos robots son un ejemplo de que incluso algo inorgánico puede convertirse en un ente que siente y experimenta el mundo con la misma intensidad que un ser orgánico.

– Vaya, es un pensamiento muy profundo, no sería diferente a creer que has tenido éxito.

– ¿A qué te refieres?

– A fusionar un alma con una máquina.

– Hmm, en cierto modo... tal vez tengas razón. Soul Sever se tocaba la barbilla pausadamente con su largo dedo índice para regresar al trabajo, golpeo con el martillo con fuerza para que Jorma despertara, que seguía plácidamente en su sitio, Lion-O le prohibió hacer ruido por el lagarto herido.

El motor del tanque rugió sacando la arena del interior de los ductos de escape.

–¡Coff, coff! Increíble, todavía funciona.

– Desde luego, ha estado enterrado en la arena seca por cientos de años, eso le ha preservado casi perfectamente, fuera de las piezas desmontables como estos tornillos que son de un material poco resistente, imagino que por esa razón hay tantos empaquetados en esa caja.

¡Brooom! Sonó un relámpago que anunciaba la llegada de una gruesa columna de nubes negras.

– Esta tormenta es realmente atípica.

– Al menos desde que tengo memoria. El flujo de temperatura del desierto ha sido alterado drásticamente, como consecuencia también el clima periférico y las corrientes de aire, generalmente debería proceder del Oeste por el calor, de cualquier modo, este planeta es demasiado anómalo, puedo creer cualquier cosa que pase por improbable que esta sea.

– ¿Eso causa la interferencia de la que me hablaste?

– Lo dudo mucho, el libro que tienes en tu poder ha sido afectado por otra fuerza, una que escapa a mi comprensión, puedo decirte por mis conocimientos que no es algo que obedezca a la física convencional.

– ¿Hechicería?

– Tal cosa para mí es un elemento irracional, aún así... factible, dadas las condiciones anómalas de este mundo, cuando ese ser al que tu libro define como Mumm-Ra tocó la piedra, posiblemente un mecanismo de protección fue activado y no únicamente las reliquias mágicas, sino la tecnología relacionada a ese ser ha sido afectada.

– ¿Dices que ocurrió cuando él tocó la piedra?

– Sería un mecanismo muy sabio… dices que la espada no puede ser usada por una persona con intenciones malignas, aún así esta persona puede tocarla, en el caso específico de ese ser, si la toca, le rechaza.

– Así que las piedras tienen un mecanismo de defensa, espera un momento, ¿por qué un planeta anómalo?

– En algún momento te has debido preguntar la causa de que haya tantos seres inteligentes de diversas especies viviendo en este mundo contradiciendo lógicas evolutivas que únicamente millones de años permitirían, dos razas inteligentes son probables, decenas, imposible.

– ¿Acaso todos venimos del espacio? Pero eso es improbable, tantas naves, sería un planeta muy popular, por no hablar de que la tecnología sería omnipresente.

– Yo como ustedes pertenezco a un mundo diferente. Los Necromecas me dijeron que eran prisioneros, sin poder escapar de este lugar a pesar de sus elevados conocimientos tecnológicos.

– Cuando Mumm-Ra llegó a este mundo, una extraña conjunción de la lunas y el Tercer planeta derribaron su nave. Lion-O tenía presente la visión que tuvo de Leo en el libro de los Augurios.

– Una vez captura una nave, también le impide escapar de su atmósfera, la tecnología se estropea en este planeta a una velocidad imposible de explicar, pienso que ese ser ya se dio cuenta de que eso le pasa a su tecnología y esto es consecuencia de sus experimentos para protegerla.

A pesar de las densas y oscuras nubes, Soul Sever vio un hecho importante oculto a los ojos de una persona común y corriente, Lion-O extendió su espada que refulgió en un color rojo intenso, Soul Sever contempló ese ritual y entendió que algo no estaba bien con lo que hacía el felino, era que no sabía qué.

– Espada de los augurios, déjame ver más allá de evidente. Lion-O vio una especie de túneles que atravesaban por encima de las nubes, perdiéndose a ambos lados del horizonte. –¡Increíble!

– Lo que ves es una especie de chorro de aire a una temperatura tremendamente alta, hay una fuerte corriente de plasma en torno a ella, lo único capaz de generar ese efecto es el motor Warp de una nave espacial.

– Aja… Lion-O se limitó a asentir estúpidamente.

– Oh por favor, un motor Warp, es bastante simple, un motor capaz de curvar el espacio-tiempo, es la manera en que se recorren grandes distancias espaciales.

– Mhmm. Respondió el felino sudando inquieto.

– Todo lo que necesitas saber petulante melenudo, es que ese ser, está reactivando su nave espacial.

– Pero has dicho que no es posible escapar de este planeta.

– Que nosotros no seamos capaces, no significa que ese ser no pueda, además, incluso si no puede salir de este planeta, esa nave sería una perfecta base de operaciones.

– Y sin las piedras no podemos hacer demasiado para enfrentarle. Suspiró Lion-O guardando su espada, cerrando el pesado faldón que protegía las orugas del tanque.

– Si puede hacer andar ese motor, todavía debe contar con una enorme cantidad de energía, cosa que dudo y si no sale de la atmósfera, su nave no podrá usar el campo Warp a todo su potencial, probablemente quedaría atrapado en el centro del planeta por la gravedad.

– Así que es posible que no todo esté perdido.

– Lo primero que debes hacer es encontrar lo que produce la interferencia si quieres localizar la última piedra, debe ser un objeto parecido a una antena, incluso siendo mágico, su principio de difusión debe ser el mismo y posiblemente situado a gran altura, lo que reduce las posibilidades.

– ¿Quieres decir que hay una manera de localizar esas antenas?

– La tienes en tus manos.

Lion-O miró El libro de los Augurios que siempre llevaba dentro del peto de su armadura, ahora en una bolsa al lado del faldón, si comprendía bien las palabras de Soul Sever, el libro era una brújula para buscar las piedras, tal vez sería capaz de hacer lo contrario, ubicar la fuente de la interferencia, que debía tener por origen un lugar físico, tangible y por lo tanto, sujeto de ser destruido.

####

Laderas del Sur, limítrofes con la montaña de Plun-Darr
Dos días después

El tanque felino dejó atrás el margen del río y se internó en el bosque lanzando chorros de agua a su paso por las exclusas superiores ,bajando un largo tubo que surgió de la parte central del mismo, Lion-O no solía operarlo, pero una vez lo hizo, fue Soul y Jorma quienes tomaron su lugar en el segundo turno.

La tormenta a ratos arreciaba con virulencia inusitada obligándoles a rodear los acantilados que cruzaban por la región, a varios días de camino se encontrarían con la villa de los elefantes, aunque era una idea ridícula, el agua inundó los pasajes inferiores y ese tanque acabaría exhausto recorriendo tal distancia bajo el agua.

Lion-O se sintió terriblemente preocupado y aceleró todo lo que pudo siguiendo las estrellas hasta que la claridad del día le hizo imposible lograr ese objetivo y luego las espesas nubes que siguieron extendiéndose hacia el Este, lo dejaron confundido.

– Te sugiero que bajes la velocidad, tal vez este tanque haya soportado cientos de años enterrado en la arena, como sea, la grasa no ha corrido con la misma suerte, está en su mayoría seca, lo mismo con el aceite de los hidráulicos, podría averiarse, has dicho que piense positivo, es tu turno de hacer lo propio.

Lion-O frenó lentamente, Soul Sever tenía razón, la falta de presión en el agarre de los frenos hacía vibrar al tanque. Los pedales y el volante se sentían flojos e inestables, necesitaba reemplazar el líquido y engrasar los mecanismo de la suspensión o sería un tiempo valioso tirado a la basura, algo más sencillo de decir que de hacer, estando tan lejos de Avista, peor aún, cuando él era tan malo conduciéndolo.

– Eso es un camino exclusivo para carretas de mercaderes, si no se hubiese venido abajo esa piedra, nunca lo hubiera encontrado, tal vez nos crucemos con algún Wollo, ellos a menudo venden aceites y grasa para los molinos.

Lion-O aceleró el tanque hasta subir una pendiente e internarse en un camino estrecho de piedra volcánica, perfectamente tallado y con rastros del paso de carretas, generalmente los mercaderes invertían su dinero en estos caminos para evitar a los bandidos y forajidos.

– Ahora usas el cerebro, no tus emociones, es un buen inicio. Dijo Soul Sever quien revisaba el motor, cuyos signos de sobrecalentamiento ya eran más que evidentes.

– ¡¡Hola!! Lion-O dejó al mando a su compañero de viajes e hizo una señal a la primera carreta que vio, pero esta en vez de detenerse, aceleró.

– ¡Síguelo Soul!, voy a hacerle señales.

Con la lluvia era difícil ver hacia los lados, el conductor se fijo únicamente en la espada de Lion-O y los pares de tubos que se mecían de un lado a otro como arañas metálicas, llevando a sus animales a todo galope para escaparse de sus perseguidores.

– ¿Acaso no me habrá escuchado? El tanque aceleró ligeramente, porque vibraba demasiado amenazando con salirse del camino.

La velocidad no le sentó bien a esa carreta que acabó por caerse en una zanja, el tanque frenó varios metros adelante por la falta de fluido de frenos, lanzando furiosos chirridos.

El conductor decía muchas cosas, gran parte de ellas amenazas e insultos, cerrando los ojos, agarró un par de pociones para lanzarlas a sus perseguidores mientras su montura huía despavorida.

– Escuchen malandros, si quieren dinero, únicamente les diré que me lo he gastado todo, estoy quebrado.

– ¡¿Ponzi?!

– ¿Ahh…? El wollo se frotó los ojos con su gran sombrero que se quitó para ver mejor.

– ¡¿Eres…?! Oh, Muchacho… que manera tienes de perseguir a tus… amigos, un día te sacaran un ojo de una pedrada. Dijo en un tono un poco enojado.

Lion-O y Snarf se miraron al ver al regordete y bonachón wollo metido en un hoyo del que salió lleno de lodo.

– ¿Ponzi, qué haces aquí? Te hacía con Lucy al otro lado del continente.

– Bueno, luego hablaremos de ello querido muchacho, supongo que tendré que pedir un aventón a tan excelsa clientela y un baño caliente si no es mucha molestia. Ponzi estornudo, Soul Sever miró al viejo de arriba abajo, los necromecas ocultos de la lluvia salieron a ver al enano para elevarlo hasta el tanque con sus largos brazos, haciendo lo mismo con su carreta.

– Como siempre joven amigo, te rodeas de una variada y muy exótica compañía.

– No tienes idea, su rostro se iluminó de una manera cálida.

– ¿Y bien? ¿Dónde esa linda novia tuya? La pregunta le sentó como una cubeta de agua fría.

– En nada muy bueno me temo. Respondió con tristeza.

– Je, su pongo que tendremos que comparar notas.

– Así parece, vamos, tenemos de muchas cosas de que conversar.

Lion-O cerró la puerta trasera del tanque que vibró con el sonoro rugido de sus motores, iniciando su marcha sobre los elevado senderos que recorrían las caravanas de wolos, cuyas partes bajas eran reclamadas por un río caudaloso.

Fin de Parte 1